martes, 13 de noviembre de 2007

Manifiesto de vida


Pues eso, que aunque lleve una porrillada de días in absentia no estoy aún con el rigor mortis, sigo vivito y coleando, pero permanezco tan poquito tiempo en casa en estos días que no hay manera de pillar el pc con tranquilidad. No soy el peor; anda algún otro por ahí que a la hora de actualizar el blog es más vago que la chaqueta de un guardia, y no quiero mirar a nadie, je, je...

Un abrazo cariñosete, empalagoso y comprometedor, pues, para tod@s los que me han leido alguna vez. En breve plazo volveré a subir entraditas por aquí, caracterizadas por la escasa voluntad de rigor habitual, así como las mismas ganas de oscurecer y confundir al personal.

Besotes.

Pd: Envío la foto de un bosque. Por el pueblo en el que estoy no hay otra cosa. Se me va a hacer cara de hobbit...

lunes, 29 de octubre de 2007

El hombre masculino




Hay por ahí una especie de blog, que a su vez remite a un artículo de un tal Phil Manoeuvre que, al parecer, escribía en la revista-ya de culto para los comiqueros-Metal Hurlant, escrito para ser leído con cierto sentido del humor.

El artículo, reproducido en este blog, trata sobre la adecuada masculinidad y comportamiento del hombre de verdad, esa especie en extinción. Habla de machos auténticos y de comeyogures, dando pistas para distinguirlos. Desde luego que algunas referencias ya están pasaditas y el autor se va tres pueblos, pero se pasa un ratito divertido. Yo, particularmente, me he reído mas de una vez.

Aunque el tono en el fondo es de parodia esperpéntica, es un tono que nace de una nostalgia apenas disimulada por el exabrupto y la imágenes forzadas. No se exactamente la proporción de machos alfa cargados de testosterona que pueden andar por ahí, y en que medida lamentan la pérdida de aquel machismo visceral que impregnaba la cultura de Occidente.

Más de un estudio habla del posible desequilibrio glandular, favoreciendo a la conocida hormona citada más arriba y que, combinado con ciertas situaciones sociales y culturales, puede dar resultados explosivos. Es un tipo de personalidad que abarrota los presidios y puebla las páginas de sucesos. También hay que decir que la influencia de la testosterona no es sino uno más de los factores de un cocido bastante complejo.

Tenía por ahí un libro, escrito por un psiquiatra, donde se habla de las bases biológicas del personal violento, y como se pueden neutralizar mediante una educación atenta, pero no siempre parece ser posible. Ya se conocen de sobra las personalidades psicopáticas, esas que en situaciones de estrés controlado en laboratorio han demostrado que apenas segregan cortisol, hormona de la ansiedad.

Porque la ansiedad la experimentan en menor cuantía, no temen apenas a las demás personas ni a la ley ni a las consecuencias, están más relajados y frescos ante las situaciones de violencia física y perciben a los demás como simples pedazos de carne con ojos, con posesiones o circunstancias que les provocan avidez o sadismo.

Como la fracción social formada por las personas más o menos cultas, los urbanícolas democráticos de los países avanzados y demás "comeyogures", je, je, adolece de una cierta pereza reproductiva, véanse sino los índices de natalidad y demás, el número de psicópatas tetosterónicos tiende a subir con las diversas generaciones y la proporción de ellos será cada vez mayor. ¿Sería la solución implantar más policías? ¿Querrá alguien defendernos, cuando seamos maduritos, de la violencia física de las generaciones más jóvenes?

Los más tranquilitos, porque así nos preferimos considerar, tenemos horror a todo lo que signifique violencia estatal en nombre de la seguridad. De alguna manera nos gusta creer que todo violento, en el fondo, está deseando ser acogido en los brazos amorosos de las instituciones públicas. En los medios de comunicación, se han creado legiones enteras de tertulianos que apabullan a todo aquel que predique algo parecido a la mano dura.

Y es que, en el fondo se les cree abordables mediante el diálogo, naciendo este de una ética del perdón, de la reintegración, en la que yo, personalmente, quisiera creer con ganas y con fervor, aunque tengo dudas tremebundas.

Precísamente, en un libro que recomendaba en una entrada anterior, Colapso, de Jared Diamond, se habla de la reintegración social y el abandono de las armas de unos violentos que cometieron crímenes. Fue en Ruanda, después de que masacraran en cerca de un millón de personas a la etnia rival, y ahora, años después, constituyen una nación de tenderos, taxistas y policías psicópatas, dirigidos por un gobierno de antiguos matarifes. Reintegrados pero, ciertamente, no reeducados.

Bueno, un abrazo, masculino (espero) y nada violento.

viernes, 26 de octubre de 2007

Mi Yo obsceno

Necesitamos, hoy en día, un Yo presentable, necesitamos construirlo, adornarlo, de manera consciente y premeditada, porque es la mercancía que más se demanda, porque es la mercadería que vamos a tener que vender en todo ámbito y círculo social en el que plantemos nuestro palmito.

Ya que los signos de los tiempos van cambiando, como dirían los discurseadores bíblicos, la presentación de nuestro Yo, de la parte exportable de nuestra personalidad, deberá mostrar una ineludible faceta mediática. En Internet podemos tomar ejemplo de muchas páginas personales, en donde se proyectan las extensiones y apéndices virtuales de los egos.
Son importantes, pej, los colores de nuestra web, sus enlaces y pijadas, sus gadgets, esos vínculos con buscadores y noticias, "news", para dar la sensación de que todo el universo se encuentra allí contenido y no necesitas salir.

La estética con que nos presentamos, los diseños adoptados con ese copypaste omnipresente, pretenden decir sobre nosotros más de lo que escribimos o verbalizamos, más de lo que por cultura, biografía o capacidad conceptual o estética, seríamos capaces de comunicar: "...Oye, no es que lo exprese ni que lo recalque, pero fíjate en el aspecto siniestro/psicodélico/cibernético de mi web, no soy símplemente el friqui inofensivo que imaginas, probablemente tenga un lado oscuro, forastero..."

Otro signo de los tiempos, en las narraciones personales internáuticas, es el desenfado obligatorio y la Cruzada Contra la Seriedad, "siempre frescos y divertidos".
Todos tenemos (y relatamos) un Yo plagado de anécdotas; que si un cerebro con dos neuronas, un desastre en nuestro cuarto, un aspecto físico sonrojante con ganas de que lo desmientan, un despiste e incompetencia, adecuadamente inofensivos, a la hora de los trámites sociales "...ays, con esta cabeza que tengo...", una pila de lectura imposible de acabar, que significa que no nos perdemos Nada de Lo Que Importa...

En nuestros informes sobre la salud procuramos contar lo espesa que tenemos la cabeza y todo eso, lo cual, por otra parte, es bastante lógico y precavido, je, je, a ver sino como justificaríamos el bodrio que acabamos de escribir si afirmáramos estar lúcidos y en plenitud.

Somos elásticos y desenfadados y nuestro criterio huye de absolutos y de la pretensión de que existan. Interesa más el impacto esteticista que la posible verdad, quizá porque se nos ha vacunado contra ella, porque parece equivaler a intransigencia y esta nos vuelve rígidos y vulnerables ante la comicidad, ante la exuberancia de los desenfadados. Hay terror a parecer un marmolillo y al mismo tiempo terror a parecer tonto, estamos pillados entre dos fuegos, dita sea.

Este Yo cibernético, prosiguiendo, lo es en tanto posea conectividad máxima, puertos de acceso, máscaras e interfaces a punta de pala. Se exhiben todas las identidades de mensajería, los blogs (más de uno si pueden ser), la prolijidad de nuestros contactos, plasmada en infinidad de links. Lo contrario de ello equivaldría a la falta de ojos, boca y pulmones para respirar, el símil de un organismo físico mutilado y con carencias.


Aunque lo parezca, no todo esto es obscenidad frívola y tonta. El poder proyectarnos en las redes es un adelanto social, es una ganancia lúdica. Es la posibilidad de diseñarte una personalidad, al tiempo que juegas con los diversos gadgets tecnológicos, aunque el mismo hecho de que la diseñes ya implica, posíblemente, una falsedad de partida.

Esta falsedad ya estaba presente, no lo olvidemos, en todo intercambio social desde los tiempos del Cromagnon, donde aquellos ancestros ya fingían y se pintarrajeaban, mentían y hacían teatro exagerado de lo que pensaban, aunque el hecho de verse cara a cara les dificultaba mantener la máscara a largo plazo.

Otra cosa es el rumbo actual de todo ello, el mayor alcance y los valores de crecimiento exponencial que se persigue dar a esa máscara eterna que hemos llevado siempre las personas.

