miércoles, 31 de diciembre de 2008

Año nuevo con cacharritos.


Si dijera que estas fiestas son la apoteosis del consumismo y de las compras sería un lugar común. Para no caer en el lugar común voy a hacerlo en mi propio lugar particular: son la apoteosis de mi consumismo y de mis compras. La estimulación financiera combinada, producida por las pagas navideñas de mi mujer y la mía, nos ha conducido al frenesí y al desenfreno. Por fin caen la pantalla plana grande y el portátil, el sistema comercial nos la ha colado y me siento bien, supongo que debido al cese de la presión de las dopaminas, eso que dicen que ocurre cuando por fin cedes al impulso.

Hay un universo paralelo en donde mi mujer y yo nos contenemos y nos ahorramos el dinero (además de no tener que separarnos entre semana porque actualmente   trabaja en pueblos pequeñitos, a ver cuando aprueba las opos, ais)



 En ese sitio, cuando llega el verano disponemos de más euros para el viajecito al extranjero que nos mola. Pero como en esta realidad no ha sido así, el viaje se realizará pero pasando ciertos apretones en la vuelta de Septiembre. Es una profecía destinada a cumplirse, ya que pertenecemos al vasto club de personas que matarían antes de dejar de consumir todo lo que se pueda, asco de compulsión, leches.

Está por ver el nivel de felicidad que nos aportarán las compras antes mencionadas. El portátil, siempre que logre solucionar los problemas de conexión producidos por mis itinerancias ocasionales, no aumentará la calidad de estas entradas ni me volverá más sagaz en la búsqueda de información. Me restará tiempo de lectura libresca concentrada (si encima le quiero meter un Linux ni te cuento) y me volverá más adicto a la lectura nerviosa internetera, a golpe de titulares y pletórica de estímulos dispersantes. Pero me sentiré conectado, aunque sea una mentira grandísima, con la Inmensa Red de Gente que Cuenta Cosas.

La pantalla plana, por su parte, agrandará todavía más las gilipolleces televisivas, aunque lo compensará por la calidad con que degustaré las pelis. Me proporcionará sensaciones escapistas superiores a las de antes. Porque uno quiere estar siempre en todas partes menos aquí, claro.

Si hago balance, de tener a no tener prefiero obviamente tener aunque, la verdad, no se qué es lo que acaba teniendo a quien.

Feliz 2009 a nuestros cacharritos, porque ellos se lo merecen todo, je, je.

Y también a todos vosotros, compis, faltaría más.

viernes, 19 de diciembre de 2008

Crepúsculo, vampiros presentables.

No verás un solo colmillo, tampoco llegas a ver un solo bocado al pescuezo y la familia vampira parece una asamblea de progres con dinero. " ¿Que te esperabas en mi casa? ¿Mazmorras? ¿Ataudes?" . Así le contesta el prota vampirín a la niña fascinada cuando la lleva a su chaletón posmoderno. Y la fascinación es imposible de evitar, claro, con todo eso de la atracción por lo prohibido y por el chico malo y tal y cual. ¿Malo? Je, je, este tipo no ha sido malo en su vida y los berrinches que pilla, más que los de un angel caído, parecen los de un niñato consentido.

Luego viene ella, claro. La ninfa atraída por los abismos es una adolescente sensibilita, que habla siempre por lo bajini, que ya es adulta antes de echar el primer polvo y que encima la doblan con una voz de las de siempre. Aaay, sí, es esa voz, la reconoceréis, apta para campañas de igualdad femenina y discriminaciones positivas. Tan sensata, tan asexuada y formalita como un vestido de primera comunión. Por tanto, no toda la culpa es de la interpretación de la actriz.
Es la hija de un poli que parece haber seguido un cursillo de comunicación asertiva, esa pijada de comunicar tus opiniones pero tranquilito y sin insultar. Así le ha salido la chica, afectadita de pose.

E inevitable y forzosamente, tanta contención interpretativa y sensibilidad forzada no pueden sino producir un dúo protagonista que de maldito tiene lo que el pastel de manzana . Además, con cuatro duros se consigue demostrar que es posible coquetear con el abismo vampírico y encima plantear las dudas en un foro o consultorio de Elena Francis. Ya me diréis, con ese no-muerto de pelo engominado que huye vade retro cuando la púber le abre las piernas. ¿Que mensaje nos quieren colar? ¿El de prevenir las ETs o el de la castidad que vuelve?. "Querida, Elena, mi novio es vampiro pero le teme al mete y saca, porque será?"...

Y lo de los cuatro duros que decía por ahí arriba es por la verguenza ajena que pasas cuando al niño vamp le da por subir por los árboles, juas, juas, es como una versión de matrix pero realizada con mi cámara digital baratita. Lo peor es que la historia se deja aposta inconclusa para que continue, es una serie y mi falta de instinto para elegir pelis empieza a acojonarme...

Un saludo sin colmillos ni na de na.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Aviones, marines y puntapiés.


Por Tierra, Mar y Aire. Robert Kaplan.

Marchando una de despliegues, contrainsurgencias y encierros embedded en submarinos y avioncitos. De la mano de un cronista patriota y con exuberante capacidad viajera y atravesando las conspiraciones geopolíticas de todo el mundo, siempre desde el punto de vista de quienes meriendan en todas ellas.

Pero a ver, alto: ¿Que diablos me importan a mí las andanzas de marines yanquis, pilotos y demás ralea vestida de romano moderno? No sé, si uno se lo pasa bien leyendo a YoMeLoGuisoYoMeLoCoMo Heinlein, Scalzi, Reynolds, Hamilton y otros, como no sentir curiosidad por conocer la fuente original, a la madre de todas esas historias que es quien les presta el carácter y los modos: el ejército americano, los gringos del copón. Además, que me pone lo geopolítico un poquillo.

Filtrando y obviando las justificaciones de Robert Kaplan acerca de las bondades del despliegue militar imperial, la verdad es que nos queda un relato de viajes de lo más entretenido y ameno, todo hay que decirlo.
Se mete dentro de un submarino nuclear y atraviesa el Pacífico. Aprendemos que los tripulantes del cacharro son una especie de geeks con tatuajes, pitagorines destacados con un pensamiento espacial en 3d que no veas, capaces de retener en mente posiciones, vectores y estrategias y que se apiñan en espacios reducidos durante semanas, rodeados de lucecitas y pantallas. Se las ven y se las desean para el marcaje de la Armada China, cada vez más numerosa y desvergonzada. En la Guerra Fría, eso sí, se metían en el patio trasero marino de la URSS como Pedro por su casa.

Los pilotos de la Navy son todo lo contrario, machos alfa que no paran de dar por saco a todo quisqui en el portaaviones hasta que por fin despegan y reina la paz. En las Fuerzas Especiales (tierra) reina la camaradería más democrática e informal, propia de grupos pequeños que se infiltran tras las líneas. Son los equivalentes a los Landa y Paco Martinez Soria, originarios de la América rural y casposa y provenientes de la endogamia familiar militar de la clase media.

Luego están los tipos finolis que manejan los B2, los avioncitos invisibles. Solamente hay veinte y son el arma más poderosa del imperio para intimidar a chinos, rusos, coreanos y estados canallas diversos. Pueden entrar y machacar casi impunemente lo que deseen y por el momento no tienen rival, salvo el precio, el que vuelan muy lento y que las cabinas apestan a metal, cabiendo dos pilotos con el culo bien apretado.

En Las Vegas, en casita, tienen unos búnkeres para jugar al War Games pero con daños colaterales y todo. Allí se maneja, a través de imágenes vía satélite en tiempo real, a los Predator, avioncitos sin humano a bordo, capaces de pasarse las horas vigilando una casa desde las alturas, tanto de noche como de día, para freír a quien salga de ella si es preciso. Vienen a paliar la falta de inteligencia humana sobre el terreno, hay que joderse, que es que el árabe no lo habla ni dios entre los hijos de Alabama y así les va. Les va mal, porque vigilar todo un país como Irak desde arriba no te dice nada acerca de las intenciones de quienes deambulan por debajo.

Es un libro fascistón y militarista pero con verguenza de serlo, con matices propios del sentido común de los hombres de acción, desconcertados por ese islamismo internetero capaz de esconderse y desaparecer. Recuerda a lo que ya hemos leído en otros lugares sobre la decadencia de los imperios, cuando estos no pueden pagarse el coste de la hegemonía.
El propio autor lo reconoce a la vista de la pujanza de los países asiáticos y de la imposibilidad de rivalizar en un futuro con las armadas india y china, cada vez con más presupuesto. Porque si solo fuera eso, pero ay, que también están la guerra mundial contra el terrorismo, la carísima presencia militar en Corea, en fin, que a mediados del XXI la espichan y se convertirán en uno más.

Un abrazo desde la sala de control.

domingo, 30 de noviembre de 2008

Storytelling




Storytelling. La máquina de contar historias y formatear mentes.


