miércoles, 23 de diciembre de 2009

Saltar con los pitufos azules


Avatar. 3d. Como no.

Lo de los pitufos lo mencionaba Peter Watts (creo), en una entrada suya referenciada en Prospectiva, cosa que me ha hecho bastante gracia. Por lo demás, no se puede sino coincidir con otras opiniones en que es una película palomitera, con un esquema tan clásiquete que hasta lo adivinaba un chavalín que tenía sentado al lado.

Resonancias con la literatura fantástica y de cf las hay a punta de pala. Rafa Marín, en su blog, nos encuentra un montón y da que pensar sobre lo poquito que ha trabajado el departamento de guionistas de este film. Mas bien, parecen la sección de cocina, de tanto refrito de ideas ya publicadas, aay, pobrecitos, como se habrán estrujado las meninges...

Aquí, lo novedoso -bueno, no tanto, ejem- es la inversión tecnológica y financiera para crear un mundo psicodélico y de colorido alucinógeno. Los que han currado como termitas han sido los operarios tecnológicos, los magos visuales, los digitalizadores monstruo. Estamos abocados culturalmente al escapismo de élite y de altos vuelos y cada vez demandamos simulaciones más completas, con más píxeles y con mejores texturas.

No hay mayor contraste con el orbe supercromático y casi palpable de la pantalla que girarte un momentito y ver los caretos del público con las gafitas puestas. Tiene este universo ficticio que visionas mas atributos de realidad que esa sala llena de entidades sentadas y en comunión momentánea con un lienzo.

Hay en el planeta Pandora más color, luz, movimiento e inmediatez que en cualquier jornada cotidiana que vivamos durante una semana normal. Por eso pagas por verlo (y por si acaso cayera, por fin, Esa Buena Historia que Ansías, pero bueno...) Si nos fijamos, las jornadas laborales -y a veces hasta las familiares, je, je- son filtradas selectivamente por la atención, solo nos interesa lo que se sale de lo normal, por si hiciera falta intervenir.

En Pandora no. En orgías perceptivas como esta procuras abrir todos los orificios sensoriales que posees, para adaptarte a la inmediatez de ese medioambiente lujurioso, tal y como haría un chamán primitivo colocado de peyote hasta las cejas. Te gustaría saltar con esos primos de zumosol de los pitufitos clásicos que son los navy, de rama en rama y sin arrearte ninguna colleja, en vez de patearte anónimamente las aceras de todos los días.

Pero mencionaba anteriormente al chamán, porque el nos lleva ventaja. Cuando se colocaba de ayahuasca o algún otro vegetal poco cartesiano y por la cuenta que le traía, por lo general procuraba volver con alguna directriz sobre los temas que preocupaban a la tribu. Ni podía ni tenía ocasión de copiar al hechicero de la tribu rival.
No como James Cameron, el director del film. Este nos ha plagiado a tantos creadores anteriores de sueños que hasta da un pelín de verguenza ajena. Eso sí, ponerle pintura al paisaje se le da de cine, nunca mejor dicho.

Un saludo cromático pero sin saltitos.

sábado, 12 de diciembre de 2009

El platillo de mi vida.

Una entrada muy sabrosa del guadianesco y reaparecido Knut me ha recordado lo que significaba el misterio ufológico para mí. Era el colmo, la leche en bote. Cuando adolescente seguí una especie de alerta ovni por la radio y me parecía estar asistiendo a la llegada inminente de las naves de la Cultura, las que molaban, las de Banks. Efectivamente, en esos niveles de mariposeo cultural se movía uno, aiis...

Devorabas ciencia como lector y adorabas la divulgación como seguidor interesado. Y al mismo tiempo no parabas de ponerle velas al diablo, porque mantenías una remota esperanza de que alguna Sección de Contacto alienígena, de vete a saber donde, nos hubiera elegido para amenizarnos la vida. Era toda una demostración de la contradicción inherente a la naturaleza humana.

Y el paso de los años se encargó de demoler cualquier traza de misterio que pudiéramos haber encontrado en esos supuestos artefactos inexplicables. Las huellas físicas resultaron ser espurias y los testigos militares, el colmo de la confiabilidad, no podían ofrecer nada, mas allá de un reporte oral y de la petición de fe en su credibilidad.

Los informes finalmente desclasificados por las autoridades arrojaban tal jarro de agua fría que los escritores y editoriales que vivían del tema contraatacaron con saña, alegando manipulaciones y sacando fallos oficiales, que los había, claro que sí.

Pero eran fallos provocados e inducidos por ciertos apóstoles de la racionalidad escéptica más aburrida, por sus manejos y por sus ganas de aparecer como una especie de asesores espirituales de los militares. Eran manejos que los situaron en posiciones ridículas. Los militares, visto que el tema no constituía amenaza alguna para la seguridad, aparcaron el tema, no sé si con negligencias varias, pudiera ser. Pero eran coladuras de tipo burocrático, cacicadas varias, desprecio por el asunto...

Pero ¿y que? ¿Que prueba esto, salvo la falta de sentido del ridículo de algún que otro cientifista implicado en el tema? Nada. No probaba nada y el "residuo inexplicable" tan traído y llevado, la proporción del cinco por ciento o así de casos raritos, sigue sin aportar la suficiente masa crítica. Miras en la noche los cielos y ves algo extraño y para de contar. Y si es extraño es porque en muchísimas ocasiones resulta imposible precisar y definir lo que ves.

Pero un montón de casos sin explicar, aunque sean lo más opuesto a una categoría factual definida, sí que pueden constituir una especie de reservorio espiritual para provocar sensaciones. Se trata de dejar la miel en los labios, que ya se encargará nuestra psique de quedar debidamente fascinada. En estos últimos años, el despegue de Internet y las nuevas tecnologías relanza la difusión del tema pero ay, cuidadín, porque puede suponerle su golpe de gracia final.

Los supuestas imágenes resultan mas imposibles de creer que nunca por la facilidad actual para falsificarlas, los testimonios ridículos asociados a ellas provocan cada vez más el bochorno en propios y extraños y el tema empieza a adquirir un aura de rechifla unánime . Y hace años que no aparecen casos ni libros "importantes" sobre el tema, tan solo realitys mediáticos sobre bufonadas asociadas, dado que el tema "padre" está caput.

El "fenómeno" ovni ha muerto por incapacidad para alcanzar el orgasmo, por gatillazo definitivo y por ser huidizo hasta la médula, como solo puede serlo una amalgama de peras con tomates unidos por la voluntad de creer.

O por la incapacidad para contradecirlo ¿quien puede probar la inexistencia de algo? Asco de racionalidad. Al próximo escéptico a piñón fijo que me cruce lo archivo en .trash.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Numeratis y otros empollones mercenarios.

Numerati. Stephen Baker.

Como la literatura de género que leo ultimamente se corresponde con títulos ya antiguos, no creo aportar nada original si los reseño. Así pues, os doy la plasta con libros pijo/intelectuales de esos de estar a la última del Copón, de los que ponen en cantidad de estantes y parece que te lo van a revelar todito, todo.

Este es ameno, sí, el Mandamiento Número Uno de la cultura moderna, pero con cierto sensacionalismo entusiasta que le sobra, cachis. Como el autor no es tanto matemático como periodista y bloggero, su fuerte son las entrevistas y no tanto los conceptos, aunque hay que reconocer que se esfuerza en ese sentido.
En fin, por estos lares ya sabíamos que el hombre es un ser social, animal de costumbres y todo eso. Por lo tanto, esos hábitos y pautas los deja por todas partes y ayudan a predecirle, que mira que es descuidado. Y lógicamente, por otros lares (los de siempre) se han tomado el bendito trabajo de matematizar todo ello, o por ese camino van.

Ahora nos encontramos con que, en estos últimos años todos tenemos, además de nuestra eventual mala sombra de siempre, una especie de sombra digital que nos sigue a todas partes. Las páginas porno que visitamos y lo que hacemos en ellas, los reductos frikis interneteros, los pagos de libros, muñecas hinchables, látigos, esposas y cacharritos variados, todo ello con la tarjetita de crédito de la leche. A que bloggeros comentamos y quienes nos comentan (si les apetece hacerlo, claro)

Los operadores telefónicos saben desde donde llamamos y a quien, y el Gran Hermano Rubalcaba con el software SITEL está en condiciones de cruzar todos esos datos y no es el único.

