lunes, 10 de septiembre de 2007

Y Jesucristo también cocía habas.




LAS TÁCTICAS DE PODER DE JESUCRISTO Y OTROS ENSAYOS
Autor: JAY HALEY. EDITORIAL PAIDOS.

Ya hace tiempo que leí este libro curioso y escrito con bastante mordacidad y sarcasmo y lleno de ensayos bastante irreverentes sobre la salud mental. Uno de ellos es el que me ha inspirado esta entrada, acerca de como un líder religioso que seguramente conoceréis, además de la salvación de las almas de sus discípulos buscaba, en sus ratos libres, el dominio de sus voluntades, aficción en la que no sería el primero ni el último entre los ungidos por el señor aunque sí el que mayor fama alcanzaría.

La opción de comentarlo no se deriva de ninguna iconoclastia anticristiana ni tampoco son ganas de provocar a posibles creyentes, puesto que en ese patio ha llovido ya bastante. Tampoco es esa la motivación de Jay Haley, un terapeuta sistémico de la escuela de Palo Alto. Dentro de la oleada de paradigmas que vienen y van en la psicología como las aguas de Mayo, los de la escuela sistémica nos conciben a todos como parte de microsistemas sociales (familia, trabajo, etc ) con funcionamientos más o menos sanos o bien, más o menos anómalos y donde la cuerda más floja es la que se rompe, en este caso el enfermo mental.
(sí, ya se, un resumen dramáticamente simple, sorry).

Entrando en harinas, que es lo que tuvo que hacer Jesús cuando nadie le conocía, vemos que este señor decía respetar la antigua Ley judía pero que proponía una "profundización", una diferenciación, como suele hacer el buen márketing. De hecho, hizo tal revisión de las leyes rabínicas que no podía reconocerlas ni quien las parió. Introdujo, pej. y sobre todo, los crímenes de pensamiento, además de los de acción, toda una osadía y una incursión dentro de la mente del adepto:

"Habeís oido no matarás, pero yo os digo que aquel que se irritare será reo de juicio." (Mateo).

Como tenía necesidad de darse a conocer se dedicó a atacar a las autoridades del stablisment de manera sistemática. En ningún lugar de los evangelios existe un solo comentario elogioso de Jesús acerca de líder religioso alguno. Lo más cercano a un elogio se lo hace a su amigo, aunque competidor, Juan el Bautista, eso sí, cuando ya estaba criando malvas y le dedicó lo de que entre los nacido de mujer ninguno era tan grande y tal y cual, que le hizo quedar francamente bien.

Se hizo con una notable fama de curador pero sin jactarse de ninguna cura, para así evitar investigaciones. Avanzada la "campaña" necesitaba ataques audaces sobre las autoridades y fue cuando empezó a calificar a los fariseos como "nidos de víboras". No solo se quedó en la fase verbal sino que agredió a los mercaderes del templo, interrumpiendo pacíficas transacciones comerciales. Posíblemente fuera el profeta ungido pero los modales eran los del eslabón perdido.

Cuando reclutó gente no se andó con sutilezas florentinas acerca del grado de lealtad que esperaba de los reclutandos: "Al que ama al padre o a la madre más que a mí, no es digno de mí" (Mateo). Ignoro si Otelo era tan celoso...

Si te pillaba negándole delante de los hombres, el decía que te negaría delante del Padre, lo cual ya eran palabras mayores. Y, encima, para más inri, procuraba tener al rebaño sin demasiadas seguridades ni certezas, un poquito en ascuas: "...Y muchos me dirán en el día del juicio: Señor, señor ¿acaso no profetizamos en tu nombre, no expulsamos a los demonios, no dimos de comer al sediento? Y yo les diré: apartaos de mí, nunca os conocí, inicuos...".

Entrenó y adiestró a sus discípulos para ser sus colaboradores, nunca sus iguales. Los mantenía bien en su sitio criticando su torpeza para entenderlo, su incapacidad para curar así como los celos que mostraban entre ellos. Tan solo Pedro, por llamarlo Cristo viviente o así, se ganó el elogio arquitectónico de ser denominado " la piedra sobre la que fundaría su iglesia". Pero faltaba su contribución fundamental:

-- La táctica más grande:


Con las legiones en Galilea no era moco de pavo enfrentarse a la autoridad romana, así pues, sencíllamente no lo hizo y recomendó "darle al Cesar lo que es del Cesar", buscándose adrede una situación política de ambiguedad respecto a las reivindicaciones independentistas hebreas. Sin embargo, era consciente de que las autoridades y la oposición podían ejercer la violencia y, frente a ello, planteó la audacísima opción de poner la otra mejilla.

Esto tiene precedentes en el mundo animal, el lobo perdedor que se inclina ante el vencedor, etc. Lo que se consigue con ello en realidad es controlar la conducta del otro, bloqueando su despliegue violento y redefiniendo la situación dentro de un nuevo marco, accesible a la argumentación. Se le da a entender al oponente que la mejilla la pones por voluntad propia, siendo esta, tu voluntad, la que pone punto y final. Ghandi, más tarde, lo imitaría.

Todo esto, por supuesto, en el libro está infinitamente más detallado y mejor explicado, por Haley, en este título que ya tiene sus veinte añacos y del que no te niego lo dificil que resulta encontrarlo por ahí.

Confío en haber aportado un poco más de confusión a la que no falta sobre esta controvertida figura. Posíblemente, la próxima entrada con esta etiqueta verse sobre otra figura religiosa, podría tener un título en relación con esta: Y Mahoma las cocía a calderadas, no se. Un saludo y que seáis felices.




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