Este palabro tremendo -que significa literalmente " contar historias"-, da título a un ensayo interesante pero menos. Pero menos porque a veces cae en el mismo vicio que critica, intentar aparentar más sustancia de la que hay.

Habla sobre el desarrollo último de la propaganda -primero en los USA y después en su posterior exportación al resto del mundo- , y de como por aquellos pagos han pensado que si la realidad no coopera peor para ella. El poder de la publicidad lo invade todo y se trata de promocionar los productos y servicios a base de contar historias y narraciones ideológicamente cargadas que, de puertas para afuera transformen a los consumidores en audiencia y que, dentro ya de las organizaciones, actúen de guía doctrinaria.

Si hasta mitad de los noventa las empresas se refugiaban en el logo y la imagen de marca, a partir de esas fechas es preciso ir vendiendo las cosas mediante relatos urdidos por psicólogos, sociólogos, etc, siguiendo a Barthes y a Foucault, así como a otros posmodernos que definen a la persona como nada más que un texto y a la realidad como mera narración, susceptible de alterarse mediante recursos de esta índole.

La narraciones pues, empleadas por gobiernos y empresas para marear la perdiz, se confeccionan primeramente a base de recoger toda la rumorología existente alrededor de las entidades, de las percepciones internas y externas, para conseguir el sabor a algo real.
Pero a partir de aquí es cuando se le ponen las velas al Poderoso Dios Relato. Se selecciona del trabajo de campo tan solo una muestra sesgada y, más tarde, se confecciona un relato justificador del cambio perceptivo que se pretende imponer.

En algunas ramas de la psicología se estudian los esquemas universales de narración más arquetípicos, los que hacen click en las mentes : "la historia de un mercado donde todo se vende menos el honor", la fábula de "los ositos buenos transformados en guerreros", la parábola de "la orquesta de jazz donde todo debe renovarse continuamente", la que cuenta "lo que ha pasado pero de otra manera", el chiste marsellés (sic) "donde cada participante intenta contar algo más extraordinario que el anterior"...

La lista y ejemplos que pone el libro serían muy largos, algunos curiosísimos. Son parte del arsenal de los Spin Doctors, expertos en dar el vuelco a las opiniones colectivas. Y de los asesores presidenciales, como uno del presidente Bush que dice: "Somos un Imperio y creamos nuestra Realidad y a ustedes, todos ustedes, solo les queda estudiar bien rapidito lo que creamos antes de que volvamos a cambiarlo de nuevo..."
Sí, casi suena al Philip Dick más paranoide, al visionario que escribió La penúltima verdad, pej, donde ya anticipaba estos tejemanejes, como los de recurrir a Hollywood para presentar las noticias sobre la Guerra de Irak, por parte de la Fox y otras cadenas progubernamentales.

Hasta alguien de la extrema derecha local, de la clasicona, se preguntaba : "¿Como ha llegado a convertirse el realismo en una filosofía casi disidente entre las élites norteamericanas?" . Hay intelectuales que ya reaccionan difundiendo la idea del reality-based, para intentar contrarrestar, pej, nada más y nada menos que el descalabro de empresas masivo producido por la palabrería y el maquillaje de resultados, con la imposibilidad intelectual añadida de analizarlos.

Lástima que el libro esté lastrado por un exceso de palabrería, pero que se le va a hacer si lo escribe un franchute, je, je.

En fin, que leáis buenas historias y un saludete cariñoso.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Acumulación bestial


La que tengo de volúmenes por leer, que es que no da uno abasto. En algún momento habrá que poner coto a esta manía de seguir lo que paren las mentes de otros.

Estoy por optar por la autosuficiencia, por conocer únicamente lo que yo pienso y conformarme con lo ya leido. A fin de cuentas, con eso y con las vivencias diarias hay millones de personas en esta Tierra (en otras no se sabe) que pasan líndamente toda su vida, como señalaba Errantus en su blog.

Todos nos relacionámos cada día con ágrafos funcionales que, no obstante, poseen una notable destreza en las artes de la supervivencia diaria.

Mi jefe, pej, seguramente pensará que Houellebeck, Heidegger y Hume, pertenecerán al grupo musical Triple H.

¿Y que? ¿Acaso esto le resta capacidad sádica y directriz? No le hace falta para nada la cultura. Ni a el ni al resto de los que mangonean financieramente el mundo.

Luego, más tarde, resulta que los que leemos somos como niños en una notaría o a la hora de firmar un contrato, ahí, en la selva esa de la parte contratante de la primera parte.

Nada, seguiré con mis adorados libros, un saludín, cuando tenga algo con más sustancia se lo contaré al que tenga paciencia.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Obama y el cetro del azar


Será un cambio, claro que lo será, pero no seamos tan ingenuos, que ya somos mayorcitos. Ser presi de los USA no es como una novela de CF que leí, El cetro del Azar, donde el personaje, Ingmar Langdon, era elegido el Estocastócrata, el mandamás del mundo, así por el morro, mediante un sistema estocástico, osease por sorteo.

En esa sociedad futura, encantadoramente añeja, con el poder conseguido podía hacer lo que quisiera, lo que le viniera en gana. Luego había intrigas, conjuras y demás, pero esa era la esencia.

En yanquilandia no, claro. Ya ha tenido el Barack sus primeras reuniones con gente de la Inteligencia militar, expresión que según Groucho Marx era una contraditio in terminis, por decirlo de forma piadosa. Le han puesto las peras a cuarto: en Guantánamo hay gente mala, pero mala de verdad y su liberación es una vana promesa para tontos buenistas.

Si se van de Irak habrá que hacerlo a cambio de machacar Afganistán. Y eso solo es el principio.

Pero hay algo que permanecerá por siempre: esa expresión y sentimiento de éxtasis en los votantes, cuando ven a una pareja presidencial tan resultona, producto de un márketing casi perfecto. Es un triunfo de la mercadotecnia, de la cultura de la imagen, del perfeccionamiento de los envoltorios. A ver que pasa.

sábado, 1 de noviembre de 2008

De ratas y reyes.



El Rey Rata. China Mieville.
Mira que dan asco estos animalitos (usease, las ratas) pero Mieville consigue que, por momentos, los veas de otra manera, que deambules por las cloacas apestosas como si estuvieras por un pub. Te hace adoptar su perspectiva y, mientras dura esta, consigue que te sientas más tranquilo refugiado en las alcantarillas que por la superficie de la urbe.

Todavía no la he acabado, y lamento esta costumbrita que he adquirido de empezar a comentar sin finalizar, pero entretiene que no veas. Tiene descripciones sabrosísimas, a ratos le parece al mejor King, metiéndote inquietud en el cuerpo y el ritmo nunca baja. Los diálogos divertidos y vivaces y la ambientación, por otro lado, ya prefigura la que sería, posteriormente, su mayor creación urbana: Nueva Crobuzon, el principal "personaje" que ha creado este amante de construcciones, túneles y vías de tren.
Las ama porque piensa que están ahí para significar algo, independiente muchas veces de tramas e historias.

Es El Rey Rata una de sus primeras novelas y, quizá por ello, se nota que le podía haber sacado bastante más jugo al tema, que se deja la naranja a medio exprimir. Igualmente peca de una cierta indefinición respecto a alguna figura central, sencíllamente la deja aparecer y ya está. Por un lado bien, pero por el otro la otorga una cierta inconsistencia.

De todas maneras, las páginas se pasan con agrado, ya me he llevado alguna sorpresita argumental y, si mantiene el tipo hasta que la acabe, me dejará buen recuerdo.

No obstante, es esa ciudad tremenda, Nueva Crobuzon, la que parió basándose en la mezcla de este Londres orgánicamente vivo con otras ciudades de por ahí, de la que te queda un recuerdo imborrable. Los nombrecitos de las calles ya se las traían , je, je, así como las especies que la habitaban. Es todo un tratado acerca de como una ciudad puede ser asquerosa, enorme y, no obstante, funcional y viva. Tener horrores albergados en sus entrañas y, a pesar de ello, vivir un día a día de lo más corriente y moliente.

Le ayudaban esas leyes de la realidad creadas expresamente para ese universo, con esa taumaturgia que las estudia de forma curiosamente racionalista. El narrador, aquí, participa de la convicción de esa cultura imaginaria, en el sentido de que lo escatológico y lo teratológico también son vida y sociedad, je, je, je...

A ver si cunde y esa exuberancia imaginativa no nos abandona nunca, a ver si nos traen lo último de el.

Saludines ratoniles.

PD: Habiéndola acabado, me deja a mí también con ganas de liarme a mordiscos por ahí y sacar a retozar el mamífero pendenciero que llevo reprimido. Y encima le mete ritmo discotequero...

viernes, 24 de octubre de 2008

Octubre el Terrible y Ballard.