Porque todo este trasiego aporta una cantidad enorme de información y ahora, por primera vez en la historia, en formato digital, en ceros y en unos, tan simplones ellos. Pero suficientes para servir de pasto a redes de ordenadores y programitas cotillas, capaces de reconocer patrones hasta en la sopa. Y salvo cuando las enfocan a la medicina preventiva, en todos los demás campos es posible un uso controvertido e intrusivo de estas aplicaciones, neutrales como tales y susceptibles de trabajar con datos de toda procedencia.

Se trata de averiguar lo que nos gusta para metérnoslo hasta en la sopa y sacarnos todos los cuartos. De optimizar las cadenas de trabajo a base de monitorizar la conducta de los curritos, su uso del ordenata, sus retratos en multitud de cámaras y registros, etc, para "reajustar" plantillas para mayor gloria de los accionistas. Con quien te comunicas más en el trabajo y quien, por tanto, podría secundarte en posibles deslealtades.

No es que estas matemáticas sean omnipotentes. Los propios científicos que trabajan en esto se lo matizan frecuentemente al autor, frenándole su entusiasmo snob de Juanito con Juguete Nuevo y sus proyecciones mágicas sobre la ciencia estadística. Ya le dicen que si basura que entra, basura que sale. Que muchas veces, las correlaciones estadísticas son espurias y basadas en relaciones de causalidad falsas o bien, le recuerdan el chiste del borracho que buscaba las llaves bajo una farola encendida aunque no estuvieran en ese sitio, simplemente porque "allí había más luz". Y también, que la tremenda variabilidad e impredecibilidad del ser humano es algo que les frustra y les desconcierta, ay, así se lo confiesan estos angelitos platónicos.

Pero, a pesar de ello, traslucen un entusiasmo tremendo (e inquietante también) por toda esa nueva aura digital que nos rodea y por la forma de cribarla y ordenarla. Un simple dato: si en una página web tan solo introdujeras el género, la fecha de nacimiento y el código postal, en el 83% de los casos ya podrían identificarte con el censo en la mano. A mentir, pues, como bellacos.
Uno de estos empollones, por cierto, creó un programa policial sumamente penetrante y luego, apesadumbrado por la posible intimidad amenazada, desarrolló otro software complementario que enmascararía las identidades concretas sin entorpecer las búsquedas. Lástima que este segundo programita disculpatorio posíblemente no lo aplique casi nadie.

En fin, un saludo monitorizado a todos los avatares que me leéis, jeje.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Cuando Lucifer se explica

El efecto Lucifer. Philip G. Zimbardo.

Esta reseña va sobre un libro cínico, mucho, como pocos de los que había leido ultimamente. La desfachatez moral nos la sirve en bandeja un psicólogo de cierto renombre (al menos en su area) que no tiene reparos en mostrar el sadismo investigador y la frialdad que algunos estudiosos de las ciencias sociales procuran disimular todo lo que pueden.

No contituirá una revolución en Psicología ni su autor destaca por ser el primero en plantear el tema inquietante de la banalidad del Mal, de lo fácil que resulta el que cualquiera nos convirtamos en un repugnante bicho amoral y/o un timorato seguidor del rebaño, que esto es una cosa que ya todos intuíamos poco mas o menos. Símplemente es que, en los psicodélicos y contestatarios años 70, este tipo resultó ser el pedazo de sinverguenza que puso en marcha el llamado Experimento de la prisión de Stanford (EPS, más cortito). Por lo tanto, el libro está escrito por el padre de la criatura (y en su web, como veis, este pánfilo con barbita habla ahora de los "heroes". En fin, aprovecharse de un error pasado para hacerte guru...).

Si no os da pereza, lo podeis googlear y ya vereis como resultó ser una de las simulaciones clásicas en materia de psicología social. Cogen y reclutan a base de promesas monetarias a un grupo de pringa.., digoo, a unos estudiantes, a los que previamente habían aplicado toda una serie de test clásicos (el multifásico de Minnesota y otras hierbas). Y sí, por supuesto, que todo quisqui los superó y ninguno de ellos mostraba tendencias psicopáticas ni problemas de personalidad relevantes. Todos aparentaban ser los típicos niños zampabollos de todas las épocas.

Pero esta normalidad no resultó poseer depués la más mínima relevancia. Porque en una de las instalaciones de la Universidad californiana de Stanford se simuló, ay, mami, una prisión. Nada menos. Y a lo que parece les salió la madre (original) de todos los Grandes Hermanos televisivos, así como el cimiento teórico y Libro Blanco de los Guantánamos y Abu-Graibs que vinieron después. Mal que le pese a su mas tarde acongojado inventor, sus "hallazgos" se incorporaron a más de un manual de interrogatorios, detalle que reconoce llevado por la inevitable vanidad humana.

Pues bien, tal y como ahora los físicos colisionan moléculas en los aceleradores, los psicólogos sociales hacían y hacen lo propio con personas, lógicamente, para ver como les cambia el careto y la conducta cuando se les pincha.
Y para ello, en el EPS se acondicionaron unos locales, se habilitaron celdas con cerradura, se instalaron cámaras y grabadoras por todas partes y se repartieron por sorteo los roles de carcelero y presidiario. Se constituyó hasta una supuesta junta de evaluación de libertad condicional (dos alumnos empollones del autor) y el papel de alcaide de la "prisión" quedó reservado, como no, para el propio doctor Zimbardo, catedrático de Psicología, que logró una subvención de la ONR (Oficina de investigación naval) para sus gastos, detalle escalofriante y revelador.

Con los apropiados trajes humillantes para los "presos" y algo parecido a los uniformes de celador de prisión para los "guardianes" dieron comienzo, durante quince días teóricos, una serie de despropósitos en progresión geométrica. El "alcaide" se lavaba aséptica y científicamente las manos y los "guardias" se fueron volviendo cada vez más sádicos, llegando a humillar a los "presos" con una creatividad escalofriante.

Uno de los encerrados tuvo que ser sacado a los pocos días con una crisis de ansiedad, los demás se transformaron en borreguitos dóciles y Zimbardo se abstenía de intervenir en nombre de la objetividad de la ciencia. Admite que, llegado un momento, el mismo se sentía más alcaide que psicólogo, hechizo que confiesa que rompió su propia novia cuando, al enterarse del experimento, le dijo que estaba loco y consiguió que lo parara nueve días antes de lo previsto.

En el libro se describe el día a día, con desapasionamiento y crudeza. No sé porqué, pero a estas alturas de embrutecimiento el leer tales abusos experimentales aún consiguió que deseara agarrar al psicólogo este por el pescuezo y retorcérselo. Logra demostrar que los factores situacionales superan casi siempre a los disposicionales propios de cada uno, su teoría querida, con el Sistema como malvado principal.
Lo logra explicando después, con un análisis de alta calidad, lo que pasó posteriormente en otros experimentos, así como en Abu-Graib, aquella cárcel irakí donde amontonaban a los presos desnudos y los fotografiaban para colgarlo todo en Internet.

Pero lo que no consigue es lavar su cara. Por más que se presente como un activista e intelectual antivietnam de aquellos años -¿y como entonces consiguió una subvención militar?- y por más que luego se vuelque en el último tramo del libro en la autoayuda y en el buenismo facilón.
Ya puedes haber escrito, doctor Zimbardo, un brillante mea culpa; ya puedes acertar en lo de que hay que conocer científicamente a fondo para después prevenir . Es posible que así sea, pero si por mí fuera, tus próximos experimentos los ilustrarías a base de ponerle electrodos a tu santa madre.

Bueno, un abrazo. Disposicional, eso desde luego.

lunes, 19 de octubre de 2009

Hipatia y la tacañería.

La ultima noche de Hipatia. Eduardo Vaquerizo.