Pasamos a ser, no el fulano simple de carne y hueso, sino un conglomerado curioso y complejo, detrás de ese nick y ese icono tras el que nos escondemos. Es la exhibición no de lo que hacemos, sino de como parecemos. El triunfo del homo ludens sobre el homo sapiens, toma pedantada, je, je.

Pues nada, un abrazo obsceno para todos.

lunes, 15 de octubre de 2007

Hombre come hombre

COLAPSO. JARED DIAMOND.

Aunque no hay nada tan fastidioso como escribir sin fundamento, el hecho de que quizá no pueda hacerlo en cuatro o cinco días me anima a comentar un libro, el de arriba, que todavía no he acabado, pero con algunos datos que ya me hacen alucinar.


El título es monumental, setecientas páginas casi, narrado a base de viajar y estudiar montones de datos y estrujarse las meninges para que luego aquellos tengan algún sentido. Nos lleva por varias culturas que desaparecieron una vez alcanzaron la cúspide y que abandonaron sus ciudades, que sus habitantes se sumieron en la barbarie y, literalmente, en el colmo de la presión por sobrevivir, se autofagocitaron.



No todos lo hicieron pero, al menos en los capítulos que llevo leidos, el impulso de saciar el apetito se colmó a base de algún desgraciado semejante que pasaba por allí en el peor momento posible. Ocurrió en e la isla de Pascua y también en el cañón del Gran Chaco, en el sudoeste de EE.UU, entre la cultura de los Anasazi, según documenta el análisis químico de excrementos humanos, que ya es pasión científica el buscarlos, uug.

El análisis de los mismos revela que contienen mioglobina, así como proteínas provenientes de la musculatura humana, cosa que no aparece siquiera ni en los casos graves de úlcera intestinal. Otras pruebas circunstanciales lo apoyarían, como las evidencias de cierta clase de descarnamiento de los huesos, cocinado de los mismos, etc.

Sí, también ha ocurrido y ocurre en multitud de pueblos antiguos y en situaciones desesperadas. Ya Marvin harris, pej, lo cuenta en Caníbales y reyes. En el libro que me ocupa, Diamond cuenta la anécdota de un colaborador suyo, en Nueva Guinea, que le dejó un día porque tenía que ir a comerse a un yerno suyo que había fallecido...

Lo que motiva su inclusión en el libro, es que estas prácticas son la culminación, el colofón de una serie dramática de carestías experimentadas por grandes volúmenes de población, pertenecientes a culturas que alcanzaron cierta brillantez en un momento dado.

Pero lo malo es que esta brillantez no bastó para que se percataran de varios factores letales, como el impacto medioambiental excesivo para la zona en la que vivían..

Pascuanos, Anasazi, Mayas, Vikingos en el Ártico y otros muchos, devastaron la masa forestal en la que vivían, sus ganados se zamparon los pastos, la tierra de debajo se fue a hacer gárgaras con la erosión.

Y para colmo, todas estas calamidades, muchas veces silenciosas, producto de la demanda de poblaciones cada vez mayores, encontraron el catalizador definitivo para el desastre en algún cambio climático traidor, documentado en pólenes, estratos, anillos de árboles, isótopos concretos, etc, y que terminó por apuntillar el panorama de agotamiento natural.
¿Acaso no nos suena toda esta letanía de agotamiento ambiental? ¿No nos llegan ecos de hoy mismo?

A través de los capítulos, la presentación de las pruebas, y el como se engarzan los diferentes factores, es de un ameno y claro que da auténtico gusto. Es historia, porque revela cómo las decisiones políticas de antaño motivan la relación con el medio ambiente, pero también es más que mera historia humana, porque hoy en día no se puede concebir la evolución de ninguna cultura sin estudiar el medio físico que la rodea y la infraestructura que la sustenta.

Pero ante todo, la lectura provoca unas imágenes, unas sensaciones que quedan, quizás nada tan mórbido y evocador como una cultura moribunda.
Esa isla de Pascua, otra vez, casi se siente la claustrofobia que vivieron ellos...

Toda una nación isleña que acabó con sus árboles y no podía ni construir una simple canoa, señores, todo por sacar sogas para elevar los cada vez más gigantescos Ahu, las estatuas famosas, a la mayor gloria de algún jefecillo megalómano. Que se quedó sin pastos y no podía ni comerse una cabra(o su equivalente polinesio). Que agotó la pesca. Que la tierra fértil se la llevó el viento al desaparecer la cubierta vegetal y ni siquiera podían plantar. Que la obvia conclusión de la búsqueda diaria de almuerzo era elegir a un enemigo para comer...

Y un insulto que luego contaban los últimos pascuanos a los misioneros: "...tu madre valía tan poco que hasta mal gusto dejaba al comerla..."
Por cierto, se hace tarde y el encargado de aquí me mira con mirada rara ¿Se habrá saciado, alimentariamente, esta noche?

Un saludo decadente y hambriento a todos.




jueves, 11 de octubre de 2007

La incompetencia que nos consume

El principio de Peter. Laurence J. Peter

Por doquiera que miramos hay meteduras de pata, improvisaciones, errores, fallos de cálculo, etc. El mundo de la gestión pública de todos los días, el papeleo, es una portentosa feria de incompetentes, eso lo sabemos todos. El reto ha sido siempre saber porqué.



La mancha llega a todas partes: campings que se plantan en zona de riadas; puentes de mil doscientos metros que se caen; los teléfonos de atención al cliente funcionan de manera que terminas desquiciado cuando les llamas; las subestaciones eléctricas se pasan años sin revisar hasta que un día fallan y dejan media ciudad sin energía.


Toda esa incompetencia, por sí sola, ya sería bastante enojosa aunque solo se hallara limitada a las obras públicas, la política, los viajes espaciales y otros campos igualmente remotos de la actividad humana. Pero no existe tal limitación. Se encuentra también a nuestro lado, constituyendo un omnipresente y pestífero fastidio.

Mientras escribo esta entrada, en el ordenata público del ciber de un pueblo pequeñito, una monada rural perdida en una especie de valle de Irás y no Volverás, estoy escuchando como habla y habla por teléfono a la mujer de un piso que hay pegado al ayuntamiento. Puedo oir todas y cada una de sus palabras. Son casi las doce de la noche y el hombre de la otra casa contigua está acatarrado, habíendose acostado temprano y obsequiándome, involuntariamente, con la claridad de sus toses y ruiditos de garganta.
Pero es que, cuando se da en la vuelta en la cama, oigo chirriar sus muelles. Esto es el ayuntamiento y las casas contiguas tienen una cierta calidad ¿Que es lo que ha fallado en la gente que las construyó?

En realidad se han propuesto teorías a tuti plen. Los viejos ateos comecuras culpaban a las iglesias: "...adormeciendo al pueblo con fábulas de un mundo mejor y distrayendo su atención de las cosas prácticas..."

Los eclesiásticos a veces culpaban a los mass media "...muchas distracciones de la vida moderna alejan a las gentes del recto pensamiento..."

Los sindicalistas culpan a la clase empresarial "...con salarios de miseria resulta cínico esperar que la gente se tome interés por su trabajo..."

Los freudianos culpan a la represión temprana de los impulsos sexuales, que engendra en el individuo un deseo inconsciente de hacer las cosas mal.

Los antiguos romanos, creo, decían lo de errare humanum est.

Una multitud de explicaciones diferentes es tan frustrante como la ausencia total de explicación. Hacía falta el trabajo clave de un estudioso, un lúcido heroe del análisis, solo que esta aportación, en su ya remoto momento, fue presentada en clave irónica y como si fuera un libro de humor. Estaba basado en un principio, el de Peter (su nombre):

"En toda jerarquía, los empleados tienen tendencia a ascender hasta su nivel de incompetencia"

Sí, si, después ha venido toda una vasta producción editorial que gira en torno a leyes de Murphy y demás, pero este fue, con diferencia, el primero y ofrece, frente al supuesto principio de Murphy, la ventaja de ser empíricamente contrastable.

Al principio despistó, por su presentación satírica, pero no se podía obviar su finura analítica y su preciso estudio del funcionamiento organizacional. Nos viene a decir, básicamente, que alguien puede ser un buen cartero pero que, si permanece mucho tiempo en el cuerpo, se corre el peligro de que alguien se fije en él y lo nombre jefe de carteros, puesto para el que puede mostrar cualidades nocivas y letales, encontrándose con una chaqueta demasiado ancha para su persona carteril, y abocando a un completo desastre todo el reparto de cartas en la zona.

Aquí, en la España castiza, siempre hemos tenido presente la anchura excesiva de ciertas chaquetas para ciertas personas pero, como siempre, hacía falta un anglosajón para ponerle nombre técnico y aplicarlo, de forma amena y brillante, eso sí, al funcionamiento de las burocracias.