Aquí, en la Comunidad Valenciana al menos, podemos imaginar que estamos hermanados con Bangladesh, Bengala Nueva Orleans, etc. Cuando llega Oktober, llegan los monzones y la llanura litoral levantina se pone como una bañera. Las poblaciones, tan inteligentemente construidas siguiendo el curso más probable del agua, exhiben toda una flota de zodiacs, así como colchones, cuadros y todo tipo de enseres flotando.

Las familias aparecen en las televisiones sacando el agua de sus casas, un agua que en verano estaba en el mar y, con tanta evaporación, en Otoño vuelve con una mala leche impresionante. La proximidad a los ríos, torrentes y demás, debió de ser un chollo en tiempos primitivos. Si las avenidas se llevaban una choza de cañas con levantar otra bastaba, pero ahora, los modernas casas hipotecadas duelen cuando se inundan.

La población de Sueca, inundada hace unos días, me recordaba, mira tu que cosas, la novela de Ballard, El Mundo Sumergido, esa del ciclo apocalíptico, con ese nihilismo suyo tan peculiar, tan sugerente, casi romántico y tan diferente en matices del desencanto de Houllebecq, recientemente leido y comentado en la entrada de abajo.

No, no es que pretenda compararlos aunque sí compartan las emociones básicas, pero me da que lo que cuenta H. ya lo habíamos leído, mucho más sabroso, en Ballard.

Ballard es infinitamente más imaginativo, más poético, llega y ambienta más lejos. Su trilogía urbana, con Crash, Rascacielos (creo), y la otra sobre la Isla de Cemento, podrían dar lecciones a cualquier desesperanzado con vocación literaria, sobre todo de como crear un ambiente denso y una acción que inquieta.

Su ciclo apocalíptico, con la furia desatada de los elementos naturales, que le lleva a imaginar ambientaciones geológicamente extremas y hostiles es, por paradójico que pueda parecer, seductor. Nunca harías lo que sus personajes (espero), sucumbir ante la atracción de lo primigenio desatado, pero puedes entender que ellos lo hagan. También uno siente un no se qué ambivalente, en esos escenarios terminales que le hablan directamente al inconsciente. Con H. no, el es buen chico y para decaer y degenerar primero debes elaborar un discurso analítico y justificador con las debidas referencias culturales y todo eso, vive le blablabla..

De la misma manera los protagonistas de B. sucumben, frecuentemente, a sus bajos instintos, pero de verdad, como parte de la textura del relato, y no como en H, después de fatigosos monólogos intelectuales, por cierto de lo más franceses y en medio de una acción aburridita.

Woody Allen ya dijo en una ocasión, en este caso acerca del cine francés: "Vengo de ver una de esas películas francesas donde se ve crecer la hierba.." Y es que han de pasar cositas, caray, sino vaya aburrimiento...

Por el contrario, Ballard ya te proporciona la hierba crecida, te la mete por los ojos. Laśtima que sea tan irregular.

Un abrazo, sin nada de francofobia, ojo.

domingo, 12 de octubre de 2008

Houellebecq y la alegria de vivir.

La posibilidad de una isla. Michel Houellebecq

No puedes pasar de los treinta años si te decides a leer una novela de Houellebec y si, además, eres de natural proclive a las visiones del vaso medio vacío y a las síntesis pesimistas. Se te puede hacer duro permanecer en la continuidad narrativa de sus historias, con esa lucidez y ese desencanto ante la vida, vista como un progreso hacia la decadencia inevitable, tapado con multitud de mentiras y en la que todo quisque está solo ante su propia senectud y demás.

En ese sentido es posible que te pueda perder cierta vanidad intelectual, inherente a algunas posturas poco complacientes con la condición humana, la vanidad de El que Señala Lo Que no Queremos Ver y demás hierbas.

Por eso es bueno que no pases de los treinta y que Dios en su misericordia te tenga a salvo de los gatillazos, porque para H (o sus personajes) la vejez ya empieza antes de los cuarenta y lo único que les queda a sus personajes masculinos es una líbido tremenda, cuya satisfacción se torna cada vez más problemática, compulsiva y ridícula.

Lo de arriba todavía no puedo suscribirlo al cien por cien para esta última novela suya, dado que solamente voy por la mitad de este volumen, pero ya parece que si para Sartre el infierno eran los otros, para H tan solo representan el hastío, salvo si llevan minifalda y tienen veintipocos, claro.
Veremos que derroteros toma aquí el asunto, pero es que no podía pasar sin reflexionarlo por aquí, con vosotros, con los millones que me leéis, je, je...

No podemos identificar del todo al narrador con el escritor real, eso por supuesto, quien sabe si no será un tierno optimista de puertas para adentro pero aquí, desde luego, no lo es. Sus personajes femeninos, pej, en algunas novelas que le he leído, como Las partículas elementales, otra que ya no recuerdo y esta última, son como mecanismos que no paran de decaer biológicamente, que destellan como novas en la adolescencia pero que se hunden sin remedio en la temprana madurez.

Sí, si que retrata bien y con penetración a nuestra sociedad de apariencias y todo eso, en esta Ciencia ficción estilo ¿ L? que hace. Aquí, concretamente hay dos hilos narrativos, uno en el presente y otro en un futuro lejano de seres clonados y sin emociones, una línea de los cuales desciende del prota actual.

Claro, retrata bien si defines la condición humana en base a los artículos de divulgación científica, al cientifismo de raíces biologistas, a cierto darwinismo solapado en nuestros valores culturales, a la neurología enamorada de los sesos...

Desde que cierta cultura científica va dejando caer que "...el amor no son más que cascadas de reacciones bioquímicas...", "...la atracción vendría determinada genéticamente...", que si "...no somos más que vehículos para nuestros genes..", etc, no extraña que muchos intelectuales queden deslumbrados por la prolijidad meticulosa con que se explican tales asertos. De ahí al reduccionismo de ...no somos mas que, tan solo hay un pequeño pasito. Si antes era el marxismo, ahora es la ciencia la que se usa como pincel siniestro, básicamente por el método de ignorar los matices que las propias investigaciones introducen.

Y claro que sí, claro que todos estos estudios e investigaciones recientes son instrumentos de conocimiento maravillosos, a mí, pej, me fascinan y leo montonadas todos los años con fruición, pero ¿también deberían ser fuente de valores? Para ciertas visiones desencantadas está claro que sí. No sé, por cierto, si H será cientifista, posíblemente esté demasiado desencantado hasta para eso, je, je...

Y no solo de la biología se nutren estas perspectivas. H también es un sociólogo de escalpelo feroz, brillante, con bastante mundología y no podía dejar de usar esas armas. La Sociología presume de predecir el destino social que alcanzarán mayoría de los individuos a partir de unos parámetros dados, la famosa "tiranía de la estadística" que, según algunos de sus popes, nos determina con un rigor que ríete tu de Físicas y genéticas.

Combinando, o más bien sufriendo, los dos determinismos, los personajes de H las suelen pasar canutas, existencialmente hablando, salvo algunos ratos en los que el autor tiene ganas de reírse y que sueles apreciar como agua de mayo. Por ello, daré mi opinión definitiva si logro terminar la novela, que tiene mucho monólogo sabroso aunque no es que pasen muchas cosas. Lo que tiene su morbo es lo lejos que llegará este forense de vivos en negar el sentido a toda vida que recrea en sus libros.

Un abrazo, pero sin desencantos ni leches.

lunes, 6 de octubre de 2008

Supercuerdas y otros apaños.

Si eres aficcionado a la divulgación científica no dejará de llamarte la atención la denuncia de un físico de cierto renombre, Lee Smolin quien, en Las dudas de la Física en el siglo XXI, describe como funciona el panorama de la Física teórica actualmente.

Desde luego, si no eres físico no puedes apreciar plenamente el supuesto rigor de lo que describe Smolin, de la misma manera que el librito de Drakontos, con su elevado precio, mantendrá esta información adecuadamente lejos del público general.

Pidiendo pues, perdón de antemano a los físicos que pudieran leer esta entrada, por los posibles errores, ya que entro a por uvas en corral ajeno, el panorama que describe este hombre recuerda a los fantasmas conjurados por Kuhn y Lakatos, en el sentido de desidealizar el funcionamiento de la ciencia, cosa por completo necesaria, pero para la que ya hacía falta una ejemplificación con la teoría reina de todas las cosas, las Supercuerdas, máxime ahora que están reparando (aiss) el Colisionador recién puesto en marcha.

Precisamente a Kuhn, Lakatos e incluso Feyerabend cita Smolin en este libro, tomando ideas de unos y de otros. Describe el funcionamiento de los planes de investigación, donde se prima a los científicos productivos que siguen la línea oficial, que no cuestionan demasiado la teoría y que hacen ciencia "normal", en detrimento de los que el llama los "visionarios", que trabajan otras areas y carecen de subvenciones.

