martes, 4 de septiembre de 2007

Apostillas a un folletín.

Me doy cuenta de que en la entrada anterior, referida a la novela de Mary Gentle, es posible apreciar un tipo de entusiasmo que quizá pareciera falto de espíritu crítico. Bueno, a pesar de que en este caso, en mi opinión, es fácil decantarse por la botella medio llena, hay ciertas cosas que quizá le han cobrado la autora el precio del despiste.

Que en 1610 alguién haga alusiones al exceso de "testosterona" de sus rivales es un lapsus de jerga contemporánea, no creo que las hormonas anduvieran por las mientes de nadie en aquella época. Lo gracioso es que ni el editor ni nadie se percataron.

Mención aparte merece la decisión de Gentle de injertar elementos de CF en una novela histórica, convirtiéndola en ¿fantástica? En efecto, apuesta por una visión determinista del devenir temporal y la posibilidad matemática de modificarlo y controlarlo ¿verdad que nos suena? Pero tranquilos, el folletín mosqueteril resiste bien el injerto, ya que esta circunstancia está limitada a cierto personaje, motivado por una ambición tan lejana y abstracta que a veces se hace dificil de comprender.

Esta persona encarna el arquetipo del estudioso/científico megalómano, capaz por su conocimiento de distorsionar la época en la que vive y llevar al límite de vez en cuando la verosimilitud de la trama, dado el supuesto alcance de sus conocimientos. En suma, y por lo que veis, nada nuevo en la CiFi, ni siquiera en la de esta "clase", je, je...

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