Aunque desde luego, la acción del principio no es, ciertamente, amena ni brillante sino, por contra, insidiosa y devastadora. Los incompetentes de Peter, los ascendidos patológicos, arrasan empresas, ecologías, relaciones humanas y políticas, inversiones y proyectos colectivos. Para colmo, manifiestan una nefasta deriva en su comportamiento, semejante a un virus, ascendiendo a otros mostrencos semejantes a ellos, contribuyendo a la metástasis imparable del desastre.

Desde el terror que me produce esta sociedad peterianamente incapaz y, recluido en mi exilio rural temporal, os envío a todos un abrazo torpón y, obviamente, incompetente.

martes, 9 de octubre de 2007

Perdido en Ruralia


Sin PCs, tan solo con Internet a velocidad básica en el ayuntamiento, sin centros comerciales ni tiendas de ningún tipo, prácticamente, solo una farmacia que abre algunos días, los mismos que viene un médico generalista a pasar visita a este lugar.

El paisaje humano muestra un envejecimiento notable y tiende a juntarse cerca del único bar. Levantas la mirada y solo divisas un paisaje de montaña, que debes de recorrer todos los días, por carreteras infectas, con curvas que parecen rizos de pelo. Al recorrerlo llegas a otras poblaciones de parecido pelaje. Es la forma de vida de un montón de españoles, generalmente de cierta edad, en enclaves aislados que semejan un viaje, no diré que a principios de siglo XX, pero sí que a los años 70 de este.

Los avances de la telefonía móvil, en uno de estos pueblos, solo se disfrutan en cierto punto de las afueras, donde existe la cobertura necesaria.

Aquí lo más importante es la salud, enfermar solo de cositas leves, porque las graves exigen el precio de kilómetros de carretera, a otras poblaciones con hospital.

En esta "no man,s land", esta tierra de nadie, este agujero tecnológico y urbano, es donde voy a estar por motivos de trabajo de vez en cuando durante este año, lo cual me impedirá la regularidad bloggera que desearía, aunque por supuesto que seguiré participando, faltaría plus.

Podré apreciar las ventajas del cuasiaislamiento tecnológico junto con el generacional, estas últimas más bien dudosas. Hablar con los mayores de por aquí, es como una excursión por el NO-DO, una clase de antropología pedestre y a pelo, sobre el efecto que harían los tiempos actuales en personas no actualizadas, je, je.
También es una invitación (forzada) a asaltar la pila, combinando este asalto con la exploración de la comarca, con paisajes espectaculares.

Un abrazo desde el pajar.

sábado, 6 de octubre de 2007

La tecnología cotorra.


La digital, claro, la Internet nuestra, la que salió de Arpanet, el proyecto del pentágono y el sector que, además, se lleva casi toda la inversión y la fanfarria publicitaria. Cambia tanto que te quedas rezagado a las primeras de turno. El ordenata rumboso que te compraste, pronto se queda obsoleto y superado; aún peor, hay aplicaciones que ya no corren bien en el.

La proliferación de cachivaches desborda mi capacidad de adaptación, lo confieso. Gente más joven que yo me supera, pero a ellos les acabará pasando lo mismo, je, je, tiempo al tiempo...

Y hay una razón para ello. Este desarrollo no tenía que llegar ¿Acaso dijeron algo los padres fundadores de la cifi? ¿No hablaban ellos, por contra, de naves y estaciones espaciales, nanotecnología proteica, dominio del espacio y el tiempo, genética correctiva, etc? Pues si no dijeron nada de todo ello es que no procedía , ale...

Ellos proyectaban un desarrollo en vertical, nunca mejor dicho, capacidad de poner toneladas en órbita y proyectarlas lejos, hacia arriba, superar el pozo gravitacional como yo supero las escaleras de mi casa. Y de eso nada.
Los adelantos de los últimos 15 añitos van en una dirección más bien horizontal y para nada tangible: se trata de intercomunicar la superficie terrestre, gestionando y enviando la máxima cantidad de símbolos posible en forma de bites, unos y ceros.


Cuantos más símbolos más información, lo cual no debe confundirse con asimilación. Aprender un idioma extranjero, así de nuevas, no se ve facilitado por todo ese torrente simbólico en mayor medida que antes. Lo mismito se puede decir de cualquier carrera, se necesita el contacto con la habitual jerarquía vertical, la de siempre, textos y sobre todo profesores, la contraparte inevitable sin la cual no hay aprendizaje real.

Lo que sí que hay es una enorme capacidad de cotorreo y cháchara como nunca en la Historia, así con mayúsculas. Se ha generado, merced a la alianza de software y servidores, un gigantesco patio virtual de vecinos, una peluquería desmadrada de 24 h, un mercadillo o bazar, como queramos, donde se exhiben cuerpos desnudos, soledades narcisistas, deseos de compañía, mercadería tocapelotas, timos de la estampita y más, mucho más.

Esto es lo que va a marcar esta época, el acceso de las plebes, de todos, a la plenitud editorial. Ningún fulano sin su hiperdocumento, sin su página o blog. Va ser la exposición de idiosincrasias más grande desde el ágora griega. Sí, si, ya me se todo eso de la administración electrónica, bibliotecas online y blablabla, pero eso es la excusa, el envoltorio. Lo que realmente importa es que la cacatua mayor del barrio va a tener plaza de honor en el ciberespacio, que la Pepi edita un blog y que las tonterías (como esta mía, seguramente) van a saturar las bandas anchas y las estrechas.

A la cosa ingenieril y mecánica, a la proyección de máquinas más allá de nuestros cielos, le ha entrado el temible virus de más pequeño, más sencillo, más barato o algo parecido que dice la NASA, por cierto muy cerquita del bueno, bonito, barato del mercadillo del barrio, que cosas piricosas. Habrá que esperar al próximo cambio histórico.

Saludos cotorras.

jueves, 4 de octubre de 2007

¿Y el Espacio donde fue?

Sí, cincuenta añitos hace, y yo también quiero sumarme al recordatorio general que se hace por todo medio digital y en papiro y, faltaría más, hacerlo con la foto del Sputnik ese, descargable hoy en toda la Internet esa tan moderna.

Cincuenta añacos hace ya que lanzaron la bola metálica esa, tosca pero funcional, a la manera hojalatera de la astronáutica soviética de los inicios. Y aún más tiempo ha pasado, todavía, desde que la literatura se puso a anticipar lo que serían nuestras vivencias, las de todos, en ese espacio que parecía de pronto el patio de mi casa que es particular, de lo cerquita que se les antojaba.

Como no ha sido así, como nos portamos con la Luna como crueles amantes, dejándola con las ganas una vez que parecía que la desposábamos ( no se, cinco o seis expediciones hubo, no recuerdo) la decepción ha sido de órdago.

Por culpa de ello, sí, por culpa de eso, tomó la alternativa otra ciencia ficción más humanista, así como otras blandenguerías sublimes, que pretendían que el espacio interior, los personajes ¡¡ eran más atractivos!!, será posible, que atrevimiento, marginar las glorias ingenieriles, dioss. Que las zozobras espirituales de un Sevek, en Anarrés, eran más interesantes que las intrigas galácticas, pandilla de amapolas...

Con lo felices que se las prometían los entusiastas campbellianos, los lectores tecnócratas, los que elegían ciencias en los institutos, (y las aprobaban con nota), los que compraban el Muy, los que disponían de patios traseros en casa para probar con cohetitos, los que se aclaraban con los almanaques astronómicos...

Todo ello ha sido una lástima. De pronto, intelectuales repelentes y pensadores comprometidos (aaaj) proclamaban que los problemas en nuestro planeta eran más importantes, ja ¡anda ya! será posible...

A ver si aprenden, esos Señores con Los Pies en Tierra, que si lees algo de esos temas es para evadirte, para despegar de la butaca, que si lees algo que pasa en Antares es porque pasa en Antares. Si luego miras otras cosas, lo haces más bien obligado por esa presión hostil e intelectualoide, que ridiculiza todo lo que sean naves, imperios galácticos, extraterrestres, colonias extrasolares, etc, con una maldad inconcebible, propia de los que suspendían química.

Y el caso es que, inevitablemente, leías otras cosas. Y te gustaban. Y apreciabas una mejora en la degustación literaria y tal. Y te oyes elogiando historias que te han emocionado, ¡tienes emociones! je, je, pensabas que le ocurría a otros. Pero no cuela y el paraíso perdido no vuelve.

De nada le sirvió a muchos aprenderse nociones coheteriles, atmosféricas, cosmológicas, exobiológicas, así como geografía marciana y demás, mientras los demás hacían ferozmente el amor por ahí y experimentaban la autenticidad de sus sentimientos.
Total para qué, si tu sociedad ya le dió la espalda a esos conocimientos y solo sirven para los cuatro pringaos que se entuban en la ISS, esa estación espacial que casi nació obsoleta.