Relata, como la teoría es un ente matemático supercomplejo inmune, al parecer, a falsaciones y resultados contradictorios, ya que está configurada para admitir un resultado y su contrario. Critica la excesiva importancia dada a la elegancia de la matemática por encima de la contrastación experimental, así como las dificultades de esta y el status, un tanto metafísico, que ha adquirido por ello.

Cuenta como entre la comunidad de los físicos teóricos se mira con cierto desprecio a los que no trabajan en cuerdas. Y lo hace matizando continuamente que no todos los "cuerdistas " son así, que la teoría no sería necesariamente inútil por que sea refractaria a la experimentación, ya que matemáticamente ha aportado cosas interesantes. Pero también afirma que la sociología científica actual, con su predilección por este modelo, fuerza un tipo de ciencia donde muchas veces las aportaciones, si vienen de fuentes de prestigio, apenas son contrastadas y se aceptan, citando algunos ejemplos.

Por lo tanto, por el boicoteo, sutil y a veces no tanto, de otras salidas imaginativas a los dilemas de la física, el autor piensa que se vive en un periodo de estancamiento intelectual, a pesar de la superpromoción que rodea esta teoría estrella.

Un panorama duro que personalmente no puedes juzgar, por no ser especialista en ello, pero que no deja de causarte una cierta desazón si lo que te gusta es conocer y saber acerca de lo que sea. Quien sabe, a lo mejor esta vez el LHC les da con la colisión en las narices y tienen que ponerse a empezar de nuevo.

martes, 30 de septiembre de 2008

Strange, Mr. Norrell y la Britania eterna.

¡Aquí está la magia inglesa, hela en Britania de nuevo! ¡albricias!

Britania y cierta anglofilia esencialista componen la materia prima de este libraco de Susanna Clarke, Jonathan Strange y el Señor Norrell, así como la existencia de otros planos y ontologías "mágicas", según la autora, las cuales, en vez de mantenerse apartaditas y convenientemente paralelas, no tienen el menor reparo en ejercer la mayor de las concupiscencias y en aparearse con la nuestra, que no gana para sustos.


De este título pues, es la culpa de que no pare de alargarse la temporada que llevo dedicándole a la Fantasía, espero no caer en la dragonlance delirante

Pero a lo que íbamos. Lo inglés es una esencia, algo inmanente a la propia entidad geológica del país, así como a los hijos de la Gran, ejem, Bretaña que, en la época magníficamente ambientada del relato, la de las guerras con Napoleón, era ya la nación más descollante de Occidente, una vez vencido el corso de las narices.

Y ya que, según la Clarke, lo inglés es algo esencial, se hace necesario cuidarlo y amarlo, así como escenificarlo y describirlo con el mayor de los amores. Aquí solamente leeremos apellidos y nombres complicados, nada de Smiths y semejantes. La sociedad es retratada tal y como era, clasista, racista y todo eso, con sinceridad, claro, pero con cierta trampa.

Porque los señores aristócratas no dejarán de ejercer sus maniáticas y detestables voluntades, es posible, pero la autora procura que estas te deslumbren, te expone la magnificencia de sus temperamentos, de sus apariencias y, ya puestos, hasta de sus defectos. Cuando los tienen son enormes, no como los pequeños vicios de sus criados y lacayos.

Y en aquel tiempo de grandes señores y encantadoras damas había añoranza de magia. Sí, es lo de siempre. La eterna añoranza de la época artúrica y merliniana pero con una vuelta de tuerca, una interpolación.

Porque acerca de esta Inglaterra vas conociendo una historia paralela, del 1100 hasta 1500 y pico o así, donde nuestra realidad normalita se interpenetraba con multitud de mundos sobrenaturales, donde podía manifestarse casi cualquier cosa y donde un personaje, Centro de Todas las Cosas, dejó una huella indeleble, el Rey Cuervo, que fundó una entera nación mágica en la Inglaterra del norte.


Pero todo ello desapareció y solo quedaron las crónicas, los libros, atesorados actualmente por el señor Norrel, arquetipo del estudioso compulsivo y del teórico enclaustrado, con su discípulo Strange, exhuberante y narcisista. Personajes bien perfilados, claro que sí, pero no con la profundidad y tridimensionalidad que requiere últimamente mi gusto. Eso sí, aunque no disecciona perfila muy bien esta señora, no se le da mal.
No obstante, sí que se aprecia una ganancia de textura en el personaje de Strange a medida que avanza el relato, con su empeño de liberar cielos e infiernos.

La trama hará que esto último vaya siendo gradual y progresivo pero con precisión, como el té de las cinco. Los motivos de inquietud, derivados de alterar el orden natural de las cosas, se van acumulando de manera que te generan un persistente grado de alarma, aunque el relato no sea de terror sino más bien de desazón. La magia que manejan los personajes muestra ya de entrada un carácter avaro, e intuyes el alto precio que les cobrará.

Y todo ello en un orden social retratado como si fuera inevitable, mas no por ello la pincelada carece de penetración y rigor y también, pero muy al fondo, adivinas una crítica sumamente corrosiva por lo fina y ágil. En escenarios, casas y paisajes brumosos capaces de hacerte llegar la humedad y el barro de los caminos. Con alteraciones de la realidad atractivas y de gran fuerza sugestiva, salvando alguna que otra ocurrencia absurda y surrealista.
Con algunos "cameos" de figuras históricas, previsibles en una anglodevota, supongo, lástima que los tales no lleguen a superar el esquematismo, en mi opinión.

Con muy buen sostén histórico y documental, como era de esperar de quién tardó diez años, nada menos, en escribirla, jope, pero sin privarse por ello de mostrar una densidad fantasiosa por centímetro cuadrado enorme, lujuriosa, de delirio psicodélico.

Sí, por cierto, también aparecen España, Italia, etc, pero tienen la desgracia de no ser Inglaterra y lo pagan con la penitencia de ser meros figurantes para los british. Y muuchas notas a pie de página, con relatos y datos algunas veces un tanto extemporáneos y ornamentales, puestos con la compulsión de una decoradora prolija y un pelín neurótica.

Pero en fín, por lo que me entretuvo y, en muchas ocasiones, hasta me absorbió la trama, por la anglofilia ( la mía solo estética, conste) que siempre he tenido, se lo perdono. Ah, y tiene dibujitos muy naif pero con su puntillo.

Un abrazote.

domingo, 21 de septiembre de 2008

Maneras de vivir leyendo


Muuuchas, uuf, muchas son. Te agarras un ejemplar que, de seguro será atractivo, no en vano es uno quien lo elige, nada menos que uno mismo, un espíritu cultivado con esmero en el amor desmedido hacia sus propios gustos y al incremento de los datos que guarda en su mollera.

Te conoces por ello sobradamente el panorama librero de la ciudad en la que vives, sabes donde están los stands que te interesan y distingues con vista certera de rapaz la novedad que acaban de poner. Tus manos vuelan sobre Internet y eres capaz de encontrar enseguida la referencia, la novedad y los comentarios de los afines, de los pioneros, de los que hablan un lenguaje parecido, solo parecido, al tuyo.

Porque eso sí, como tu mismidad lectora no hay nada, nadie como tu para visualizar esos universos que te presta un autor, por lo general anglosajón, que sabe pastorear como nadie la intensidad de tu imaginación y tus deseos de vivir de prestado en otro lugar, aunque sea un ratito antes de quedarte frito en la cama.

Por ello, recibes con sorpresa y alegría, casi con espíritu eucarístico y de comunión, la coincidencia feliz con la recomendación de alguien, esa proximidad, esa cercanía y esa certidumbre de lo mucho que en el fondo nos parecemos y tal. Y por supuesto y como no podía ser menos, cuando lo que lees te engancha te sueles escindir en dos.
Una de las dos mitades se patea la calle y el pasillo de la casa como cualquier fulano, pero la otra, ay, la otra. La otra lamenta vivamente que el futuro, aquel futuro no esté aquí y, probablemente, no lo vaya a estar nunca, cosa que en el fondo asumes con alegría, ya que como tu adorada cotidianeidad no hay nada.

Para que querrías que existiera alguno de los universos del fantástico, pej, cuando tu papel en el se limitaría, con mucha suerte, al de un secundario graciosete o impotente. Cuando te asusta un ruido raro en casa o la simple jeta de algún inmigrante aparentemente avieso, asco de condición humana.

En mi caso, para disfrutar plenamente de la lectura y del viaje por el mundo ficticio de X, hace ya tiempo que adopté una manía/costumbre/fijación que más o menos suele funcionarme, la alternancia Ensayo/Ficción.

Cuando te has empapado de lugares, emociones y personajes, de intrigas y complejidades ficticias varias, te quedas llenito, como una especie de esponja noosférica saciada a reventar de datos y no es, por tanto y según mis gustos, momento de meterte en el mundo imaginario y ficticio de Y.
No, es momento de dejar que la historia leida se asiente tranquilamente en las capas de nuestro inconsciente hipotético y nunca muy demostrado, ese de Herr Freud y Betelheim, (aunque no sea un cuento de hadas), de que madure en terreno abonado.