Obviamente, a quien le guste la cf también le puede gustar la historia, a ver porque no. Y si te gusta la historia y además la cf, los viajes en el tiempo son el maridaje perfecto para especular y disfrutar . Nada tan excitante como mezclar la mutua extrañeza que dos épocas muy diferentes, encarnadas respectívamente por los cronoviajeros y los huéspedes coetáneos, se pueden provocar entre ellas.

Encima, resulta muy lógico identificarte con el viajero, con el que salta, con el que se infiltra. Todos llevamos dentro -se dice así ¿no?- un explorador frustrado que se quedó en simple turista de agencia (algo es algo) y babea ante lo exótico. Y todos llevamos también, ay, al hortera que le gusta presumir, ya sea de cacharritos, de tecnología, de conocimientos, de actitudes “modernas”, etc, ante los visitados. Suena fatal decirlo, pero así es y todo escritor solvente en este campo lo olfatea y procura plasmarlo lo mejor que puede.

En esta novela, publicada aprovechándose legítimamente del tirón y la publi de la peli de Amenabar, todas estas buenas intenciones se palpan pero se quedan en poco. Hay mucho de ese buen turista que hace bien los deberes y que se aprende todas las explicaciones del guía. Vaquerizo te regala con hermosas postales de aquella Alejandría, con su correspondiente inundación sensorial y todo eso. El nivel de información histórica, recurriendo a “cartas” de algunos personajes, es bastante bueno, aunque no libra a estos de cierta planitud, cosa que ya podías prever y perdonar.

Y perdonas porque esperas y esperas lo que acaba por no darte, limitándose a los esbozos. Porque de Hipatia se podía haber sacado muchísima mas tajada. Mucha más que con la interpretación correctilla y sosita de la peli facilona de Amenabar, ya que una novela da para muchos más matices. Esta filósofa es todo un filón, por ser una enciclopedia con patas comparada con sus contemporáneos y -mentiríamos como bellacos si no lo admitimos- porque tenía fama de estar mas buena que un queso. Ale, ya está dicho. Provocaba, pues, a la razón y al instinto, a este último probablemente sin querer, lo que a la postre termina resultando aún mas irresistible.

Erótica en sentido amplio, listilla y de temperamento dominante, con aires de inalcanzable ¿acaso alguien cree que lo del neoplatonismo por sí solo tiene algún morbo, jejej?
Y casi que la novela quisiera ir por ahí. Pero es imposible. Se le cuela un protagonista meditabundo y con fobia social, que obliga al narrador a embarcarse en interminables monólogos fatalistas. Desperdicia páginas preciosas, que podía haber empleado para establecer una tensión dialéctica cojonuda entre dos eruditas de tiempos distantes, llenas de pasión fría y erotismo y tal. Sí, algo de eso intenta, pero se queda prácticamente en dos o tres diálogos cortiitos, cortitos, en revolcones sublimados y asépticos, ay, Cronos/Vaquerizo, que cicatero eres.


Ah, se me olvidaba, hay un apéndice final que no pega ni con cola, resultando más anticlimático que irte a currar después de hacer el amor. No basta -en mi opinión , claro- con escribir y redactar bien. Digo yo que lo que se escriba también habrá de ser pertinente ¿no?

lunes, 24 de agosto de 2009

El desierto estival

A la que caigo en cuenta llevo casi dos meses sin actualizar ni contar nada importante, lo cual no es que tenga nada de particular, ya que la importancia de lo que contaba antes era bastante relativa, je, je, por enunciarlo de forma amable. En esta entrada voy a dejar constancia de la apariencia del panorama bloguero, cercanito y doméstico, a fecha actual.

No sé que narices os ha pasado, en primer lugar, a la mayoría de los que os tengo como enlaces en la lista de la izquierda. Hay honrosas excepciones, tales como Instan , Nacho y también Yarhel. Pero las tales lo han sido más bien parcas y breves. Para esta parquedad valdrían las consabidas explicaciones del parón veraniego, lo de la ralentización estival de las neuronas, las escapadas vacacionales a lugares con conexión deficiente, etc...

Esto último, pej, ya no es excusa: sabido es de sobra que las ofertas de Internet móvil a través de módem USB que tenemos en España son de las más baratas y eficientes del Tercer Mundo...

Otras ausencias, como la de Errantus, también son bastante lógicas. Imagino que tendrá tal trabajo con su nueva criaturita que no dará para más. Un abrazo y mis mejores deseos para el bebito.

Luego están las desapariciones más bruscas y dramáticas, como Knut, que parece que en sus últimas confesiones casi hiciera algún tipo de despedida. No voy a entrar en circunstancias personales, desde luego. De hacerlo sería, símplemente para desear que las coyunturas de vuestra vida personal no sean las responsables de la planitud del panorama, en el que por supuesto me incluyo.

Cuantas veces lamentas, hay que ver, no estar físicamente delante de alguien, para compensar la ausencia de reseñitas literarias tan solo con eso, con cercanía y conversación, con el aprecio humano que te acaba inspirando ¿inexplicablemente? alguien a quien, a pesar de no conocer físicamente, lees desde hace años. Pero este lamento es algo de lo que no puedes escapar y no tiene nada de nuevo, la geografía es una tirana cabrona y cruel.

El problema principal, en estos lugares particulares nuestros donde se habla de literatura, cultureta y demás, es que no siempre nos acompañan las fuerzas. No siempre acude presta la inspiración y no resulta fácil comportarse de continuo como un Perfecto Procesador de Datos. Leo con envidia, muchas veces, el blog Insensatos de Marguis, por poner un ejemplo y me pregunto cuanta memoria Ram tendrá en el cerebro, como logra tener esa continua curiosidad y voracidad por seguir las creaciones de casi todo.

Si fuera cierto que estamos en la era del manejo de información (mentira y gorda, sin dinero la infor no vale un pimiento y viceversa) el ameno caso que representa ella no cabe duda de que representa una magnífica adaptación evolutiva. Igualmente lo es la que "encarna" el camarada cibernético Besa, tan culterano e irónico el, que vitalidad tiene en su travestida personalidad de silicio, je, je...

Espero que no perdamos ninguno la curiosidad intelectual, las ganas de seguir aportando aunque tan solo sean chorradas y que la hierba no crezca en el camino, que leeros poquito es muy fastidioso, a ver si os enteráis. Yo, por haber escrito esta última orden evangelizante, voy a flagelarme un poquillo. Voy a lanzarme a por la puta Pila de cabeza, que llevo casi un mes leyendo solo etiquetas de rutas y carreteras.

Un saludo añorante.




lunes, 6 de julio de 2009

De Vellum, Tintas y otros cambiazos rápidos.

Tinta. Hal Duncan.
Cierta entrada del virtualmente desaparecido compañero Knut -por intoxicación de gazpacho y gambitas, creo- me llevó a comprarme los dos megatochos ( sobre todo el segundo) arriba citados
para, básicamente, coincidir en unas cosas, matizar otras y añadir algunas cuantas. A ver con que, sino, mareas la perdiz.

Pues resulta que este universo, el Vellum, es maternal y paternal, nos contiene y amamanta a todos y está lleno de pliegues dimensionales que poseen la misma consistencia ontológica y física de los sueños. Y como se puede suponer, en muchos de esos "pliegues", tomémoslos así, existen variadas copias nuestras y todo eso que se espera de las fantasías multidimensionales y paralelas.

Pero a Hal Duncan, las "copias" que le interesan son las de siete personajes muy particulares, empeñados en combatir a Angeles y demonios. Así los llama, pero ni los unos son buenos ni los otros son malos. Eso sí, si que hay un villano a defenestrar y este es el determinismo del dichoso Libro de las Horas. Si estás apuntado allí -y todo quisqui lo está- la partida de tu vida ya está jugada para siempre.

Y ha realizado una pirueta forzada con la estructura de la historia y la forma de narrar, curiosa y atractiva, pero que muchas veces ejerce en el lector -al menos en mi Lector Subjetivo, je, je- un efecto letárgico cuando no letal. Cada cosita que les sucede a los personajes ha de pagar peaje. Ha de sucederles también en todos y cada uno de los plieguecitos de esa "realidad", algunos de ellos de un alegórico subido, lo cual te satura las meninges que no veas. En el segundo volumen, pej, hay una representación teatral infumable, la tortura de uno de los personajes nos la hacen en realidad a nosotros, porque se repite de mil maneras en mil mundos, en fin...