Saludos desde mi pantalla.

martes, 2 de octubre de 2007

El Dr. Laing y la indefensión de mi persona

La llegada se efectúa en medio de un caos de gente y ruido y en un estado de debilidad física y mental. Muchas veces lo hacemos a bordo de vehículos ululantes, en medio de compuertas que se abren, con lo que el escenario de la entrada ad inferno está servido.

Te colocan, a continuación, un código de barras en la muñeca, se te pregunta por tus sensaciones corporales más íntimas, te suben a una silla de ruedas, ¿Qué, nos parece poco como agresión inicial?

Pues aún hay más; nos llevan a una sala denominada de "triaje", donde tendremos ocasión de juntarnos con más personas con la muñeca etiquetada y que relatan diversas odiseas alienantes, mientras hacemos frente a una espera larga e indeterminada, que termina cuando nos llaman para interrogarnos.

La entrevista subsiguiente se produce asumiendo nosotros un estado despersonalizado, en el cual no importan nuestros sentimientos sino tan solo ciertos síntomas corporales muy específicos.
Estas señales nuestras, tan íntimas, serán juzgadas con baremos que no nos pertenecen, por personas a las que parece molestar cualquier atisbo de humanidad concreta por parte nuestra.

Una vez las hayamos contado, alea jacta est, cruzamos el Rubicón, ya no podremos ejercer el más mínimo control sobre nuestro tiempo personal. A partir de ese momento, seremos despojados de nuestras ropas para vestir otras más toscas, con el detalle de que permiten el acceso libre a partes variadas de nuestra anatomía, por parte de terceros no afectados por el protocolo social habitual.
Se rompe así, la barrera protectora que representa el vestuario personal y, por ello, nuestro organismo pasa a ser de dominio público.

Para rizar el rizo, nuestra movilidad se ve limitada seriamente con la confinación forzosa a un habitáculo con numerito y se nos impone un biorritmo mecanizado; nuestras secreciones podrán ser demandadas a horas intempestivas y el alimento se nos suministrará en un intervalo de tiempo prefijado.

Desaparecerá, asimismo, la intimidad del sueño nocturno, al igual que el derecho a conciliarlo ya que, multitud de operaciones nocturnas y ruidosas, que incluyen el allanamiento ocasional de nuestro habitáculo, harán que nuestro sueño se parezca, más bien, a un coitus eternamente interruptus.

La experiencia tan estresante que, como habréis adivinado, no pertenece al ingreso en Auschwitz ni a una abducción alienígena, sino a la entrada por urgencias en un hospital de la SS (vaya iniciales, glabs) es uno de los extremos, uno de los traumas principales de la vida cotidiana de los peatones modernos.

Es un tributo que hemos aceptado pagar, pero que a muchos ha traumatizado y marcado sus vidas, con un recelo y una paranoia hacia la profesión médica difíciles de borrar. Los propios profesionales del sector, muchos de ellos, hacen lo posible por aliviarlo, pero no todos, ay.
Pensé en ello durante estos días, acompañando a un familiar que, afortunadamente y al poco tiempo, salió con el alta, loados sean los dioses de la medicina.

Quien no paraba de denunciarlo, aunque en el ramo más sórdido, eso sí, de las urgencias psiquiátricas, era aquel psiquiatra tan peculiar llamado Ronald Laing. En libros como Razón, demencia y locura, El Yo y los Otros, El Yo dividido, La voz de la experiencia, etc, abogaba por la desaparición de las barreras y el etiquetado entre nosotros y "ellos", los trastornados mentalmente y que, debido al aislamiento, los corsés sanitarios, los tratamientos agresivos, la cultura médica orientada al estigma conceptual respecto de la enfermedad mental, jamás alcanzaban una integración total.

No por ello idealizaba la condición de enfermedad mental ni negaba su sufrimiento e incapacitación reales.

Algunos seguidores suyos, más extremistas, sacaron de quicio el movimiento de la antipsiquiatría y lo convirtieron en sinónimo de excarcelar "locos", cosa que el solo recomendaba tras cuidadosos y pormenorizados estudios de cada caso.

Son reflexiones que te vienen cuando miras esas microsociedades de castas que son los hospitales, con sus doctores, enfermeros y enfermos y sientes la agresión mecanizante que supone entrar como materia prima.

jueves, 27 de septiembre de 2007

Imaginaciones desbocadas y elfos palpables.



No suele ser rara la confesión autorial de que, las historias y personajes, con frecuencia cobran vida propia dentro de sus seseras y, cada vez que bajan la guardia, empieza el agitar de grillos, las idas y venidas por el mundo fabulado, en busca desesperada del vocabulario destinado a mandar y fijar.

Y cuando no las palabras, son la estructura, el orden,el equilibrio, sentido de la proporción...

Lovecraft, en principio, se sintió atormentado por su imaginación.
Nada que objetar a ello por parte mía, que cada cual tenga a su lado los tormentos y tribulaciones que le quepan, solo que, cuando transcribía las historias que le sugerían esas "presencias", parecía que las tuviera al lado de su persona, tal era la parquedad psicológica y existencial con que dotaba a sus protagonistas, esos timoratos provistos de la curiosidad que mató al gato y de la misma integración social de un excluido.

El mundo imaginativo que nos legó, no obstante, ha coloreado buena parte de la literatura de terror e imaginación del siglo pasado y de este. El estilo sugerente y, la extravagancia de lo sugerido, nos transmiten el mismo estado de indefensión preverbal que cuando no encontramos palabras para un susto.
Como las palabritas no llegan, lo que las sustituye es la reacción física adrenalínica y la taquicardia del copón, vamos, la esencia del miedo.

Otras veces, y con otras plumas, no nos da miedo lo leído pero nos puede causar saturación. El kilométrico Tolkien, nos describe geografías, dinastías de elfos, canciones populares, recetas de cocina, historias pasadas, que prácticamente no vienen a cuento si las relacionamos con la acción. Es como llegar al hotel de un país exótico y que te regalen la indumentaria de las fiestas regionales.


Se quiere asegurar con ello, quizá, que ese mundo que a él le llena la vida, no va a desaparecer por una culpable y clamorosa falta de consistencia. El ingrediente ambiental, en esas ocasiones, usurpa ocasionalmente, como en un golpe de estado, el predominio de lo argumental.

Parece que ese mundo, que vive solo en la mente, quisiera asegurarse de que, además, también vivió en la historia, en alguna historia. Es como una especie de rebelión platonista de las ideas, que puede dar al traste con la paciencia y la concentración del lector.
No obstante, sí que hay otros lectores, que sí disfrutan con esas excursiones laterales y complementarias por ese universo virtual, con esa sobredosis de solidez, con esas justificaciones basadas en una historia fantasiosa y retroproyectada, muchas veces con alcance infinito. Para ellos es una afirmación de fe en el universo revelado, que viven y leen pacientemente, con la delectación masoquista de un sumiso para con el Ama.

Es de esta forma como, en las sagas, en las derivaciones laterales y personajes extras, se vuelve necesaria la dilatación infinita del pasado. Personajes que ya no daban más de sí, debido a la conclusión lineal de la acción, de pronto revelan un pasado largo y proceloso como una longaniza, por no hablar de la extensión infinita hacia atrás de la densidad histórica, de la cantidad de cosas que, de pronto, son susceptibles de haber ocurrido.

Para mi gusto, esto es un vicio y revela un déficit narrador, consistente en una incapacidad de crear presente, de generar acción aquí y ahora. No siempre es el caso de Tolkien, seamos justos; al menos en ESDLA se muestra capaz de pisar el acelerador del ritmo y de juntar hilos narrativos, aunque menuda poda de postalitas floridas habría que pegarle, buff...y eso por no hablar de trasfondos maniqueos, pero eso ya daría para otra entrada, je, je...

De todas formas, para quienes abren un libro ( o libraco), la solidez incrementada y voluntarista de Elfos, gnomos y entidades pavorosas, es una contrapartida vivencial a ese trance mental cotidiano, con el que se afronta este mundo de telediarios y madrugones, vecinos ruidosos y aparcamientos escasos así como páginas web con anuncios. Vivimos, muchos de nosotros, bastante tiempo prestado en universos ficticios y, probáblemente, seamos la única especie que lo hace. Larga vida, pues, a las musarañas.

Amén y que Tolkien no sea con vosotros (o sí, depende, je, je)

martes, 25 de septiembre de 2007

Los Espectros de la Tierra del Sueño.


Siempre será un misterio absoluto la vivencia que, de la realidad cotidiana, tenían todos los pueblos que fueron y ya no están. Los indios de las Montañas Rocosas, pej. tenían, según el linguista y antropólogo canadiense Franz Boas, una cosmovisión curiosamente parecida a la de los aborígenes australianos, con su concepto del "Tiempo del Sueño" donde se englobaba todo lo acontecido, hasta tal punto que el día de ayer ya pertenecería a esa dimensión mítica, poblada por dioses y espíritus.