Así, la iconografía de esa novela es posible que llegue a un entendimiento con nuestras pulsiones interiores, que colme un vacío o apague un fuego, siempre que antes no nos haya matado de aburrimiento, je, je, cosa que le parecerá mera mandanga marinera a un conductista, juas, juas...

La cuestión es que, para no entrar en una deriva fantasiosa y esquizoide, tirándome largas temporadas evadiéndome en lugares imaginarios, procuro agenciarme un ensayo medianamente abstruso, a ser posible escrito con amor por el tema, lo que le suele añadir una amenidad inesperada. Con ello evito convertirme en un candidato a la irrealidad y conservo las energías necesarias para la productividad laboral, así como la adecuada interacción social (es un decir, solo me llevo bien con mis amigos y para de contar).

Las excursiones por los terrenos del pensamiento, donde se suele buscar la verdad acerca de algo, suelen servir para llenarte la perola de datos y más datos, el cerebro no para de pedirlos, si no se los das revienta, por culpa de ese horror vacui que padece nuestra mente. Necesitamos siempre un relato acerca de lo que sea y si no lo tenemos nos los inventamos, por ello que menos que sea uno compartido.

Así, aunque el consenso no sea garantía de objetividad siempre será algo más valioso que el mero discurrir subjetivo de nuestra olla de grillos y, de esta manera, la preparamos para la siguiente excursión, harta ya de rigores, hechos y demás.

Ale, un abrazo a vuestros encéfalos y que nos leamos pronto.

martes, 9 de septiembre de 2008

La Burbuja de Gormenghast


Si todo universo literario es un mundo aparte, el creado por Mervyn Peake en los tres volúmenes Titus, Gormenghast y Titus Solo (1946-1956), una rara avis que pillé de saldo con cierta aprensión inicial, está aparte de todos los otros. Ya no por la extensión de lo escrito, puesto que otros títulos recientes y antiguos la igualan y hasta la superan, pero sí desde luego por la factura, por el estilo descriptivo impecable y tan visual y, por supuesto, más ya que por la finura, por la maestría psicológica a la hora de hablar de los personajes, a la hora de hacerlos deambular.

Pero esto tiene truco. El dominar la psicología descriptiva de las personas no implica en Peake pretensiones de verosimilitud objetiva o realista ( se trata de literatura, porfa) sino, más bien, una determinación implacable por caricaturizarlas, por desnudar e iluminar con intensidad feroz los abismos psíquicos y los móviles, por dejar a todos expuestos en carne viviente, sobre todo al elenco principal. Los demás, el abundante conjunto de secundarios, se acercan, frecuentemente, al esperpento, muy en sintonía con ese mamotreto de construcción gigantesca en la que viven y, además, para más inri, de vez en cuando hace aparición el toque surrealista, lo que a mí personalmente me incomodaba algunas veces.

Por eso mismo el relato y el lenguaje son tan morosos a veces, tan lánguidos, tan buscadamente arcaicos, con ese ritmo que de pronto se detiene para dedicarle, no sé, tres páginas enteras al rincón de un jardín, ale, diríase que pintando más que contando, matándote de desesperación al principio, lo reconozco, hasta que decides hacer como con la tónica, aprender a amarlo.
Lo compensa con creces el hecho de que cuando pasan cosas, porque pasan y muchas, suceden con una intensidad apabullante, con velocidad de infarto, con un estado de ánimo en el lector que ya se había venido preparando para el desencadenamiento de un hecho, no por anunciado menos sobrecogedor.

Y sobrecoge, sobre todo, porque sabes como afectarán a la estabilidad psíquica de alguien, porque ya sabes como es por dentro y lo que le puede pasar, porque el narrador te ha sumergido en el.

Pensaba que iba de sucesos de terror en una ambientación gótica en un medievo imaginario y lo de la ambientación es cierto, pero el elenco de personajes pertenece, más bien, al orden romántico y crepuscular, mas que al medieval, ya que esto último aparece con forma de vestigios, como un eco, perviviendo en esos rituales encorsetantes y patológicos que atenazan a sus protagonistas, en ese orden social tardofeudal, pero también en esa atemporalidad de índole onírica que se respira en todo el relato, algo apabullante en esa burbuja existencial que es Gormenghast. Hay escenas que parecen grabados en B/N, a la plumilla.

El universo geográfico que nos acoge es ficticio e indefinido así como la época pero el colosal castillo, una enorme isla de piedra con cientos de moradores hiperestratificados en clanes y niveles sociales, acaba teniendo una realidad aplastante, que hace que olvides toda otra posible.

Solamente con la conclusión de la historia, en la unidad temática que forman los dos primeros volúmenes, escapamos de allí, no sin haber sufrido dolor con algún personaje al que acabas queriendo absurdamente ( ay, Fucsia, Fucsia), pero con la advertencia admonitoria de que, más allá del castillo y su entorno, no existe nada: "Todos los caminos vuelven".

El tercer libro, Titus solo, supone una ruptura brusca en mi opinión, con un protagonista que sale de allí, no lo he podido leer por haberlo perdido (boba estoy) y ya tengo ganitas de volver a la Galaxia, amenazada según me han dicho por especies alienígenas peligrosas, en el universo del Opera, je, je.

Un saludín opresivo y medievalista, juaas, juas.

martes, 2 de septiembre de 2008

El caballero no tan oscuro.



Baatman, Baatman, chata ta ta chana ta ta chan, sin Robin claro, porque complica las cosas a los guionistas y para que su lado oscuro no sugiera un lado homoerótico, leches, que al final podrían terminar en un desfile en carroza por el barrio de Chueca. Es Batman, a pesar de todo, con la ayuda de su megaempresa y su criado tan chachi, ese del algodón no engaña...

Este verano la ví. Para toda ubicación vacacional en la que estés, existe un multicine cercano que te acoge y nutre. Además, la puedes ver en compañía de espectadores despistados, que de seguro esperaban un tebeo convencional y se encuentran con el espectáculo de una psicopatía desencadenada, la del Joker del actor Heather-extinto-Ledger. Este Joker no es como el muecas del Nicholson, no nos va a hacer reir con esa risa que se nos escapa, provocada por la payasada inesperadamente suave en el psicokiller horripilante.
Y bueno, loados sean los dioses, Batman tampoco es interpretado por el repelente comeyogures de la primera peli de la serie, que ni me acuerdo como se llama...

Le sobra a este Joker, inevitablemente, algo de histrionismo, quizá la marca indeleble que ha dejado Nicholson, pero lo compensa con el muestrario de una personalidad estragada y deshumanizada al máximo que, con la ayuda de un guión enteramente a su servicio (la de veces que le podrían haber liquidado y no lo hacen, joer...) le quita protagonismo, "oscuridad", a la condición humana del Batman/Bond. De todas formas, no entiendo ese exceso de autoescucha megalómana del personaje, pero en fin, Stanislawski sabrá...

Batman/Bond viste con elegancia máxima cuando enseña la jeta al cien por cien, que es cuando actúa de empresario resultón del copón. Tiene las máximas bendiciones como tal ya que, además de en beneficencias (una vela a Dios), también colabora bajo cuerda con el Gobierno (otra al diablo), lo cual en Yanquilandia es motivo de general aprobación, dado el patriotismo implícito en ello.

Aquí, no existen superpoderes y la ontología de este universo es "realista", ejem, realizándose las hazañas mediante artilugios tecnológicos con licencia cinéfila. Por ello, Batman/Bond tiene a su Mr. "Q", que en este caso es un secundario de lujo, el Morgan-Estoy de Paseo-Freeman, receptáculo de conocimientos y secretos y Guardián de las Llaves de los cacharritos. Pertenece, como no, al Club de Los que Están (Siempre) en el Ajo.
Al igual que Freman, el gran Michael Caine se pasea un rato con el plumero y desafía la brecha digital generacional, manejando con soltura de jovencito geek el despliegue de ordenatas de la choza del Bruce Wayne, que por momentos parece una tienda de informática.

A mí, como espectador, se me debió contagiar algo de la ceguera colectiva del universo de Gotham, esa que impide a todo fulano reconocer al prota, símplemente porque se tapa la mitad de la cara. De hecho, casi no le notas, el protagonismo es de otro. El payaso del Joker consigue meterte cierta inquietud continuada, y eso que lucha contra Batman, la poli y un guión que algunas veces bordea la sobredosis barroca y la inverosimilitud.

El ritmo es frenético, como concebido a base de beber Red Bull, y la película podría haber fallecido por sobregarga más de una vez si no fuera por ese policía, Gary Oldman, con una interpretación sobria que amarra la de los otros, lo que no quita que la historia se haga un tanto larga. Es durita a veces, cosa de la que se percataba el joven papi que estaba por allí y que salía, al final de la peli, conteniendo la inquietud generada en sus criaturitas, que quizá esperaban un Spiderman, no se...