Y la cosa es que derrocha un chorro de imaginación, tiene una verborrea fluida y resultona y bastantes pasajes memorables. Habla de almas, reencarnaciones, chakras, energía orgónica y otras hierbas esoteristas pero de manera irónica y divertida, siempre con el aire de quien se ríe de todo ello y se la trae al pairo cualquier tipo de consistencia. Te proporciona una inmejorable oportunidad para entrenar la mente, ya que te pasas todo el rato ensamblando puzzles. Inyecta culturilla histórica en todo momento como quien lava.

Pero es un pelín abusón. Abusa del lugar común y baul de sastre en que se está convirtiendo la nanotecnología, depositaria del poder que antes se atribuía a los dioses, los genios, el Eter mágico, etc. Abusa de la licencia literaria de usar un universo tan sumamente plástico que casi todo puede pasar y, no obstante, a veces consigue que durante trozos enteros no pase de nada. Un drama no es más épico ni más intenso porque lo repitas y marees miles de veces. Y cuando consigue que en alguna línea argumental lo estés pasando bien -sí, cuando quiere lo consigue- entonces de pronto, tachan, viene el corte, nos vamos a publicidad y ahí te comas con patatas el coitus interruptus, en este caso orgónico, reichiano y todo eso.

Un saludete plegado y liado.

martes, 9 de junio de 2009

Los hombres que no amaban a las mujeres


¿Y porqué demonios la hacker que ayuda al investigador tenía que tener estética punk? Ese movimiento setentero eternamente reclamado por el cyberpunk cinéfilo.... Por supuesto que en esta película hay un desfile de lugares comunes, inevitables quizá. La estética de la chica es, de hecho, el principal reclamo para el cartel.

Al periodista íntegro le llaman a un enclave aislado para resolver un crimen antiguo. Ya adivinamos que habrá bloqueos, obstáculos, etc, Y que habrá una reunión con los sospechosos donde le dirán que está molestando, le querrán matar, etc. Todo esto te lo ves venir porque, por suerte o por desgracia, ya te has visto un montón de pelis de crimen vergonzante y demás.

Lo novedoso es el empeño en crear un singular personaje atormentado, el de la delincuente/investigadora genial/joven problemática, que parece que habría necesitado una réplica un poquito más viva por parte masculina. Es demasiado correcta la interpretación del reportero, demasiado aséptica.

Sin embargo, lo pretenden compensar cargando las tintas en la sordidez de las vicisitudes por las que pasa la hacker. El resultado es un tanto agridulce.Cuanto más valiosa es la ayuda que presta al investigador, cuando mejor lo hace quedar por los datos que le aporta, más indecorosa resulta su presencia socialmente, más alienada parece la persona, como una suerte de condena de cierto tipo de eficacia.

El mensaje parece ser que si eres demasiado penetrante señalando la verdad, procura tener una imagen lo más presentable posible, intenta ser como aquellos a quienes podrías presentar a tu suegra, porque sino...

Y luego vendría la acostumbrada asociación de capacidades casi mitológicas a los hackers informáticos. Desde luego que pocos llegamos a ese nivel, quizá por eso mismo se nos hace difícil juzgar la verosimilitud de lo que consiguen. Siempre que realizan hazañas suelen ser como regalos al protagonista principal. En este caso, en esta relación tan desvaída de la pareja protagónica, el único mérito de el parece ser el de no pisarle ningún callo a ella, a este personaje parecido a un buscaminas, que nunca sabes cuando vas a molestarle.

Y sí, la trama y el misterio están correctamente hilados. Al no haberme leído la novela no puedo juzgar con más profundidad. Me da la impresión de que no se deja ningún cabo suelto...pero, un momento ¿No es inverosímil que en cierta escena grabada en cámara nadie reconozca a la hacker salvo el periodista? ¿solo porque lleva una peluca rubia?

No sé, será que los suecos son tan fríos y distantes...

Abracitos a todos.

miércoles, 27 de mayo de 2009

Diáspora.




DIÁSPORA. GREG EGAN.
Es lo más genuinamente hard del panorama actual y lo digo refiriéndome a lo que se ha publicado últimamente, con permiso de Peter Watts y su Visión ciega, consciente de las diferencias notables entre las dos.

Es cifi "muscular", je, je, pletórica de requisitos culturales para entenderla.

Bonito panorama, según se mire, claro, nos pinta aquí Míster Egan. Nada podría ser más atrayente para algunos (solo algunos, je, je) amantes del conocimiento y de la estética, las ciencias, las artes, etc, que poder dedicar toda una larguísima vida a investigar y acumular saber. Además de ello, dispones de acceso inmediato y de calidad a toda la cultura producida así como de asistentes de simulación avanzadísimos, para ayudarte a dar forma a lo que piensas y que el placer pueda ser total y absoluto. Para rizar el rizo, tu mente recibe de vez en cuando “actualizaciones”, para estar al día de todo lo que se cuece.

Lo malo es que, ay, dios mío, ya no eres una “persona” o, como mínimo, no lo que se suele entender por tal. Eres, más bien, el descendiente lejano de las mismas, una entidad generada por software. Y uno muy particular, por cierto, programado para generar autoconsciencia y sensación del YO o, al menos, así lo llaman. Y ya no vives en una ubicación física corriente sino que eres “ejecutado” por un sistema operativo, el mismo que corre por una estructura de nodos situados bajo tierra, denominados Polis. Nada, por tanto, de carnes trémulas para palparlas, pero siempre puedes simular tal sensación, faltaría mas.

Estas criaturas soft adquieren verosimilitud por el despliegue técnico y detallista que emplea Egan para describirlos, por los tremendos artificios léxicos y conceptuales que te hace tragar sin desmayo y sin la menor piedad con los débiles.

En este sentido, es quizá el autor que mejor trabaja el tema. Y a estos seres hechos de bits los convertirá en exploradores del Universo e, incluso, del multiverso. Interactuarán brevemente con seres de carne y hueso y otros parecidos a androides, pero la epopeya del relato les pertenece a ellos por entero.

Ante un desastre inminente y armados con todos el conocimiento posible de la física, véase en este sentido la reseña de Instan, pej, que el autor te recita con entusiasmo y sin clemencia, eludirán casi todo cuestionamiento metafísico acerca de ellos mismos y se lanzarán tras una superraza extinta. Digo lo del cuestionamiento, porque emplean este como reflexión meramente operativa, aquí la introspección prima poquito frente a la presión de lo que se “vive”.

Los transportará una inventiva autorial tremenda, que les lleva incluso a entrar en una universo con cinco dimensiones espaciales, si mal no recuerdo, experimentando aquello del planilandés vuelto del revés y perdón por el chiste facilón. La pirotecnia conceptual, técnica, terminológica, etc, es apabullante, como no podía ser menos, corriendo pareja con la falta de definición general de los personajes, cosa que en esta ocasión no me ha importado demasiado, ocupado como estaba en no perderme las especulaciones.

En esta ocasión, lleva más lejos que nunca las posibilidades de editar y de clonar las mentes en software que ya empleaba en Ciudad Permutación, aunque aquí de esto no se derivan perplejidades existenciales. Más que por crear desazón metafísica, elige decantarse por el espíritu de Stanley, Livingstone y Tsiolkowsky, (doquiera que vaya el “hombre” tendrá una “casa” y todo eso) entorpecido, ay, por las erratas editoriales traidoras.


Un saludín desde mi disco duro.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Star Trek, porqué no.

A ver, ¿Porqué no vas a ir a verla? ¿Porque existe un riesgo muy real de encontrarte con una aventurita sin más? ¿Porque a estas alturas del espíritu original de la serie (sea lo que esto sea) casi no quedará nada? ¿Porque te pueden ver los amigos entrando en el cine (je, je)?.

Bueno, todas estas razones son válidas y todas ellas se cumplen un poquito. La realización de la peli es correctita, los decorados son resultones. Los exteriores planetarios parece que poquito a poquito van alcanzando verosimilitud y se alejan del cartón piedra y de la infografía baratilla de no hace tanto. Pero salen cadetes espaciales con novias y rivalidades, ay, como en Tropas del espacio.