Como hoy estaba con ganas de leyendas y narraciones rarillas, le he pegado una hojeada al material que recogió este señor (el Boas) entre los nativos de aquellos lares, de cuando moraban y cazaban perdidos por aquella naturaleza salvaje y tal.

Recoge una leyenda, breve pero sugestiva, que oyó contar a principios del siglo XX a los ancianos de esas tribus, cuando estas ya no eran las de antes y del sueño habían pasado a la pesadilla de las reservas.
Ilustra, además, el fenómeno de la entropía y deformación en la transmisión del material mítico a través del tiempo, planteando enigmas sobre el estado de conciencia, cercano a lo onírico, en el que fue concebida y tratada en su momento la leyenda original:

La guerra de los espectros. Versión arcaica.

Una noche, dos jóvenes de Egulac fueron al río a cazar focas, y mientras estaban allí les envolvió la niebla y el silencio. Luego oyeron gritos de guerra y pensaron: "Tal vez es una emboscada" . Huyeron hacia la orilla y se escondieron detrás de un tronco. Se acercaban canoas, y oyeron el ruido de los remos, y vieron que una canoa venía hacia ellos. En la canoa iban cinco hombres y les dijeron: "¿Que os parece? Queremos llevaros con nosotros. Vamos río arriba para hacer la guerra" Uno de los jóvenes dijo: "no tengo flechas". "En la canoa hay flechas" dijeron ellos. "Yo no iré. Podrían matarme. Mis parientes no saben a dónde he ido. Pero tú" dijo, volviéndose hacia el otro, "podrías ir con ellos".

Así que uno de los jóvenes fue, pero el otro volvió hacia casa.
Y los guerreros siguieron río arriba hasta llegar a un pueblo que estaba al otro lado de Kalama. Sus habitantes bajaron al agua, empezaron a luchar y muchos murieron. Pero el joven oyó decir a uno de los guerreros: "Rápido, vayamos a casa, han herido a este indio" . Y pensó: "¡Oh!, son espectros". Él no se sentía mal , pero ellos decían que le habían herido.

Así que las canoas volvieron a Egulac, y el joven desembarcó delante de su casa, y encendió una hoguera. Llamo a todo el mundo y dijo: "Mirad, he acompañado a los espectros, y fuimos a luchar. Muchos de los nuestros murieron, y muchos de los que nos atacaban murieron. Dijeron que me habían herido, pero yo no me encuentro mal."


Dijo todo esto y luego se quedó en silencio. Cuando salió el sol, el cayó. Le salía algo negro de la boca. Su rostro estaba contraído. Los del pueblo se levantaron de un salto y gritaron.
Estaba muerto.

El relato tiene un carácter fantástico y sobrenatural, con ese tempo, esas elipsis extrañas y transiciones instantáneas de escena que, como señalaron varias fuentes, la asemeja a un sueño.
Años más tarde, la generación posterior de esa tribu, receptora del relato, la elevó un tanto en el plano de la "vigilia":

Guerra de los espectros. Versión racionalizada.

Dos jóvenes estaban junto a un río dispuestos a cazar focas, cuando apareció una barca en la que iban cinco hombres. Todos iban armados para la guerra.

Al principio, los jóvenes se asustaron, pero los hombres les pidieron que les ayudaran a combatir a unos enemigos que había en la otra orilla. Un joven dijo que no podía ir porque sus familiares se inquietarían por el; el otro dijo que sí, y subió a la barca.


Por la noche volvió a su cabaña, y dijo a sus amigos que había estado en una batalla. Habían muerto muchos, y a el le habían herido con una flecha; dijo que no había sentido ningún dolor. Le dijeron que debía haber luchado en una batalla de espectros, entonces recordó que todo había sido muy extraño, y se alteró bastante.


Sin embargo, por la mañana se sintió mal, y sus amigos se reunieron en torno a él; el cayó, y se le puso la cara muy pálida. Entonces empezó a retorcerse y a chillar, y sus amigos se quedaron aterrados. Al final se quedó quieto, le salió algo duro y negro de la boca, hizo una contorsión y murió.

Esta versión posterior contiene una variedad de omisiones, elaboraciones y "racionalizaciones lógicas" . Véase, como normalizan la conclusión lógicamente desconcertante "¡Oh!, son espectros". En esta versión no solo se pierden detalles sino, tal vez lo que es mucho más importante, mucho del poder evocador y obsesionante de la original. De alguna manera, ya es menos parecida a un sueño.

Todavía años después, otros estudiosos lograrían contactar con uno de los nativos que había tomado parte en la transmisión de la segunda versión y, he aquí la mutilación que experimentó, debido a la traidora memoria, con el paso de los años:

Tercera versión, estragos del paso del tiempo, desaparición de la memoria étnica e individual.

Unos guerreros fueron a hacer la guerra con los espectros. Lucharon todo el día y uno de ellos fue herido. Por la noche volvieron a casa, llevando a su compañero herido. Cuando el día se acercaba a su fin, empeoró debido a las fiebres, y los habitantes del pueblo le rodearon. Al ponerse el sol, suspiró, le salió. algo negro de la boca. Y murió.

Aquí, ya ha desaparecido la magia y los espectros son domesticados. También resulta amputada la temporalidad mítica de toda una etnia y, de paso, el fluir onírico de las gestas de un guerrero antiguo que, al parecer, combatió nada menos que en una guerra de espectros, remontando un río con ellos.

Pudo conservar el recuerdo, saludar a los seres queridos y amigos y dejarles un tesoro imborrable para esas noches junto al fuego. Pero, como cuentan todos los mitos universales que en el mundo han sido, el precio a pagar, por visitar en carne y hueso el Tiempo del sueño y la Tierra de Oz, siempre es altísimo.

Que durmáis bien.

sábado, 22 de septiembre de 2007

Lovecraft y el héroe paralizado.

Resulta que, para fastidiar, este es un Sábado lluvioso y chapoteante y, la bajada al garaje, sin luz por avería, con la humedad y el olor a cerrado me evocan, en pequeñito y en doméstico, las sensaciones innominables de las antesalas de los antros de Ctulhu y Yogsothot, empequeñecidas únicamente por las de ciertos sanitarios de discoteca. (Y mira que no está sobado ni nada lo del "innominable" ese)

Que le voy a hacer, no me gusta el estilo de HPL, pero fue una estación de paso; de esas más bien feas pero con el morbo de lo diferente y de lo extravagante. Ese HP. de Lovecraft, el Howard Phillips de Providence, es pieza de lectura curiosa, más que nada por su influencia antes que su talento real. O por lo menos, así es como lo percibo yo.

A lo mejor le gustaba Nietszche, (parece que lo leí por ahí) por aquello de la muerte de Dios y la renuncia al maniqueismo moral clásico. Los antiguos seres infernales, espíritus y diablillos, eran malos, es decir, se rebelaban en la noche contra el orden establecido y trataban de destruir y corromper el frágil andamiaje de las buenas relaciones humanas.
Por el contrario, las criaturas del terror lovecraftianas no son hostiles a nuestros ideales y aspiraciones, sino que sencillamente no los tienen en cuenta, del mismo modo que un agricultor ignora el nido de una alimaña al labrar su campo.

Estas criaturas de HPL, no obstante carecer de acción y esencia moral reconocible, reciben un culto "abominable" por parte de algunos humanos. Representan abrumadoras (y asquerosillas) fuerzas cósmicas que nada tienen que ver con nosotros éticamente hablando, están más allá del bien y del mal (¿un poquillo de materialismo nietscheano, quizá?)

Siempre se dice que a HPL le condicionó una infancia arropada por unas tías dominantes, vete a saber. Descubrir que el mundo estaba lleno de unos seres fuertes, poderosos (los adultos) debió resultarle más duro que a otros.


En ese sentido ( y abusando aposta del análisis psicologista, a ver con qué pretexto sacaba una entrada, sino) de esta sensación infantil de indefensión, podría venir el curioso y extraño desvalimiento de sus protagonistas. No es que sean sencíllamente antiheroes, no, lo que son es antiadultos. Nunca saben qué hacer: cuando tropiezan con el peligro lo que se les ocurre primero es el desmayo, enloquecer del todo o, en el mejor de los casos, huir desmañadamente, ale.

Jamás dan la impresión de controlar la situación; el único movimiento positivo que saben mostrar es la curiosidad. Por lo demás permanecen ociosos, nostálgicos, incapaces de,cualquier ambición o proyecto de futuro y asexuados (¿alguien les recuerda un simple flirt?).