Y por supuesto, no falta el sistema corrupto hasta las cachas pero siempre susceptible de salvación, mandamiento número uno de Hollywood. En fin, no pasas mal rato, aunque es posible que necesites un Almax, avisado vas.

Un abrazo enmascarado pero sin excesos, que hace calor todavía.

lunes, 28 de julio de 2008

Verano del copón

Hace ya un mes que para mí empezó el verano del copón, marchándome por los lugares de veraneo habituales, con el equipaje lleno de guerras zombies, Cisnes negros (ensayo ladrillil profundo y demás) Eiffeheim, Ian banks, caidas de dragón y lociones protectoras con poder, para un servidor que siempre ha sido más blancucho de piel que una pared de cal.

En el recuerdo, los compañeros que alguna vez han posteado por aquí, a los cuales contestaré en la medida en que me acerque a casita y a mi ordenata. Esta caló es espantosa, las neuronas se disgregan, y las eventuales entradas carecerán aún más de ese interés buscado por mí. Dejo a Knut peleando con los escritores sediciosos, je, je, a Instan lamentando el penco de cine ciencia ficcionero que nos echan y a Errantus reivindicando el papel de las flores.

Volveré, como Arnold el Governator, a molestaros un rato y a enmendar este maldito problema de periodicidad, o periodoncia, o como se llame, para meter entradas que, al menos, merezcan ese nombre. Tened en cuenta que el verano no nos hará más sabios, la calidad de todos mermará y nos iremos zumbando a parar al Big Crunch ese, al vórtice entrópico de la hostia. Pero en compañía todo es más llevadero ;))

jueves, 3 de julio de 2008

Irás y no Volverás.



Las reflexiones de algún amiguete blogero me han inspirado un poquito, que ya era hora de que la última entrada dejara de ser la del bichejo ese del video, hostil al palo que lo pincha y lo chincha.

Knut decía que, quizá, no estábamos solos del todo en los mundos imaginarios de las narraciones.

Sí que lo estuvimos. Claro que estábamos solos entonces, cuando las leíamos, sobre todo las primeras historias, las vividas en la era preinternáutica, cuando la resonancia de lo leido no alcanzaba la magnitud de la Web mundial y los foros de los afines. Cuando éramos tan jóvenes y nos impactaba tanto lo leido que lo guardábamos como un tesoro, sabedores de que nuestro entorno inmediato era refractario, cuando no claramente hostil, a esos universos tan peculiares de la literatura de género.

Hostil, a esas propuestas narrativas aptas, aparentemente, para segregar y marginar adolescentes, apartándoles de la competencia por el sexo y las ocupaciones de la supervivencia, ejem.


En aquellos momentos, visitábamos las arenas de Dune entrando a ese planeta, a ese mundo paralelo, por la entrada situada en nuestro cuarto privado, abriendo unas tapas de libro que activaban la telepresencia instantanea al lado de una Bene Gesserit macizona, una hembra alfa dominante que, además, manipulaba a su antojo la mitología de una élite del desierto para que aclamaran a su hijo, el prota.

Aquellos libros, salvo algunas picias editoriales pestíferas, eran unos poderosísimos generadores de imágenes y emociones, que empezaban y terminaban dentro de nosotros, por lo tanto parecía que todo era un asunto
privado. Pero ya no es así, se acabó la soledad. Porque en el mundo de la cultura, de la culturilla y de la cultureta, se da notablemente el fenómeno de la influencia retroactiva.

Esta influencia es parecida a la manera en que nuestra mente, según las investigaciones más recientes, reordena y modifica los recuerdos como si fueran plastilina, haciendo que vivencias recientes, valores adoptados en los últimos tiempos, así como reflexiones de "madurez", coloreen, transformen y a veces hasta borren recuerdos antiguos, de una manera dinámica y continua.

Nuestro yo presente, por tanto, es como uno de esos dictadores cronófagos que ocultan cosas e inventan otras. Eso sí, es como un niño de pecho al lado de nuestro yo del futuro, ese sí que nos va a dar para el pelo, je, je (y no se, ya parezco un candidato a la esquizofrenia por calor, pero en fin...)


Pasa algo parecido con la Historia, que no puede objetivarse al cien por cien (al menos por ahora), que tiene por fortuna o por desgracia que basarse siempre en alguna interpretación, no en vano casi siempre nos encontramos por ahí el último libro "desmitificador" acerca de algo.

Todavía pasa más en el terreno de la cultura, ya no tenemos manera de ver con ojos de principiante, de absolut beginner, ninguna creación pasada, ni siquiera lo que alguna vez leimos nosotros mismos.

Desde que tuvimos aquella última con aquel libro, en nuestro cuarto, cuando salimos del planeta Dune, emprendimos un viaje en el tiempo que se transformó en biografía personal y en reordenamiento continuo del mundo, en una continua recalificación, al estilo del litoral de Levante, je, je...Y como es propio de lo leido y compartido que ello se convierta en algo común, está claro no solo que ya no estamos aislados en aquellos mundos virtuales, sino que nunca lo estuvimos.


Si las concepciones de Platón, o quizá algunas de Popper sobre la autonomía del mundo de las creaciones mentales (su mundo nº 3) fueran acertadas, y si no lo son que mas da, se acabó la soledad, privilegiada pero también autista y circular, caray.

Nada de eso, por todos esos lares de las historias compartidas estaríamos acompañados por la gran masonería lectora, por los visitantes de ese mundo virtual, de esa linea temporal cerrada por un principio y un fin que es la narración que visitas.

El Tiempo podrá avanzar lo que le plazca y transformar el mundo percibido a cada momento, pero la dimensión del imaginario es ortogonal y acumulativa y en este caso acumula presencias. Esas presencias somos nosotros, los que estamos ahora ahora en un universo-libro y que habitamos junto a los que estuvieron antes. Y estamos con nuevas ideas directoras, nuevos conceptos ¿mejores o peores?

No se, propongo un criterio darwiniano (que original soy, jope) ; aquellos yoes nuestros junto a sus respectivos valores que mejor se desenvuelvan, serán positivamente seleccionados en la dimensión esa del NuncaJamás, cosa por cierto muy parecidilla al mundo de todos los días...

Saludines y un abrazo, sobre todo caluroso, ja, ja, ja, ja

martes, 10 de junio de 2008

Paréntesis alienígena

Hay que refrescar de tanto en tanto la mente y dejarse de ensayos sesudos y de cultura de calidad. Para ello, nada como abrir nuestras mentes a la posibilidad, maravillosamente magufa, de que los aliens ya estén por aquí y que, para colmo, se parezcan enormemente al bicharraco que precísamente protagonizó la peli homónima, Alien, el octavo pasajero, de gratos recuerdos. Este video, sacado de una curiosa web que no sabes como tomarte, (bueno, como saberlo sí que lo sabes, je, je) está destinado, sin duda, a conmocionar al mundo, con esta criatura encontrada en Rostov, Rusia:




Se rumorea que los restaurantes locales ya están debatiendo si estaría mejor fritito con ajillos, a la plancha o en pepitoria.

Tampoco está mal una dosis de sana conspiranoia, que caray, que la gentuza que nos manda siempre anda tramando algo. Para muestra, un botón, leído originalmente en Kriptópolis, acerca de la relación de asistentes a la reunión anual del grupo Bilderberg, en Virginia, con Cebrian y la Reina Sofía, nada menos, en la supuesta relación de asistentes que, según el tipo de investigador parodiado en El péndulo de Foucault, rigen nuestros destinos con planificación determinista.

Van llegando los calores de la canícula, me voy transformando en un eremita rural y el ladrillo que pensaba colgar se me resiste, pero ya caerá, ya...

miércoles, 28 de mayo de 2008

Los Heroes inconscientes. Max Frei y Castaneda


Y para romper el silencio, os hablo de Los Reclutas de la Eternidad, Forastero, las dos narraciones que ha publicado el tándem ruso Max Frei, que sin ser nada que te haga estremecer sí que me han hecho pasar ratos sumamente amenos.

Me daban gustirrinín la agilidad, comicidad y desenfado de los diálogos, que despiertan ecos de las antiguas comedias de Hollywood con Cary Grant y demás. De hecho, las recuerdan hasta el punto de que los personajes mantienen unos idilios hechos de sexualidad sublimada, para que la historia pueda centrarse en los prodigios mágicos y vivencias del personaje.

Es una pena que Minotauro haya decidido no continuar con la serie, de un muy buen nivel...medio, je, je, con una inventiva fantasiosa de los más apreciable.

Es fácil averiguar las razones del gancho de la narración. Un tipo que vive en nuestro "plano" de realidad, por llamarlo de alguna manera, con una vida cotidiana inevitablemente gris, como la mayoría de la población, resulta que tiene unos sueños llenos de personajes sumamente reales, donde vive situaciones más vívidas y coloridas que en su propia vida, al punto que en uno de los sueños decide "pasarse" al otro lado, gracias a los servicios de una especie de mago/mentor/gurú que además es un importante baranda del plano de al lado.