La narración introduce a unos enemigos provenientes de varios años en el futuro que pretenden destruir, con ánimo de vengar una supuesta injusticia venidera, todo lo que pillan a su paso. No reparan los guionistas en la descomunal paradoja temporal del abuelo asesinado ni nada por el estilo. Se trata de ir encontrando en un pasado alternativo a todos los personajes originales cuando aun eran púberes, para así poder introducir las tecnologías digitales y los más acabados interiores futuristas de hoy en día, je, je...


Y, como se trata de mostrar a los personajes originales en su juventud, los actores son jovencitos y jovencitos sus personajes, equilicua. La combinación hace que a veces te parezca estar viendo alguna serie de esas del disney channel, con todos estos muchachos que pasan de tener pulcros flirteos en los cuartos de la academia a liderar toda una batalla espacial y salvar a la Tierra.


Y el joven capitán Kirk está predestinado, claro. Lo sabemos nada más empezar, pero no por que ya sepamos que envejecerá comandando la Enterprise, noo. Es porque un maduro almirante, de los duros, un veterano digno de Heinlein, le clava la mirada de las Mil Millas, la del demuéstrame que eres un Emperador de Todas las Cosas (además de ídolo teen).


Y claro, lo demuestra ante el malísimo e infrautilizado Eric Bana, al que no conoce ni dios, con todo ese Tattoo de motero que lleva por el careto. Y en una nave enemiga absurda e inverosimil en la que, por más inmensa que se vea, apenas hay espacio para andar en horizontal, la leche, que vértigo. Como siempre, los vulcanianos llevan togas y son sosos, los terrícolas expresan sus emociones divínamente y los malos parecen motoristas del extrarradio. Y Scotty, con su teletransporte habitual, salva a protas y guionistas de callejones sin salida sin cuento, que viva la varita mágica.


Menos mal que a ratos sale Leonard Nimoy. Solamente con su máscara habitual ya vale por mil infografías

lunes, 27 de abril de 2009

El espectáculo del vampiro

El espectáculo del vampiro. Richard Laymon.

Que bueno que para variar no sea una historia coral, de esas que cada vez que termina un capítulo tienes que olvidarte de esa línea de la trama y ponerte con otra. Y que conste que a mí también me gusta seguir la acción a través de tropocientos personajes si se tercia, ojito. Pero aquí, en esta novela protagonizada por adolescentes y que se desarrolla todita ella en la misma jornada del día, solo tienes que seguir el punto de vista de uno de ellos, Dwight Thompson.

Se les ha metido en la cabeza ver una supuesta representación vampírica en las afueras del pueblo, cosa que hará que se desencadene un torbellino de despropósitos que te mantienen azuzado.

Y cuando acabas un capítulo con auténtico dolor, no por ello no tienes que lamentarte: hay otra buena dosis de acción narrativa que nos retoma la interrumpido justito en el segundo siguiente, continuando hasta con las conversaciones, costumbre no demasiado frecuente en la literatura de género hoy en día, muy dada a las perspectivas múltiples y elipsis más o menos dilatadas. De hecho, la historia entera es un continuo temporal denso y de pura concentración zen en el instante.

De esa manera, la aventura de tres adolescentes, chica y dos chicos, a quienes se les unirán dos mujeres más, adquiere una intensidad propia de los buenos narradores, de los que te enganchan.

Es fácil la identificación con el protagonista; reacciona instintivamente con las mujeres como a todos nos gustaría y ellas se lo premian, así da gusto ser adolescente, je, je. Con ello no quiero decir que sea un conquistador activo sino más bien un recompensado por méritos. De hecho, son las recompensas femeninas -junto al terror, faltaría más- uno de los ejes emotivos de la trama. Las chicas son, de facto, las que marcan aquí las pautas y poseen la mayor capacidad resolutiva. El protagonista masculino, por contra, lo que sí que experimenta es mucho miedo aunque, y para compensar, también resulta ser muy premiado y no me refiero solo a recompensas de tipo erótico, sino a satisfacciones emocionales. Es bonito sintonizar y fluir con ellas y aquí y en ese aspecto, este adolescente podría representar una especie de reconciliación con las Féminas Todas (o casi, ya se verá)

Pero la ternura se debe contrapesar con esa insospechada carga siniestra que rodea a un típico pueblo somnoliento de los años sesenta en los EE.UU . Es algo que recuerda por momentos a IT, ese novelón de King, pero solo por momentos. Laymon divaga menos y te cuenta más, es más agil y menos atmosférico. Te prepara sorpresas y algunas de ellas, como no, consisten en la condición obscena y morbosa de algunos de los personajes principales, con sus lados oscuros e insidiosos.

La representación teatral vampírica resulta ser de una naturaleza insospechada pero no defrauda y el ritmo es puro crescendo. Me arriesgo a recomendarla y si no os gusta aquí está vuestra casa para ponerme a caer de un burro, ja, ja. Pero si tenéis una chaqueta corred a venderla y comprárosla.

Un saludo con mordisquito.

jueves, 16 de abril de 2009

Vision ciega


Visión ciega. Peter Watts.
Saludines y abrazos, compañeros que de vez en cuando pasais por aquí. Entre las vacaciones y la falta de inspiración hay veces que hasta verguenza me da entrar en este mi blog, pero en fin, al grano.
Acabo de terminarme esta aventura espacial de Watts, la primera que le conocía y me la he terminado pronto porque posee un notable poder de enganche, a pesar de que la trama narrativa se acabe desinflando un tanto al final. Y esto ocurre porque parecía prometernos más de lo que realmente da, en parte por desaprovechamiento de algunos elementos, como la presencia de un vampiro en la tripulación. Sí, vampiros. Resultones pero desaprovechados, aunque consigue que decoren bastante bien.

Para haceros una idea, tomemos Fiasco de Lem, por lo del Primer Contacto y mezclémoslo con las especulaciones neurológicas y metafísicas de Baker en Neurópata, lo más sabroso de esa novela, una vez descartado el elemento de trhiller convencional que la estropea. Pero ojito, que si hablo de Fiasco no es para equipararlas en calidad, porque por lo que hace a efectos de extrañeza alienígena y profundidad especulativa la de Lem es como la Biblia del tema.

Pero aunque esta novela no sea tan profunda apunta muy buenas maneras y también, ay, unas muy peligrosamente elevadas pretensiones. Y, obligatorio es reconocerlo, una muy concienzuda documentación sobre el tema de la conciencia, la mente, la individualidad, etc...

La trama va, por supuesto, de una expedición hasta el final del sistema solar, a cargo de una tripulación genéticamente "mejorada", con ese tipo de mejoras que más bien resultan alienantes pero en fin, capitaneada por el vampiro ese que decía, genéticamente "resucitado" junto a varios de su especie en una Tierra del siglo que viene.
Les han encomendado echar un vistazo a una suerte de entidades raras que parecen haber llegado a curiosearnos sin pudor.

El autor es biólogo marino, sabe un chorro de evolución y selección y le pirra el tema del cerebro y la mente. Los alérgicos a todo esto mejor se mantienen lejos, porque en ese sentido el autor si que pretende hacer cifi dura y sin concesiones.

Ya de entrada, el prota es un mutilado cerebral temprano que, a base de neuroimplantes, logra integrarse socialmente leyendo el lenguaje postural y facial, pero sintiendo por dentro un tremendo vacío, falta de emociones individuales y carencia de sentido del Yo. El se compara asimismo y a los demás con "cajas chinas", un concepto del filósofo John Searle.

En efecto, Searle nos propuso imaginar que una persona con conocimientos nulos de chino era entrenada para reconocer ciertas secuencias de caracteres en esa lengua y, según las que recibiera, entregar otras. La persona trabajaría dentro de una caja con dos ranuras y esperaría a recibir tiras de papel con mensajes en chino para, según las secuencias de caracteres que reconociera, entregar otras por la otra ranura. Así, un interlocutor chino, que no supiera nada sobre el funcionamiento de la caja, podría creer que la caja entiende algo de chino. Si a la persona de dentro se le entrenara para reconocer una gran cantidad de secuencias de caracteres el interlocutor podría llegar a mantener una comunicación aparentemente inteligente.