Son, por tanto, la antítesis del héroe clásico adolescente. Son personajes que están deseando levantar el velo pero, cuando contemplan la escena horrenda y devastadora sucumben. Jústamente como un niño. En una de sus cartas, leí que escribió que "la vida adulta era un infierno". Quien sabe, algo de razón no le faltaba, ja, ja.

En fin, como es obvio y fácil de percibir, la lectura de estas impresiones sobre HPL no creará escuela ni revolucionará el análisis literario, así como tampoco supondrá efecto alguno más allá de los queridos amigos que lo lean. Nuestras meditaciones, por tanto, se perderán en el infinito de Internet, como lágrimas en la lluvia de un replicante cualquiera, ahogado en lugares comunes y oyendo Blade Runner.

Morituri te salutant.

jueves, 20 de septiembre de 2007

Neandertales sin cafeina

Humanos. El paralaje neandertal. Nova.

No es de lo más reciente que ha sacado Nova y, probáblemente, cualquiera ya habrá leido más de una crítica negativa sobre este muermecillo bienintencionado de Sawyer.

En mi opinión, ilustra perfectamente los vicios de repetición y calco de clichés en los que se cae al producir ficciones, el Kitsch, la narración en serie y todo eso. Para colmo, el amigo Robert nos agredió con dos volúmenes más, aunque eso sí, a mí ya me pilló avisado. Qué maravillas me habré perdido en los que restan, es algo que nunca sabré...

El hombre se ha documentado con la paleoantropología necesaria para sacar el aprobadete y hacer ver que se "documenta". Aquí, se retrata a neandertales de una Tierra paralela que encuentran una entrada a través de un "tunel cuántico", así, tal y como suena y en baratito, siendo este uno de los primeros artefactos de quita y pon que se importan de la divulgación y fantacifi más corriente, igual que se usa otras veces lo de hipersalto y demás hierbas.

Nuestro amigo eslabón perdido, prota del "salto", parece representar una especie de alter ego ideológico de Sawyer, cientifista confeso de tendencia agnóstica, y de tal despensa saca la "perplejidad" del observador, que se extraña de que aquí creamos en dioses que no se pueden ver y demás. Uno mismo puede ser agnóstico, más bien por salir del paso, pero ante la exhibición de materialismo baratete del Saw.., perdón, del neandertal, dan ganas de ir de peregrinación a Lourdes con las Clarisas.

Y de que manera vemos venir el enamoramiento del prota y de la investigadora que lo va a conocer, aiih, presentado por parte del autor como algo irreverente (¡!), transgrediendo el tabú de la barrera entre especies y demás, pero eso sí, apto para el videoclub del barrio.

¿Y que se puede esperar de estas imaginaciones áridas y embrutecidas por el telefilm de mediodía? ¿Que se puede esperar cuando cruzan el umbral? Es decir, ¿como nos manejan la extrañeza de una supuesta cultura exótica, generada por una especie paralela, con un cerebro incluso algo mayor que el nuestro y con algunas diferencias sutiles? Pues bien, por lo que a extrañeza se refiere, la sociedad neandertal de Sawyer presenta la misma que podríamos encontrar en el Carrefour de las afueras. Hay barrios enteros en mi ciudad mil veces más raros ¿Habrá salido este autor siquiera del suyo?

Porque jolín, vaya desperdicio, el entero planeta a disposición de ellos y todo queda reducido a la descripción de un distrito suburbano de chalets, calcadito de los de Ohio y California; casas en bosques, un centro de la ciudad que evoca el cartón-piedra del Planeta de los Simios; una complejidad antropológica digna de un campamento Boy Scout: las chicas por un lado y los chicos por el otro...

Y la mayor aventura consistirá en que nuestro primo primate solucione un enredo judicial en su pueblo. El nudo de la novela se centra en el juicio, tan querido de la teatralidad escenográfica yanqui, y que permite al autor mostrar su capacidad para crear escenarios epatantes, je, je: planta a los personajes en una sala y los hace hablar y, ale, ya hemos consumido un poquito de cultura de la dialéctica. Después, como tocaba incluir la proporción correspondiente de sentimientos "auténticos", resolverá un malentendido emotivo con una hija.

Obvio es decir que, el resto de los personajes posee la profundidad que era de esperar, equivalente a la de una calcomanía, en fin...

Y el gran misterio: ¿Porque narices hace uno el primo y lo compra?

martes, 18 de septiembre de 2007

El Imperio sin letras nos contempla.


Henry Kamen, Imperio y decadencia.
La formación de España como potencia mundial,
Aguilar.

Ya hace tiempo que me llamó la atención un dato histórico sobre la escritura, leida en cierto libro y que me veo obligado a resaltarlo aquí, en el blog de este fulano servidor de todos vosotros.
El objetivo es poner de relieve la incomunicación entre culturas, mediante algo que aconteció en la exploración de Tierra 2, tal y como llamaba Marvin Harris a las civilizaciones americanas, aisladas por el oceano y por un revivir en paralelo de la Historia, que dió origen a notables similitudes pero también diferencias. Estas diferencias otorgan un carácter de extrañeza, seductor y un tanto alienígena a veces, a aquellas culturas.

Pero primero de todo y haciendo los deberes, la presentación de la fuente del saber de donde extraigo la curiosidad, El Imperio, de Henry Kamen.

Este libro pone en solfa el mérito de los españoles en la creación del Imperio más vasto que hubo en su momento, que dió historias para haber filmado y escrito miles de ficciones, a base de miserias y grandezas, ay,que lástima que por aquí no tengamos un Hollywood y, ya puestos, ni siquiera un Bollywood.

De perplejidades varias, de la extrañeza que le producía a Francis Bacon "...el de como España se las apañaba para gobernar un imperio tan vasto con tan pocos hombres..." se ocupa este trabajo, documentadísimo en datos pero sesgado en sus conclusiones según muchos críticos, que le reprochan una visión atomizante del protagonismo colectivo de aquellos días.
Según el, solo hubo un aglomerado de castellanos, aragoneses, catalanes, moriscos, amerindios, belgas, genoveses, etc, sin que se pudiera hablar de sentimiento de formar parte de un imperio o empresa global española.

Es algo parecido a contemplar una moneda y definirla solo por la cara o bien, solo por la cruz.

Una vez presentado el culpable, la fuente del dato, con las loas pero también con las prevenciones necesarias, veamos el pasmo con que los incas, un imperio sin alfabeto establecido con precisión, si exceptuamos los misteriosos quipus, esos manojos de nudos indescrifables, contemplaban la técnica de la escritura en papel, que permitió la expansión cultural del viejo mundo:

(Almagro ofreció a los indios una hoja escrita y los indios se dedican a especular con el Inca de que podría tratarse): "... Vista de este costado es un hervidero de hormigas. Vista desde el otro lado parecen las huellas que dejan las patas de los pájaros en la orilla lodosa del río. Vista así se parece a las tarukas puestas cabeza abajo y con las patas arriba. No, no me es posible señor, adivinarlo..."

Para ellos, el sonido modulado era lo que diferenciaba al hombre del animal, sin necesidad del garabato

La idea de la primacía de lo hablado sobre lo escrito también puede encontrarse entre los guaraníes, cuyos mitos hablan solo del sonido del lenguaje, allá por la creación del mundo.

La frontera idiomática se cruzó muy pocas veces y la alfabetización casi no prosperó durante al menos tres siglos. Y es que, más allá de la palabra escrita, el mundo real de los nativos de América consistía en los sonidos, colores y presencias vivas, que quedaban más allá de donde alcanzaba la percepción de los españoles, que no lo comprendían y lo rechazaban por pagano.

Las mentes ágrafas de Tierra 2 contemplaban con incomprensión, el aparente hecho de que aquellos papeles con "tiras de hormigas", contenían una información de tipo secuencial y lineal que les afectaba, que contenía una descripción del mundo y de los valores de los visitantes.

Que fueran pensadores ágrafos no quiere decir que con sus quipus no fueran capaces de llevar complejas contabilidades y disposiciones de datos. Eran como una especie de algoritmo, tridimensional y de nudos, del que a principios de siglo ya no quedaban intérpretes vivos. Quedan centenares de quipus sumidos en el misterio.

Si esto ocurrió en nuestro planeta, con otros seres humanos, que no podría ocurrir en el contacto con cualesquiera otras inteligencias que pudieran haber en este cosmos grandullón que habitamos. Sus métodos de comunicación se nos antojarían indescifrables y, al igual que un libro para los incas (o un quipu para un europeo) nos encontraríamos ante condensados informativos inabordables y herméticos.

Por cierto, no se si en el Cuzco precolonial se podrían dar fenémenos frikis como la "Pila", esa acumulación compulsiva de objetos culturales comprados por mera voracidad, je, je, je.