En dicho Universo hará de detective, atrapando nada menos que a poderosos brujos. Y bien que lo hace, pero lo más chocante es que lo hace al estilo inconsciente de Castaneda, que realiza prodigios ontológicos sin tener ni pajolera idea de como lo ha hecho. Al igual que Castaneda, recibe tremendas reprimendas de su mentor en el sentido de que tiene "algo" que debería respetar más, otorgándole los adecuados créditos.

Hablando de este último, con todas las barbaridades e inconsecuencias de tipo antropológico del Castaneda, que las tiene a mansalva, reconozco que mi lado fantasioso se sentía cautivado por los extraños mundos y las ontologías atormentadas y retorcidas que inventaba, poblando México de criaturas fantásticas, naguales, barrancos con poder, je, je.

Con pretensiones bastante mayores que las de Frei, que solo presenta honestas novelas de Fantasía explícita, creo que plantó el arquetipo para este tipo de héroes. Son los Héroes inconscientes, las terminales con patitas de entidades poderosas, los que no tienen que pensar siquiera como vencer porque en realidad, como son algo mucho mayor de lo que se ve, resuelven por el mero hecho de ser, de existir, son la apoteosis del veni, vidi, vici y plantean un universo de moral aristocrática, o naces de los "elegidos" por Lo Que Sea Que Existe y Corta El Bacalao o aceptas sus manifestaciones con adecuada veneración nietzcheana por la Fuerza, que no puede sino mandar...ay , mami.

Funcionan como icebergs, cuya parte oculta es la que se encarga de romper las quillas de los barcos. Sus mentores, tan enteradillos ellos, tratan de poner el pensamiento racional a la altura del betún, como la hoja del perejil, como chupa de Dómine. En estas narraciones, atractivas eso sí, cualquier atisbo de la racionalidad ilustrada que sirve al Yo para comprender y decidir es considerado culpable en nombre, como no, de otro discurso, de una metafísica exótica y con frecuencia barroca, una metafísica de la ausencia de ese Yo, esa conocida manifestación de un proceso evolutivo ciego.

Desde luego que nadie duda hoy en día, y yo menos que nadie, del procesamiento en paralelo que hace nuestra mente de las informaciones, ni de la existencia de instinto atávicos plasmados en los genes, ni de patrones abstractos que emergen de la realidad y que la determinan notablemente, tampoco de que la racionalidad va mudando sus premisas con el paso del tiempo, pero las propuestas de los irracionalistas, narradores atractivos algunos de ellos, van más allá.

En efecto, el Yo sería un mero apéndice de las estructuras, sean del nivel que sean, con la advertencia de que como las tales sean de tipo idiomático serán todopoderosas y determinadoras de la realidad, tan cercano ello a los conjuros de poder y al estructuralismo linguístico, fíjate tú.

De ahí a la disolución del Yo , casi no hay más que un paso, que ya daba Jung, partidario del Ello, frente a Freud que lo era del ego, camino que siguió Lacan con sus excesos y, por supuesto los franchutes deconstructivistas y demás. No me cabe duda de que del abono de esos campos surge, más tarde, toda esa literatura llena de protas-medium, alguna de ella bastante amena...

Un abracete irracional y teleguiado a todo quisque.

lunes, 12 de mayo de 2008

Virtualis fraternitatis

Acabo de caer en la cuenta, hacía una burrada de tiempo que no escribía por aquí, aunque a veces sí que procuro participar en los blogs de algunos entrañables compis. Así pues, esta entrada ya comienza inspirada, ahora que caigo en la cuenta, por la necesidad de narrar algunas sensaciones cotidianas , exigencia que se impone a ese ente lector que tenemos como segunda personalidad el cual, ultimamente y al menos en mi caso, no encuentra su sitio en los días de agitación y problemas personales que estoy viviendo.

Se supone que, siendo devoradores culturales, nuestras aportaciones a la blogosfera debieran versar sobre el libro Tal, la película Cual, etc, vamos, un articulillo que, o bien ensalza y anima a su consumo, o bien lo pone por los suelos, todo por el Santo Desahogo del degustador literario.

Pero sucede que en los últimos tiempos no he leido nada que supere un mínimo listón, que provoque un cierto estremecimiento de mi alma o lo que sea que tenga por ahí. Mira que es mala suerte, con la Pila de pendientes desbocada y salvaje que tengo y no haber pillado nada que valga la pena, a ver si agarro por ahí algún ladrillo para darme en los dientes, coñe.

Por lo tanto, y al no poder ofrecer un comentario pretendidamente erudito, no tengo más remedio que aprovechar la oportunity para lamentar el hecho de nuestra separación física, ay, Carmela, el vacío espacial y físico que nos separa, más lamentable cuanta mayor es la afinidad constatable y existente entre nuestras respectivas inquietudes culturales y demás.

No, no estoy diciendo que pensemos lo mismo en todo ni mucho menos; ni que todos sepamos lo mismo sobre las mismas materias, ni que todas nuestras mutuas recomendaciones literarias y demás vayan a dar en la diana. Pero, ¿acaso me importa a mí, a estas alturas de la época post Cyberdark/Sedice, que el producto cultural X, recomendado con pasión por el/la blogoamig@ tal, haya salido rana? ¿Acaso no proyecta un matiz de diferenciación de lo más interesante, que nos habla de una sensibilidad cercana pero también muy diferente? ¿No nos acercan a veces más las diferencias que las coincidencias?

Pero nuestra impronta, la mía, las vuestras, solo se reflejan en pantallas llenas de grafos, en nics, porque no hay guapo que se salte el kilometraje que nos separa, ni que solucione esa Superconversación pendiente cara a cara que nos espera en el Gran Día de nuestra Kedada, je, je,

Menos mal que tenemos esto, que puede uno tener la suerte de leer a Knut, Instan, Errantus, Legna, Noala, Iarsang...son todos ellos el alma que le falta a esta pantalla de los cojones (sorry)...... El placer de leerlos compensa el vacío de la Internet y el hecho de no poderles dar un abrazo y verles la expresión, la mirada de los ojitos.

Sobre todo en este año duro y puñetero que llevo, en el que a veces pasan dos semanas sin ver a mi querida mujercita y la puta crisis económica de las hipotecas nos está arañando, provocándome un stress y un insomnio que no veas, a mí, que solía dormir como un tronco y ahora me veo convertido en una entidad hiperalerta y vigilante, que mira que habrá mucho que vigilar cuando estás en la cama, ja, ja. En fin, lamento este último desahogo pero la realidad a veces pega unas patadas y unas coces que no veas...

Un abrazo coceado a todos (de momento es lo que hay, ya mejorará.)

sábado, 29 de marzo de 2008

Rama, entrando en una capilla


No es buena cosa comentar un libro desde recuerdos añejos, como son los que yo poseo de Cita con Rama, de este Mr. Clarke que nos ha dejado sin poder viajar hasta la base Clavius en Aristarco, ni poder acariciar el hipercable que izaría uno de esos ascensores hiperbólicos y estratosféricos que gustaba de recomendar a quien le leía.

En Cita con Rama nos hizo entrar en una gigantesca capilla abandonada, con funcionalidades de macronave generacional contenedora de habitantes. Para Clarke, la tecnología muy desarrollada era como la magía, inspiradora de reverencia, y es con este sentimiento como procede a darnos entrada en ese gigantesco panteón abandonado, ese contenedor de prodigios alienígenas.

Si con Stanislaw Lem lo desconocido cósmico provocaba extrañeza profunda e incomunicación, con Clarke era todo lo contrario, infundía la reverencia por la magia en quienes ya tenían vocación previa de magos (o aprendices de brujo), esos descendientes nuestros que se aventuraban mas allá de la atmósfera. De hecho, la misma lejanía y majestad de esas civilizaciones tipo III que se van encontrando despierta esperanzas de una posible fusión-aunque sea espiritual-con las mismas.

Como era un optimista tecnológico trataba con mimo y realismo el despliegue tecnico humano. Una muestra de ese mimo es que los expedicionarios terrestres en Rama, una pandilla de boy scouts democráticos, optimistas y políticamente correctos, consiguen entender buena parte de lo que ven, aunque desde luego no todo, ciertamente, así como sobrevivir a la aventura.

Levantemos una lanza por el, venga, ya que si bien los personajes pueden ser olvidables, la inventiva desplegada con el vehículo Rama me hizo evadirme con gusto mientras la leía, disfrutando de esa ambición imaginativa , deambulando por un marco físico grandioso y epatante, tanto como esas primeras escenas, cuando entran a oscuras y vagabundean por dentro...

Era, desde luego, un progresista lineal incurable y un místico de la carrera espacial, porque el espacio astronautico y estelar era para el como un sustituto de Dios y lo religioso. Uno le sigue recordando con simpatía, algo menoscabada por todas esas secuelas que vinieron después, esos Venus prime, etc.