La diferencia de la caja china con la máquina universal de Turing radica en que, como Searle explica, los mensajes introducidos y recibidos por el interlocutor tienen una estructura sintáctica y un contenido semántico, pero para el hombre de dentro no significan nada, es decir, solo tienen contenido sintáctico. Según Searle, el androide imaginado por Turing, que se supone daría el pego como inteligente, sería solo una súper complicada caja china, capaz de procesar datos y producir respuestas coherentes pero sin saber lo que hace.

Esa es la propuesta de Watts, la excusa para sus encontronazos con los alienígenas. El universo se autoorganiza, desarrolla vida, sí, evoluciona en complejidad y todo eso, pero no necesariemente adquiere autoconciencia. Cuestiona, por tanto, la utilidad que esta tiene para nosotros, postulando con especulaciones sabrosillas lo muy autómatas que realmente somos. Todo ello aderezado con la inevitable Teoría de Juegos acerca de las intenciones alienígenas, intrigas y golpes de efecto, etc.

Al final, las sorpresas alienígenas pierden algo de fuelle, parece como si el mismo se cansara de la trama que está contando. Lo compensa el hecho de que logra crear un universo interesante al que parece que vuelve con la siguiente novela, que leeremos por aquí si los dioses editoriales nos son propicios.

Un abrazo muy consciente a todos, je, je, vive dios.

martes, 31 de marzo de 2009

Underwold


Intuimos la calidad de una película antes de verla, algo así como el instinto nos lo advierte. Pero cierta persona que ahora corre peligro de muerte por ello me dijo que esta no estaba mal. Confío por el bien de su integridad que en este momento esté bien lejos, brr...

Claro que a uno le encanta ver a los vampiros peleando con los hombres lobo, pero no de esta manera, caray.

Porque hoy en día y a lo que parece, realizar una película de corte fantástico, salvo algunas excepciones que salen bien consiste, básicamente, en seleccionar actores que den el pego visual y en combatir a muerte la nitidez de imagen, que así te ahorras un montón en decorados creibles.

Y es que Underwold, la rebelión de los licántropos, una especie de precuela a lo que parece, está toda ella filmada en un color azulino del copón del que es imposible escapar, de una cualidad cercana al de algunos antros góticos de la nocturnidad. Sí, ya sabemos que los vampiros solo operan en las tinieblas, pero hay dos opciones clásicas de iluminación que nunca dan mal resultado:


a) Optar por el realismo o por algo cercano al mismo, como hicieron en el Drácula de Coppola y otras, como Entrevista con el vampiro, etc


b) Filmarlas con una correctita luz de estudio como las entrañables y antiguas de la Hammer, con lo que consiguen que las veas de cine, nunca mejor dicho.


Luego, alguien supuso hace ya tiempo que los vampiros deben imitar en su aspecto a los grupos musicales tipo Bauhaus y otros de los 80s, que a su vez imitaban a vampiros del cine mudo, etc.

De ahí a pasarse por alguna fiesta de siniestros y góticos de algún país nórdico y reclutar a los figurantes solo hay un paso, que en esta cinta dan sin complejos. Hay alguna que otra vampiresa secundaria por ahí que solo le falta hablar por el móvil.

Y luego, para los licántropos, siempre habrá un referente básico para su transformación en tales. Me refiero a la fantástica escenificación que se realizó en Un hombre lobo americano en Londres, la madre de todas las transformaciones. Aquí han hecho Copia y Pega, pero con algún programa de digitalización baratillo, porque el resultado siempre les queda escalofriante aunque no de miedo precísamente.

La culminación del caos, el ataque final de los licántropos, es de una textura cercana al patetismo visual. Semejan un montón de bolas peludas corriendo a tirones y "escalando" las murallas del castillo vamp, como esos muñequitos que los lanzas a una pared y se quedan pegados.

Se salvan por su trabajo el actor que interpreta al vampiro jefe, el diseño de algunos trajecitos y poco más. El licántropo lider, cuando es humano, tiene menos carisma que el ministro Solbes recién levantado y la vampira rebelde funciona más como una adolescente tocapelotas que como la Gran Traidora a su Raza.
Bueno, un saludo cariñosete a todos.

sábado, 14 de marzo de 2009

Watchmen y el Powerpoint.

A ver, que ya sabemos que toda película comienza, además de la pelea por la pasta con los productores, con el story-board dichoso ese, una especie de cuaderno donde se dibujan las escenas antes de ser rodadas, una especie de complemento del guión escrito para plasmar las escenas sobre un papel y aclararse un poquillo . Más que nada porque los directores suelen tener un pensamiento demasiado visual para que les baste solamente con las letras.

Pero está claro que en Watchmen no hacía falta ¿Que mejor story-board que el propio cómic de Alan Moore? ¿Se puede pedir uno mejor? No, ciertamente que no. De ahí el atractivo visual de la peli, como negarlo. Lo malo es que tiene todo un aire, no sé... ¿Demasiado estático? ¿Demasiado elíptico, al estilo de un videoclip? ¿Como si no supieran darle cuerda a la acción por sí misma y a los personajes y se limitaran a la composición quietista del plano?

Porque es que esos planos, calcaditos del cómic impreso, tienen una enorme expresividad concentrada, sí, pero echas de menos -salvo en algunos ratos de ese grandioso y emotivo Rosscharcs ( lástima que por obligación lleve máscara, joss)- el sabor del drama, el fluir de la acción.

Extrañas el discurrir de alguna historia, de la acción puramente cinéfila, algo así. Porque trasplantar hermosas viñetas es como un ejercicio de virtuosismo pictórico y todos nos hemos acostumbrado a ello gracias a la publicidad, vale pero, ay, como no hayas leído el cómic...Como sea ese el caso, te verás sometido a una presentación narrativa similar a la que harías con el programita Powerpoint, ese con el que básicamente vas confeccionando diapositivas con efectitos y luego desfilan automáticamente, para poder explicar mejor algún proyecto o rollete macabeo.

La diferencia es que en la presentación esa tu proporcionas el contexto y aquí, para los profanos en la historia, el marco de referencia no se entiende bien, de puro condensado que está, por la inoperancia acumulativa de tanta foto fija, una detrás de otra.

Es como una invasión de postales y de colorines, a ver si consiguen aturdirte, ale...

Y alguien pensó, además,en convertir al Hombre mas Inteligente del Mundo en el muy soso y hollywoodense Rubio Fatal, je, je, en el socorrido Malo Con Laca que Reparte Matraca. Y también en transformar al Dr. Manhattan en un primo autista de Zumosol tintado de azul ¿Acaso nos creímos que transmitiría el misterio que tiene al leerlo en novela?
Menos mal que la superheroina, por lo menos, tiene unos ojazos azules que están para perderte...

Nada, un saludete de viñeta.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Slumdog millionaire.


¿Se puede ser policía torturador de manera "humana"? ¿Y además serlo sin rasgos sádicos evidentes y para colmo honesto? Al parecer, si vives en la moderna India, esa inmensa colmena de karmas en movimiento sí, si que puedes. A fin de cuentas, aquello es como una galaxia aparte, un mundo dentro del nuestro, y no es de extrañar que los ambientes del hampa que salen reflejados en esta película convivan con el desarrollo económico desigual y con el glamour de las televisiones comerciales, lo mismo que si fueran valores morales paralelos y convergentes.

El protagonista de esta historia de factura correcta y culminación bien trabada -de justicia es reconocerlo- es torturado al principio. Nada más empezar ya se come un descargón eléctrico de mil pares de narices, pero esto no es óbice para aparcar toda posible crítica al sistema y centrarse en el esquema Chico busca Chica y la Rescata que no veas. Lo que aquí se busca es otra cosa.

Para ello se coge una historia ya cerca del desenlace y se recurre a los flashbacks, abundantes y caudalosos. Te sumergen en unas infancias colectivas desgarradas sí, pero centrándose únicamente en las gestas particulares y las individualidades. El inmenso horror social del país hace las veces de decorado pintado, es como una formación geológica, inamovible e inevitable.