Nota sobre Imperio, de Kamen:

La mención de este libro se hace con fines meramente indicativos y de referencia y no por hacer una reseña consumista del copón.
En ningún modo se te está sugiriendo que perderías algo imprescindible si no lo leyeras. Es preciso hacer notar, además, que su compra podría suponer un sacrificio financiero inasumible, así como un aumento del volumen de la Pila acumulada de libros por leer.
Por lo tanto, comprarte este capazo de erudición o, conformarte con lo que ya sabes sobre el tema, es de tu incumbencia.

Semper fidelis.

domingo, 16 de septiembre de 2007

Mi deuda con el Arco Iris...

EL ARCO IRIS DE GRAVEDAD. THOMAS PYNCHON. EDITORIAL TUSQUETS.


La gravedad fue la que posíblemente influyó en mí, haciéndome fracasar. Y es que este supervolumen se gasta la friolera de 1144 paginacas de pura exuberancia y desvarío y fracasé al intentar acabármelo, por poco pero tiré la toalla. Fue la gran novela caudalosa de mi verano del 2006, que me mantuvo agarrado a ella, no se si por el morbo o, de una manera extraña, por su cualidad lisérgica, je, je, pero que, por la honestidad mínima de un derrotado consciente, tampoco puedo recomendar estríctamente hablando.

Si normalmente, toda entrada puede llevar a una reseña esta, entonces, sería una no-entrada y una no-reseña, porque aún no sé como acaba el relato, el misterio se contiene en esa sexta parte, aproximadamente, que dejé por leer en la anómala línea temporal del universo-libro de Pynchon.

Es posible que pagara el precio de la ingenuidad o candidez lectora, el prejuicio gracianesco de lo bueno si breve y tal y cual, la desazón interior que produce esa Europa paralela pynchoniana situada en la II guerra mundial, así como el toque inequívoco de locura en ciertos pasajes, dotados de una intensidad y fijeza descriptivas tan intensa como las pesadillas y las visiones, ay que ver que fuerza icónica y visual posee el tipo, casi más propia de la manía de un pintor impresionista...

¿Estaba loco este hombre? ¿Que pretendía al narrar de esta manera? Ya me direis, si no, basar el relato en un presupuesto de Ciencia ficción irónica (sí, cifi). Un soldado americano, Tyrone Slothrop, que cuando se aproximaba una V2 experimentaba una erección tremenda. El pobre hombre había sufrido de niño el implante de un extraño plástico que reaccionaba de esa manera, además de extraños experimentos a lo Pavlov que le hacían capaz de reacciones imprevisibles. Por estas cualidades le buscaban todos los servicio secretos.

Con estos supuestos, el energúmeno creador de Pynchon disfruta toreando en varias plazas, escribiendo pasajes de ciencia ficción para acto seguido ofrecer páginas de vodeville, ensayar el reportaje de guerra, trocear un relato para adultos o regodearse en una fábula para fantasiosos, atravesando los distintos géneros con endiablada velocidad, reduciéndolos a mera trampa para lectores ingenuos o convencionales.

En fin, que lo que en apariencia es un cuento de descerebrados alcanza a ser en realidad una lectura alucinada del mundo como un texto paranoico de ilusiones metafísicas (que frase, rediós, a saber que habré dicho) de modo que la banalidad y el absurdo de su argumento hacen que éste no sea sino el pretexto para la explosión de la imaginería verbal.

La novela trabaja con materiales tan dispares como la ingeniería química, el Holocausto, el espionaje, la cábala, las grandes corporaciones, la estadística y las teorías de Ivan P. Pavlov, creando una especie de ontología aparte que les otorga función y significado, por lo tanto no hay Dios que la resuma ni doncella que le abra las piernas.

Pero mi deuda para con todo libro que abro la quiero pagar, algún día me meteré en esa visión delirante y, si me aclaro, la calificaré. Un abrazo.

viernes, 14 de septiembre de 2007

Volcarte en tu blog y el efecto Hawthorne


Es evidente que no se grita al viento de la misma manera cuando sabes que puede escucharte alguién, aunque en principio no puedas verlo.

La equivalencia entre este medio, el blog, y los diarios íntimos es inexacta, porque la exposición escrita de eventuales y posibles intimidades ya presupone un lector, cosa que parece sacada del catecismo de Perogrullo.

En relación con ello, con la alteración que refleja nuestra conducta cuando nos observan, creo que no viene mal reseñar el típico experimento anglosajón que, como pasa muchas veces, suele dar carta de naturaleza a lo que todos sabíamos ya.

Corría el año vetusto de 1929 en yanquilandia, en medio de la Gran Depresión y todo eso. Un cátedro de harvard, llamado George Elton Mayo, realizó una serie de experimentos sobre comportamiento humano y productividad laboral en el seno de una planta de ensamblaje de teléfonos.
En aquella planta, los currantes trabajaban todo el día inclinados sobre piezas de reĺés y Elton Mayo eligió a seis mujeres para controlar su conducta, amén de la productividad esa antes mencionada.

En relación con esta, después de haber determinado una cantidad básica de piezas a ensamblar, Mayo instaló a las seis en un cuarto especial con un supervisor. A continuación, empezó a controlar las horas de su jornada, los días de trabajo semanales, las pausas para almorzar, las interrupciones, etc.
Para poder averiguar los efectos de la monotonía y la fatiga en el trabajo alteraba de diversa y, segúramente sádica manera, las condiciones.

Pero mientras realizaba estas pruebas, por cierto, muy en correspondencia con el maquinismo deshumanizante de las grandes fábricas anglosajonas de las primeras décadas del siglo XX, se percató de una tendencia sorprendente.
Casi todo lo que hacía para modificar las condiciones de trabajo de las seis mujeres segregadas, incluso los cambios hechos con intención de empeorar, que mira que era borde, parecía aumentar la productividad de las seis mujeres cobayas en relación con el resto de la plantilla.

El Elton Mayo este se había topado con una característica humana que pasó a denominar efecto Hawthorne, por la población donde se ubicaba la factoría y, por consiguiente, postuló que la influencia principal en la producción de las empleadas no era ninguna variación de condiciones, de eso nada sino, más bien, que había alguien observándolas.

El efecto subyacente parece obvio: nunca nos portamos igual si nos miran. Se alega esta causa para explicar el hecho, pej, de que los insomnes duerman como reyes cuando les estudian en un laboratorio del sueño. Se aplicó asimismo en los departamentos de recursos humanos, hacer ver ( o creer) a los empleados que la empresa se interesaba por ellos y tal.

En la exposición de intimidades ante un psicoanalista, psicólogo, etc. ya no reaccionamos igual que cuando las vivenciamos solos. El hecho de verbalizar algo, ponerlo por escrito, etc, nos altera la experiencia del mismo. Un sentimiento o sensación que nos estremecía como un cañonazo, al contarlo cabe la posibilidad de que no llegue a perdigonada porque el otro, el interlocutor, funciona como principio de realidad.

Por lo mismo, esa inspiración de la hostia que nos ha entrado en un duermevela o una ensoñación, cuando la vertemos en papel o pantalla se transforma en un coñazo intimista y soporífero. Lo malo es que muchas veces no nos damos cuenta hasta que alguien nos pone a caer de un burro. Eso sí, a mí no me lo hagais, sorry, mantenedme felízmente engañado, je, je.

miércoles, 12 de septiembre de 2007

Injertos culturales de cada día, el Kitsch.



Empiezo esta entrada con el placer que me produce meterme en corrales ajenos, en este caso nada menos que en el ámbito de los semiólogos , uf, inspirado por las ideas que proporciona la relectura de uno de los análisis clásicos sobre el arte, la literatura, etc, de nuestro tiempo, entendido esto último en sentido amplio, dada la fecha en la que fue escrito el título inspirador en cuestión. Se trata de Apocalípticos e integrados de Umberto Eco, publicado allá por la remota era de 1968 y que es un estudio de la cultura de masas de lo más ameno e imprescindible.

La consumición cultural en serie que nos empapa, por motivos de inercia, pero también por la necesidad de que alguna vez, en medio del erial, encontremos una joya que nos sacuda un poco la modorra, convierte en imprescindible alguna que otra herramienta teórica la cual, como es obvio, no sustituirá jamás el rodaje personal y la degustación experimentada, antes bien sería un complemento.

Como decía al principio, que mejor que una bitácora personal para zambullirte en berenjenales teóricos para los cuales no tienes la menor preparación académica y ortodoxa, excepto la derivada de las lecturas autodidactas que has hecho, llevado por la pasión de saber y el vicio de contemplar musarañas.

