domingo, 21 de septiembre de 2008

Maneras de vivir leyendo


Muuuchas, uuf, muchas son. Te agarras un ejemplar que, de seguro será atractivo, no en vano es uno quien lo elige, nada menos que uno mismo, un espíritu cultivado con esmero en el amor desmedido hacia sus propios gustos y al incremento de los datos que guarda en su mollera.

Te conoces por ello sobradamente el panorama librero de la ciudad en la que vives, sabes donde están los stands que te interesan y distingues con vista certera de rapaz la novedad que acaban de poner. Tus manos vuelan sobre Internet y eres capaz de encontrar enseguida la referencia, la novedad y los comentarios de los afines, de los pioneros, de los que hablan un lenguaje parecido, solo parecido, al tuyo.

Porque eso sí, como tu mismidad lectora no hay nada, nadie como tu para visualizar esos universos que te presta un autor, por lo general anglosajón, que sabe pastorear como nadie la intensidad de tu imaginación y tus deseos de vivir de prestado en otro lugar, aunque sea un ratito antes de quedarte frito en la cama.

Por ello, recibes con sorpresa y alegría, casi con espíritu eucarístico y de comunión, la coincidencia feliz con la recomendación de alguien, esa proximidad, esa cercanía y esa certidumbre de lo mucho que en el fondo nos parecemos y tal. Y por supuesto y como no podía ser menos, cuando lo que lees te engancha te sueles escindir en dos.
Una de las dos mitades se patea la calle y el pasillo de la casa como cualquier fulano, pero la otra, ay, la otra. La otra lamenta vivamente que el futuro, aquel futuro no esté aquí y, probablemente, no lo vaya a estar nunca, cosa que en el fondo asumes con alegría, ya que como tu adorada cotidianeidad no hay nada.

Para que querrías que existiera alguno de los universos del fantástico, pej, cuando tu papel en el se limitaría, con mucha suerte, al de un secundario graciosete o impotente. Cuando te asusta un ruido raro en casa o la simple jeta de algún inmigrante aparentemente avieso, asco de condición humana.

En mi caso, para disfrutar plenamente de la lectura y del viaje por el mundo ficticio de X, hace ya tiempo que adopté una manía/costumbre/fijación que más o menos suele funcionarme, la alternancia Ensayo/Ficción.

Cuando te has empapado de lugares, emociones y personajes, de intrigas y complejidades ficticias varias, te quedas llenito, como una especie de esponja noosférica saciada a reventar de datos y no es, por tanto y según mis gustos, momento de meterte en el mundo imaginario y ficticio de Y.
No, es momento de dejar que la historia leida se asiente tranquilamente en las capas de nuestro inconsciente hipotético y nunca muy demostrado, ese de Herr Freud y Betelheim, (aunque no sea un cuento de hadas), de que madure en terreno abonado.

Así, la iconografía de esa novela es posible que llegue a un entendimiento con nuestras pulsiones interiores, que colme un vacío o apague un fuego, siempre que antes no nos haya matado de aburrimiento, je, je, cosa que le parecerá mera mandanga marinera a un conductista, juas, juas...

La cuestión es que, para no entrar en una deriva fantasiosa y esquizoide, tirándome largas temporadas evadiéndome en lugares imaginarios, procuro agenciarme un ensayo medianamente abstruso, a ser posible escrito con amor por el tema, lo que le suele añadir una amenidad inesperada. Con ello evito convertirme en un candidato a la irrealidad y conservo las energías necesarias para la productividad laboral, así como la adecuada interacción social (es un decir, solo me llevo bien con mis amigos y para de contar).

Las excursiones por los terrenos del pensamiento, donde se suele buscar la verdad acerca de algo, suelen servir para llenarte la perola de datos y más datos, el cerebro no para de pedirlos, si no se los das revienta, por culpa de ese horror vacui que padece nuestra mente. Necesitamos siempre un relato acerca de lo que sea y si no lo tenemos nos los inventamos, por ello que menos que sea uno compartido.

Así, aunque el consenso no sea garantía de objetividad siempre será algo más valioso que el mero discurrir subjetivo de nuestra olla de grillos y, de esta manera, la preparamos para la siguiente excursión, harta ya de rigores, hechos y demás.

Ale, un abrazo a vuestros encéfalos y que nos leamos pronto.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me parece interesante la reflexión que haces sobre alternar la ficción y ensayo, es algo que he intentado últimamente para recuperar algo de dinamismo lector, aunque me resulta imposible conseguirlo.