Pero ¿acaso no sale retratada esa colectividad degenerada, aunque sea oblicuamente? Pues si sale ya tenemos una muestra, aquí en Occidente, donde repartimos los oscars, de la Otredad de Asia, ya estamos concienciados, ale, ya podemos tranquilizarnos. La historia es un ejemplo de como mostrar un país socialmente estragado y ahorrarse cualquier indagación y cuestionamiento. Están en pleno despegue. Los call-centers donde trabaja el prota atienden casi toda la telefonía de USA y Gran Bretaña, se construye como las termitas y su constelación cinéfila se expande como un melanoma.

Por ello, el protagonista es como un angel barriobajero que peca pero eso sí, sin maldad ninguna aparente, como se supone que lo hace la sociedad en la que vive que, al menos en la narración, es redimida por el triunfo de un chaval más puro cuanta más estopa recibe, y que contesta a cada revés con la mirada más limpia de aquel continente, chapeau por el casting.

De esta forma, la pura acción te libra de la reflexión. Esta reflexión se evita al sustraerte todo dato social y ambiental que no pudieras encontrar en un reportaje ternurista de Cáritas. Ah, y para colmo, todo acaba en un baile de Bollywood ¿Nos habíamos olvidado de esta entidad distractora de conciencias con exceso de purpurina?.

Un saludo emergente.

martes, 24 de febrero de 2009

El insípido caso de Benjamin Button.


Esta vez la responsabilidad de ver el muermecillo de David Fincher es completamente mía, por aquello de que como la idea germinal que subyace, la del tipo que sigue un desarrollo biológico inverso, podría considerarse como cifi porque no ver, por tanto, algo de este género. Y lo hice a sabiendas de que a la CF en el cine se le quita todo el mordiente crítico y desasosegante que podría tener, justamente para que deje de serlo y se quede en fantasía nostálgica para que exclamen las parejas de novios.

Se le amputa este ingrediente porque no es plato de gusto para las hordas palomiteras, que tan solo quieren ver la apariencia visual de las especulaciones. En este caso, la peli se merece por completo el plantón que le han dado en los oscars. Por una vez, los que premian han considerado que una exhibición sobre efectos de maquillaje y elaboraciones de Photoshop no puede considerarse historia de ningún tipo.

Aquí tenemos un desarrollo de la idea tacaño y castrante, merecedor de llevar al paredón a los guionistas o, en todo caso, al autor de la novelita pastelera de donde salió el proyecto. La enormidad y anomalía de la circunstancia de rejuvenecer progresivamente no causa más impacto que alguna ligera extrañeza en los residentes de un hogar de jubilados, destino inicial del protagonista, convertido por tanto en coartada perfecta para no romperse mucho los sesos al relatar posibles implicaciones.

Como se asume automáticamente la completa idiotez de los abueletes -incluso los libres de demencias- estos verán normal que la criatura parecida a ET -que tiene bemoles- que llega a ellos al principio vaya siendo cada vez más juvenil, así como experimentando unos liftings y estiramientos de piel que ya envidiarían las estrellonas del corazón.

Porque el caso es que hay sus problemas al rejuvenecer a Brad Pitt, que sí que será muy guapín pero es que, con esa falta de pómulos y rasgos tan suavitos, se pasa la mitad de la película pareciendole a algún espécimen de Star Trek, con esas melenonas encanecidas y esos ojitos azules sobredimensionados, que por momentos recuerdan a los de Gollum, je, je. Porque la magia digital aquí muestra notables limitaciones. Pero lo peor está por llegar.

Brad y Cate Blanchett, la parejita "eterna", son intérpretes funcionales, la verdad es que no pasan de ahí, quizá ella sea algo mejor. Y el problema es que quien les dirige está empeñado en que interpreten sosito y sin gestualizar demasiado, por lo visto para que no se les corra el abundante maquillaje que tienen que llevar encima de la jeta, con las juventudes de uno y los envejecimientos progresivos de la otra. La consigna aquí parece ser : Muestra lo que sientes pero sin alharacas, que con la musiquita de fondo los espectadores ya adivinarán lo que llevas por dentro.

Y el Benjamin, el anciano al revés, se embarca, nunca mejor dicho, en un barco remolcador cuando todavía era de apariencia viejecita. Como el guión pone que tiene que ser marinero, el capitán no se da cuenta de que parece un alienígena arrugado más que un abuelete y lo contrata, faltaría más, o sea que lo dicho, como si se tratara de Star trek Nuevas Generaciones, con espécimen insólito a bordo. Y en todo el tiempo que pasa, por alguna misteriosa razón no se dan cuenta de que se hace más alto, joven. etc. Será porque es más bueno que el pan y muestra una personalidad más plana que los figurantes de anuncio, que todo ayuda.

No se percata nadie de la "extrañeza", porque se supone que los espectadores tenemos que sentirnos más listos y por encima de los perceptívamente cretinos pobladores de la historia, que a lo único que llegan es a razonar que sí, Benjamin, "...tu siempre has tenido algo especial, siempre lo supimos..." y eso cuando la mayoría de los personajes ya están criando malvas o convertidos en afiliados al Inserso y el amiguete trota lozano por las campiñas.

Al final, la pareja eterna solo ejerce como tal en la mitad de sus vidas, donde la Blanchett y el Pitt las pasan canutas para quererse como Dios manda, con ella desesperada por la atonía emotiva de el y, como no, por su temor al compromiso, su misterio vital de pacotilla y que se yo que más lugares comunes. Bueno, a partir de ahora pienso entrar al cine con cilicios y capucha de penitente, para estar más a tono con esta sección.

Un saludín endulzado a todos.

lunes, 16 de febrero de 2009

Paréntesis lector

Porque no vas a estar siempre con la cabeza metida entre las páginas de un libraco, hay que variar, hay que descansar de ello y que ello descanse de ti. Llevo casi semana y media sin tocar un papiro y disfrutando de la vuelta a la dimensión de la inmediatez cotidiana, así como la liberación de pensar más allá de ella. Estoy seguro, además, de que si encima lo complemento con ver TV a la manera clásica, pensando en lo que me dice cada anuncio comercial y cada spot, penetraré en una dimensión de feliz estupidez colectiva.

Por tanto, saldré de mi gilipollez individual para abrazar la mayoritaria. Porque ya se sabe que necesitamos lo social y un gilipollas aislado no es nada sin los otros gilipollas. Suelta una gilipollez leída en los libros y los demás gilis te aplicarán de inmediato un vacío de facto. Porque acumular culturita es como un exilio progresivo en este planeta de titulares y resúmenes rápidos, donde cada día hay que reinventar la rueda.

Véase sino la última barbaridad, la del crimen ese de Sevilla. El nota de diecisiete añitos que mató a su novia porque era suya y de nadie más. Un tipo que dominaba la tecnología de las redes sociales del XXI pero con la ética del cazador-recolector del Pleistoceno. Alguien educado en el ambiente de síntesis rapiditas y acceso fácilón a todo. Y ahora, a estas criaturitas habrá que volver a contarles lo del respeto a las tías, el control de las emociones, el currarse las cositas y...recomendarles lecturas, claro. Y lo tendrá que hacer algún gili convencido de que vale la pena, de que en ello hay un valor añadido comparado con el simple clickear y ya está.

Y vaya parrafada quejosa que me ha salido. Nada, un saludete mentalmente perezoso.



lunes, 2 de febrero de 2009

De viajes al amor mecánico



Eduardo Punset. El viaje al amor.
Que está claro que somos pura biología y que yo soy uno de los que menos van a negarlo. Pero es que me he leido este libro del Eduardo Punset y estoy a punto de bajar a un mecánico a que me hagan la ITV , que parece más atinado que la revisión médica anual que hace mi empresa a sus esclavos productivos.

Punset no es mal divulgador, sobre todo cuando escribe. El librito es como un prontuario breve y claro de los diferentes caminos y efervescencias que ocurren en nuestros sesos cuando nos enamoramos, amamos, desengañamos y, por supuesto, copulamos. Me gusta saber del tema y me reconcilia conmigo mismo de epidermis para adentro, al proporcionarme algo parecido a la ilusión de conocerme y está escrito con la buena voluntad laica y progre de la divulgación estilo Muy y otras.