Disfruto con los análisis de este señor, faceta suya anterior y más importante que la de novelista de consumo , mira tu que paradojas. Perfeccionó y divulgó una de las definiciones clásicas del fenómeno del "kitsch" cultural. Esta palabreja deriva de una expresión alemana que significaba algo así como "vender barato", "amañar", "copia de pacotilla", etc

Viene a ser, según la definición coloreadita, de examen, del profe Eco, como "...el elemento estilístico extraído de su propio contexto, insertado en otro contexto cuya estructura general no posee los mismos caracteres de homogeneidad y necesidad de la estructura original, mientras el mensaje es propuesto -merced a la indebida inserción- como si fuera obra original y capaz de estimular experiencias inéditas..."

Es decir , el injerto pretencioso que pretende elevar la calidad y proporcionar dicha sensación a algo que carece de ella, la definición de toda obra que para poder justificarse se recubre con los despojos de otras y se vende como arte. Es la repetición de estructuras exitosas de otras creaciones.

Es muy probable que nos vengan a la mente mil ejemplos, se pueden encontrar en todos los géneros.

El lenguaje cursilón en literatura, por ejemplo, es un degeneración de cierto lenguaje depurado y poético que se desarrolló en su momento, como sabemos todos.

Los tipos de personaje que un día funcionaron en determinada historia, ya sea escrita o filmada, de pronto pasan a ser de empleo común en otras historias, empiezan a perder dimensión, se aplanan y pasan a ser meras máscaras griegas, algo así como meros fulcros o arquetipos simplones para que la acción tenga un referente, para cubrir el expediente y que haya "alguien" a quien le pasen las cosas.

Los contextos y planteamientos narrativos se importan y se "pegan" como si fueran los módulos de Ikea. Los planteamientos y resoluciones de las historias se convierten en guiones estándares y te matan la sorpresa porque adivinas los desenlaces, oh dioss, la maldición del lector/espectador frecuente.

Todo ello es, obviamente, producción dirigida para los bobos, opinión que además tiene cierto sustento científico, je, je.
En un experimento relatado en la revista "Mente y Cerebro", que es muy chulina y todo eso, a una serie de voluntarios se les presentaban una serie de historietas a base de viñetas en la pantalla de un ordenador. Los desenlaces parecían previsibles y así lo eran muchas de las veces. Pero algunas de las historias, de vez en cuando, presentaban elementos sorpresivos.
Como de paso, al personal se le pedía una apreciación del uno al diez según les gustara la historia, descubrieron que las más sorpresivas eran mejor apreciadas por aquellos que habían destacado en test previos de inteligencia. Vamos, que las previsibles representaban, por tanto, el refugio de los zoquetes, je, je...


Dentro de la ciencia ficción de mis amores, los autores repiten tecnologías, gadgets y lugares comunes como si fueran los macarrones de una misma bolsa. Estaba a punto de citar títulos y nombres, pero dejaré que quien pudiera leerme ponga los suyos.

Este género me resulta entrañable por los buenos ratos pasados cuando casi crío (y ahora también) pero no sé hasta que punto no reprimía en mí el desagrado, cuando adivinaba y reconocía el injerto de gato en el plato de liebre. Por culpa de ello, seguramente, ahora debo de pagar el duro precio de mi envilecimiento cultural,snif, snif . La razón profunda de repetir, ese espasmo de placer que, a veces, produce la audacia imaginativa de algún título ocasional, será materia de otras entradas y todo eso. Un abrasso.



lunes, 10 de septiembre de 2007

Y Jesucristo también cocía habas.




LAS TÁCTICAS DE PODER DE JESUCRISTO Y OTROS ENSAYOS
Autor: JAY HALEY. EDITORIAL PAIDOS.

Ya hace tiempo que leí este libro curioso y escrito con bastante mordacidad y sarcasmo y lleno de ensayos bastante irreverentes sobre la salud mental. Uno de ellos es el que me ha inspirado esta entrada, acerca de como un líder religioso que seguramente conoceréis, además de la salvación de las almas de sus discípulos buscaba, en sus ratos libres, el dominio de sus voluntades, aficción en la que no sería el primero ni el último entre los ungidos por el señor aunque sí el que mayor fama alcanzaría.

La opción de comentarlo no se deriva de ninguna iconoclastia anticristiana ni tampoco son ganas de provocar a posibles creyentes, puesto que en ese patio ha llovido ya bastante. Tampoco es esa la motivación de Jay Haley, un terapeuta sistémico de la escuela de Palo Alto. Dentro de la oleada de paradigmas que vienen y van en la psicología como las aguas de Mayo, los de la escuela sistémica nos conciben a todos como parte de microsistemas sociales (familia, trabajo, etc ) con funcionamientos más o menos sanos o bien, más o menos anómalos y donde la cuerda más floja es la que se rompe, en este caso el enfermo mental.
(sí, ya se, un resumen dramáticamente simple, sorry).

Entrando en harinas, que es lo que tuvo que hacer Jesús cuando nadie le conocía, vemos que este señor decía respetar la antigua Ley judía pero que proponía una "profundización", una diferenciación, como suele hacer el buen márketing. De hecho, hizo tal revisión de las leyes rabínicas que no podía reconocerlas ni quien las parió. Introdujo, pej. y sobre todo, los crímenes de pensamiento, además de los de acción, toda una osadía y una incursión dentro de la mente del adepto:

"Habeís oido no matarás, pero yo os digo que aquel que se irritare será reo de juicio." (Mateo).

Como tenía necesidad de darse a conocer se dedicó a atacar a las autoridades del stablisment de manera sistemática. En ningún lugar de los evangelios existe un solo comentario elogioso de Jesús acerca de líder religioso alguno. Lo más cercano a un elogio se lo hace a su amigo, aunque competidor, Juan el Bautista, eso sí, cuando ya estaba criando malvas y le dedicó lo de que entre los nacido de mujer ninguno era tan grande y tal y cual, que le hizo quedar francamente bien.

Se hizo con una notable fama de curador pero sin jactarse de ninguna cura, para así evitar investigaciones. Avanzada la "campaña" necesitaba ataques audaces sobre las autoridades y fue cuando empezó a calificar a los fariseos como "nidos de víboras". No solo se quedó en la fase verbal sino que agredió a los mercaderes del templo, interrumpiendo pacíficas transacciones comerciales. Posíblemente fuera el profeta ungido pero los modales eran los del eslabón perdido.

Cuando reclutó gente no se andó con sutilezas florentinas acerca del grado de lealtad que esperaba de los reclutandos: "Al que ama al padre o a la madre más que a mí, no es digno de mí" (Mateo). Ignoro si Otelo era tan celoso...

Si te pillaba negándole delante de los hombres, el decía que te negaría delante del Padre, lo cual ya eran palabras mayores. Y, encima, para más inri, procuraba tener al rebaño sin demasiadas seguridades ni certezas, un poquito en ascuas: "...Y muchos me dirán en el día del juicio: Señor, señor ¿acaso no profetizamos en tu nombre, no expulsamos a los demonios, no dimos de comer al sediento? Y yo les diré: apartaos de mí, nunca os conocí, inicuos...".

Entrenó y adiestró a sus discípulos para ser sus colaboradores, nunca sus iguales. Los mantenía bien en su sitio criticando su torpeza para entenderlo, su incapacidad para curar así como los celos que mostraban entre ellos. Tan solo Pedro, por llamarlo Cristo viviente o así, se ganó el elogio arquitectónico de ser denominado " la piedra sobre la que fundaría su iglesia". Pero faltaba su contribución fundamental:

-- La táctica más grande:


Con las legiones en Galilea no era moco de pavo enfrentarse a la autoridad romana, así pues, sencíllamente no lo hizo y recomendó "darle al Cesar lo que es del Cesar", buscándose adrede una situación política de ambiguedad respecto a las reivindicaciones independentistas hebreas. Sin embargo, era consciente de que las autoridades y la oposición podían ejercer la violencia y, frente a ello, planteó la audacísima opción de poner la otra mejilla.

Esto tiene precedentes en el mundo animal, el lobo perdedor que se inclina ante el vencedor, etc. Lo que se consigue con ello en realidad es controlar la conducta del otro, bloqueando su despliegue violento y redefiniendo la situación dentro de un nuevo marco, accesible a la argumentación. Se le da a entender al oponente que la mejilla la pones por voluntad propia, siendo esta, tu voluntad, la que pone punto y final. Ghandi, más tarde, lo imitaría.

Todo esto, por supuesto, en el libro está infinitamente más detallado y mejor explicado, por Haley, en este título que ya tiene sus veinte añacos y del que no te niego lo dificil que resulta encontrarlo por ahí.

Confío en haber aportado un poco más de confusión a la que no falta sobre esta controvertida figura. Posíblemente, la próxima entrada con esta etiqueta verse sobre otra figura religiosa, podría tener un título en relación con esta: Y Mahoma las cocía a calderadas, no se. Un saludo y que seáis felices.