Bueno, ya es tarde y Rama es solo recuerdo, descansen en paz Clarke y sus concepciones. Un abrazo con escafandra para todos

miércoles, 12 de marzo de 2008

10.000 bc


Bajar a la city desde mi exilio temporal ofrece la posibilidad de contemplar películas tan maravillosamente prescindibles, olvidables, aparcables y relegables como la que me ocupa en estos momentos. Me creo que les pueda haber costado un pastón, pero resulta preocupante esta incapacidad, o falta de voluntad, para hacer que se note.

Todo comienza con una voz en off, una de las cinco o seis voces de siempre, que nos pone en antecedentes sobre la "...leyenda de la niña de ojos azules..." y nos promete que al acabar de narrar nos enteraremos de porque llegó a ser leyenda, cosa que para desgracia nuestra se cumple, reos como somos de la butaca y de la entrada que hemos pagado e incapaces de darle a la dichosa niñita lo que se merece.

El despliegue narrativo subsiguiente, que tiene como eje el esquema de chico encuentra chica, chica es secuestrada y chico la sigue hasta que la rescata, no tendría nada de malo en sí mismo, ya que puede ser filmado de manera muy decente y dar lugar a una aventurita digna y honesta y todo eso que se dice. Lo malo es que, ay, con Roland "Stargate" Emmerich hemos topado.

Y es que, era de esperar que el responsable de aquel bodriete infecto de serie C perpetrara toda una serie de atentados contra la inteligencia, dejando más daños colaterales que Bush en Irak. Debe de ser porque en las reuniones de los creativos de Hollywood intentan producir eso que llaman brainstorming, tormenta de ideas, que posiblemente esté muy alejado de la auténtica sinergia productiva. Generalmente se suele llevar el gato al agua el mandamás y así nos va, ya que el interés por el rigor y verosimilitud que demuestra tener es el mismo que la mosca del vinagre.

Porque resulta ser hombre de imágenes e ideas fijas. Otra vez hay un malo que, con el habitual toque magufo del Roland "...dicen que viene de las estrellas o de un continente hundido...", ale, toma del frasco y también, otra vez, manda construir una pirámide en medio del desierto a un montón de esclavos aunque aquí, y a diferencia de Stargate, les pone cerca de un río, a ver como beberían sino...
Y eso que se supone que hace 10.000 añitos aún "eramos", ejem, paleolíticos y las pirámides se hicieron mas tarde, saliendo ya del neolítico...

Para reforzar esta manía piramidal de Emerich, proveniente de la egiptología magufa más delirante, la fuerza de trabajo se ve ayudada por unos mamuts lanudos ¡¡¡ en pleno desierto !!!. Es muy gracioso lo de estos mamuts porque, por apariencia y por los tirones repentinos al moverse, recuerdan bastante a los de Ice age, la Edad del hielo, je, je, por no hablar del dientes de sable que ya parece directamente trasplantado de allí, con esos saltitos repentinos de polichinela.

Otra barrabasada es la presencia de unas aves gigantescas mu malas que persiguen a los buenos y que en realidad existieron hace catorce millones de años, en pleno Terciario, pero ¿para que dejar que este pequeño detalle nos estropee la historia? Total, solo se trata de pollos grandotes, furiosos por haber sido resucitados en el paleolítico y tener que perseguir a un actor mediocre que, por cierto y como era de esperar, resulta ser el Elegido de siempre, todo según la habitual profecía coñazo de costumbre.
Es, en fin, una orgía de lo anacrónico-contextual, propia de un Juan josé Benitez o un Von Daniken.

Y sí, ciertamente nos enteramos de porque se gestó la leyenda de la niña de los ojos azules, detalle que no cuento por las ligeras arcadas que me dan y por no desvelar el final de la, ejem, historia o lo que sea.

El misterio, la auténtica leyenda, es la de la desaparición de las neuronas perdidas durante el visionado de esta peli. No se, noto que mi espesor mental es mayor que antes de verla y esto aumentará seguramente cuando me vaya otra vez a mi enclave rural habitual...

Bueno, un abrazo espesillo para todos.

lunes, 3 de marzo de 2008

La maldición del tiempo


Además del tiempo cosmológico que nos contiene habitamos un tiempo personal que nos condiciona. Bueno, no es tanto el tiempo como la estructura organizativa del mismo en función de los quehaceres cotidianos, esa lacra, esa pesadilla, ese invento de algún castrado para el hedonismo, de esos que asesinaron al homo ludens y elevaron al homo faber.

Por culpa de los quehaceres dichosos debo estar exiliado de mi ciudad, mi vida social, mi ordenata, los cines, las compras compulsivas, el ruido de los coches, las minifaldas, etc, durante cinco días a la semana, en un enclave rural boscoso que se asemeja a una zona desmilitarizada y clasificada dentro de un expediente X. Habitarla me está produciendo un agobio semejante al de la convivencia forzada en los programas de telerrealidad, me siento como el Jack Nicholson de El Resplandor, con impulsos homicidas larvados hacia los semejantes rústicos que me rodean.

El fin de semana, cuando llega, se convierte en un quiero y no puedo, en mil historias para concluir sin poder. Menos mal que todo esto solo durará hasta junio, cuando espero poder volver a la apacible mediocridad de mi vida urbanita, donde reinan las zapatillas de estar por casa y la molicie más atroz e improductiva. Bueno, cuando regreso del curro, je, je

En algún momento se decidió, por lo del tiempo ese y a raíz de las necesidades litúrgicas de los monasterios del norte de Europa, para saber la hora del rito y tal, el desarrollar relojes mecánicos eficaces, ya que en invierno los de agua se congelaban. Así pues, en el siglo XIII nacieron los relojes mecánicos de pesas.

El maldito invento de las narices se expandió como las pestes de esos siglos y pronto obreros textiles y diversos gremios regulaban sus ciclos por medios externos y ajenos a ellos.

Los industrialistas agudizaron todavía más el asunto. Cambiaron la percepción individual del tiempo mismo. Antiguamente, el trabajo se definía por la naturaleza de la tarea y las fases estacionales de la producción establecían el ritmo vital, alternando periodos de intensa labor y otros de ocio, pero ahora en las fábricas, el trabajo era sólo cuestión de cuantas horas se empleaban en el y cuantas unidades se producían. Un predicador metodista de la época señalaba:

"...me he dado cuenta de que la maquinaria induce el uso del cálculo en las gentes..."
Je, angelito mío, lástima no le metieran el metodismo ese por donde nunca sale el sol, en fin...

Pues eso, se impusieron las tarjetas y registros de puntualidad, así como cronómetros, vigilantes y multas por retraso; el reloj de la fábrica solía estar encerrado de forma que nadie pudiera alterarlo.
En 1770, un defensor de este sistema cabroncete, William Temple, partidario a lo que se ve del sadismo social arriba-abajo, afirmó que los niños pobres debían ser enviados a los cuatro años a ciertos talleres ocupacionales, donde recibirían dos horas de clase y que debieran estar ocupados por lo menos doce horas diarias:

"...porque así, cuando crezcan, estarán acostumbrados a la ocupación y productividad continuas..."

A finales del siglo XIX, los efectos de este golpe de estado temporal y ocupacional habían configurado un mundo nuevo, un valiente mundo feliz. La vida de los trabajadores estaba ahora dividida en intérvalos ordenados ya que era necesario adaptarse a las máquinas. Y son estas las ganadoras o, al menos, el espíritu mecanicista y mecanizante.



De todos estos detalles habla un fascinante libro, Del hacha al Chip, que pese al título no tiene nada de canto triunfalista sobre del progreso y sí, mas bien, de balance de pérdidas y ganancias, de hallazgos pero también de despedidas irrevocables. Y el simio de la portada es encantador.

Mi ganancia personal, en este caso, sería mi capacidad de gastar para consumir, de hecho, antes de dejar de consumir alguno que otro quizá hasta mataría, todo por no salir del trance de la compra continua y de certificar que estás a la moda. Sobre este trance, este estado de consciencia que llevamos puesto los urbanícolas modernos, que consumimos no solo objetos sino también sensaciones y autoimágenes siempre cambiantes, habla Zygmunt Bauman en La Sociedad líquida, otro ensayo de los que hacen que te desangeles. Eso sí, como buen consumidor líquido al acabarlo puedes aparcar la desazón y seguir como antes.

Como llevo a cuestas la condena del escaso tiempo libre, las entradas de este blog son tan exiguas como el agua en nuestros pantanos, y se me ponen los dientes largos cuando leo el material y las participaciones de los amiguetes blogosféricos. Intentaré no perder la comba. Un superabrazo perezoso y nada productivo a todos.

pd: pensaba citar El derecho a la pereza, pero no recuerdo el autor, en este pueblo estoy perdiendo la memoria...