Aquí nos hace un resumen de charlas que tuvo con diversos investigadores en su programa redes, aquel que inducía el sueño cada vez que el amigo Eduardo se embarcaba con voz adormecedora en preguntas-monólogo de efecto soporífero, tanto en tí como en el entrevistado. Resultado de ello es un compendio de bioquimica y un poquitito, solo un poquitito, de cultura, con la intención de aclarar como nos amamos.

Se echa a faltar toda la abundante investigación sobre el poderoso efecto del medio ambiente en la expresión y activación de los genes. Algo hay sí, pero poquillo. Se abunda en exceso en las explicaciones al guión típico Chico busca Chica para reproducirse y Esta busca Amarrarlo. Con ello se dejan de lado las fantasías sexuales, el mundo del imaginario ¿lo conocerá el?, las sexualidades alternativas, las elaboraciones personales del instinto.

Pero paciencia, todo llegará. Ya se reconoce la desvinculación que hacemos entre el ñacañaca y la descendencia. Pero a Punset le pillará diseccionando algún anca de rana, seguro.

Un saludito bioquímico y determinista.

martes, 27 de enero de 2009

Australia y Disneylandia.

Los primeros seres humanos del género sapiens que pisaron Australia ya lo hicieron hace casi la friolera de cuarenta o cincuenta mil añitos, que se dice pronto, pero desde luego fue antes de Nicole Kidman.

Fue una de las migraciones de nuestra especie más antiguas de las que se tiene constancia, facilitada por unos menores niveles oceánicos que permitieron desplazamientos en embarcaciones sencillitas desde las islas cercanas y todo eso, consiguiendo poblar el territorio de unos extras de cine de lo más resultón.

Después de esto, los niveles del mar subían y bajaban como el termómetro, de tal manera que ello propició un aislamiento de lo más cojonudo y efectivo, una especie de éstasis en el que vivieron con ciertos mamíferos marsupiales, unos que traían una cestita maternal incluida en el diseño y que luego harían las delicias de colonos y espectadores con palomitas.
De hecho, se pasaron el 99 por ciento de su historia étnica y culturalmente solitos, viviendo su particular paradoja de Fermi, cosa que suele traer consecuencias nefastas, al menos aquí en nuestro mundo.

No es de extrañar, por tanto, que viendo saltar a los canguritos y especializándose en sensaciones olfativas, rastros, colinas y demás, no estuvieran preparados para la globalización victoriana que se les vendría encima con los "colonos" británicos. El entrecomillado es obligatorio porque eran en buena parte escoria presidiaria y carceleros ventajistas, que aterrizaron allí como predadores y que laminaron a la población local, dejando la justita para luego hacer pelis de buena conciencia como esta.

Como en toda producción con sacarina, donde los malos lo son sin medias tintas y el sexo es una
muslada apenas entrevista, los actores de las etnias segregadas representan a magos alienados que, en el colmo de la contradicción, ejercen de agentes colonizadores de lo más eficaz. Que sería del rebaño de ganado de la Kidman y el otro prota de cuyo nombre no quiero acordarme, si el niño nativo no fuera capaz de frenar una estampida masiva con solo ponerse de frente y mirar. Como en Cocodrilo Dundee pero a lo bestia...

Y si de pronto el desierto se muestra como lo que es, más seco que la mojama, pues con recurrir al abuelo del niñito, que hace radiestesia gratis, ya tienes agua de sobra, que la cultura donde nació este señor ya señalizó todos los acuíferos existentes, previendo las necesidades de los futuros colonos blancos.

Es decir, que basta que quieras al pequeño niño "café con leche", que lo quieras bien, para que tengas un pase de honor y quedes a salvo de todo peligro, con el continente convertido en un parque temático donde los nativos verán dentro de tu corazón puro y pondrán su sabiduría a tu servicio. Si encima eres Nicole Kidman solo habrás de echar paciencia con ese actor convencional y estereotipado que, a su debido tiempo, dejará de hacerse el duro y reconocerá que te ama.

Pero si en vez de ello solo eres el primo que pagó la butaca -si, otra vez yo, que lo mío es la penitencia fílmica- solo te queda la voluntad de reprimir la arcada tremens y que pasen pronto las casi tres horas.

Un saludete de canguro domesticado.

lunes, 19 de enero de 2009

Paisajes de la Pila.

Están por ahí, acumulando polvo e impaciencia: A barlovento de Banks. Del mismo también está El Algebraista; de Reynolds tengo el Abismo de la absolución; de Peter Hamilton, La estrella de Pandora; Orcos, de Stan Nicholls; El imperio final, de Brandon Sanderson, con lo puñetero que resulta el inicio de una tetralogía, cosa que ocurre con el de Hamilton, solo que en esta caso es menos grave, tan solo son dos. Y aunque la esperas para concluir las historias me saben a patada en los mismísimos, casi prefiero tenerlos todos juntos y zampármelos de golpe. Y se me quedan en el tintero, pero es que son muuchos...

Todos ellos prometen aunque a veces también te la meten. Algunos de ellos alcanzan precios sustanciosos. Casi todos están insertos en líneas narrativas más amplias que debes conocer para erigirte en Maestro del Contexto e Intérprete Supremo de las Alusiones. Todos soslayan la realidad cotidiana para meterte en algún mundo de Oz, con todo el entusiasmo y felicidad por tu parte. Algunos de ellos son crudamente tecnófilos o especulativos.

Cuando pienso que me los leeré me entra vértigo ocular. Ignoro si tendré bastantes píxeles visuales en mi córtex para ponerles color y relieve, así como espacio de memoria para personajes y situaciones. Y si las tramas no me superarán, ya sea por incompetencia mía o del narrador. Con el precio que tienen espero que no sea por lo último.

Ah, y también están dos clásicos que no había leido y he pillado de saldo: Alas nocturnas y El rebaño ciego, de Silverberg y Brunner, respectívamente, por aquello de mantener el contacto con los orígenes. Alguna de vampirillos, por aquello de la adicción al mordisquito

Por no mencionar los ensayos de ciencias, geopolíticas y demás hierbas ladrilleras. La cuestión es que no sé bien cual abordar por exceso de oferta, que mi casa ya parece la librería municipal.

Un saludín empalagado.

viernes, 16 de enero de 2009

Soñando en el Fevre

El Sueño del Fevre es un vapor típico de los ríos Missisipi, Missouri y demás. Si existiera y viajaras con un billete normal tendrías un viaje con no más problemas de los derivados de la calidad de tu camarote y de la infraestructura material de aquella época. Pero si el billete te lo proporciona George R.r. Martin las cosas se pueden complicar bastante.

Porque mira que a quien se le ocurre meter vampiros en un viaje tan largo, que ya es mala idea. Encima no solo están por el buque sino por todas las riberas de esos ríos caudalosos, por esa Nueva Orleans alumbrada por lámparas de gas, tan rococó, tan llena de esclavos y de una humanidad mixta, producto de apareamientos entre esclavistas, negros y mestizos en diversos grados.
Si tiene que haber vampiros tiene que ser ahí y no en Transilvania. Tiene que ser en esa ciudad edificada encima de manglares que siglo y pico más tarde de los acontecimientos narrados arrasará el Katrina. Porque son la miasma y el pantano, la ribera y los enormes y oscuros ríos lo propio del vampiro, en mayor medida que los Cárpatos y otros lugares con solera acreditada.

En esta ocasión vuelvo al mismo vicio irresponsable de siempre, escribir sobre un libro que todavía llevo a mitad y merecería por ello los castigos vampíricos que aplica Martin. Pero por eso le pongo el (1), porque volveré. Porque a pesar de haber pillado la edición de Acervo (cualquiera espera a Gigamesh sacándola en el 2020) con erratas que irritan, te das cuenta de que Martin en 1982 ya le daba la inspiración a la Anne Rice dichosa, a esa copiona de ambientaciones y estilos.
Espero que no defraude el manejo de la historia. Si consigo bajar del barco proseguiré. De momento hemos atracado ahí, en Nueva Orleans...