De todos modos me parece una recomendación muy saludable el alternar este tipo de lecturas, y si es posible, dejar de leer. Es bueno para la mente, y ayuda a que las lecturas, si están bien escogidas sean más placenteras.

Por cierto, a mí también me decepcionarían todos esos mundos de ficción, en los que no sería más que un secundario graciosete o algo peor...

Knut dijo...

Me pasa exactamente todo eso que cuentas, salvo en una cosa terrible: no puedo evitar tener la sensación reiterada de que no sólo hay en buena parte de los ensayos un mismo carácter onanista, sino que en muchas ocasiones el mundo que describen es Más fantasioso que la bisoñería que me gusta visitar.

A fin de cuentas el conflicto realidad/verdad y fantasía/ficción está bastante claro desde lo cotidiano, al menos en grandes detalles, y parece que la cuestión primera es algo que debe ser tratado en los ensayos y derivados. Sin embargo… uf, verás, siempre me ha gustado mucho Ortega y Gasset. Un tipo que escribiendo estupendamente es capaz de dar amenidad en una narración semirigurosa, superficial en sus maneras y limitada en sus honduras. Además te convence en tantas cosas, uno en la adolescencia era reacio a tomarse en serio las proclamas Hermanhesseras referente a cargar con estigmas cainitas propias de una existencia especial pero caía gustosísimamente en el discurso vitalista, algo hedonista y claramente elitista de un Ortega de pensamiento tan lustroso como sus mocasines y en general esa estampa de dandy guapetón tan rara en la historia oficialista del pensamiento.

Ocurre con todo que no podía evitar sentir el zumbor-resquemor de la pregunta ¿Y un ensayo qué cojones es?

De la filosofía he admirado siempre el intento, preñado de hybris, de contenerlo todo en el conocimiento, la tendencia a construir sistemas autónomos y totalitarios en su ambición (que no necesariamente totalitaristas) Todos los filósofos de Sistemas que ha habido, sea cual sea su condición y naturaleza, la divergencia de sus opiniones y los errores de sus sistemas, todos repito, son para mi los Filósofos, y su pensamiento la Filosofía. Es un prejuicio subjetivo, lo sé… pero se sustenta en la creencia de que la realidad es cognoscente y comprensible, por lo que es necesaria el ansia de abarcarlo todo, de abrazar la totalidad.

Y el ensayo es ya de por si un discurso apegado a la convinción fuertemente con un pie mientras que el otro apenas roza la punta de los dedos en la Realidad. Creo en el compromiso, la valentía y por ello mismo El Puto Ego. Aquello que llamaban hybris los griegos: el buscar con la voluntad y los hechos ocupar un lugar que por propia naturaleza no es propio.

Por eso en realidad mi fantasía está en el jodido acelerador de partículas gigantesco del que hablan todos los días los telediarios, me es imposible con el no fantasear con estar presente y mirar aquello ayudado de la carga teórica que no poseo, juas juas juas, porque de ser yo físico teórico desearía más que el comer poder estar presente en un hecho así. ¿Qué otra fe es capaz de ponerse a prueba, de sacudir los dogmas sólo para saber si es Cierto lo que Sé? Pero claro, lo que me despierta todo esto es sobre todo la fantasía…

En algún momento me apercibí (ese doble acto consciente de darse cuenta de un objeto y al mismo tiempo de la actividad consistente en darse-cuenta-de) de que me habían trocado por datos lo que otrora fuera un fenómeno. No hay justicia en la matemática fenómeno igual a datos. Es otra violación cometida por un mal entendido principio de individuación, en la convinción de que todo es un conjunto de soledades multiples aisladas. Por eso no me valen los datos sin más, menos cuando se dan mientras que se escamotea el fenómeno, a la manera suertuda pero torticera de un Mendel al que el fenómeno no debía joderle los datos.

No soy escéptico de naturaleza sino de resultado, y por eso los ensayos me nutren una fantasía factualítica, aislacionista, consciente y voluntariamente parcial. Debe ser que uno se ha topado a base de hostias de todo tipo con un mantra especialmente eficaz: Si no quieres conocer la filosofía griega coge un manual de filosofía griega, si quieres no toparte con Descartes busca monografías sobre el mismo, si quieres que te vendan un modelo de la realidad poco coincidente con la misma pilla un ensayo.

Juas juas juas

Abrazos!!!!!

francissco dijo...

El ensayo puede, y digo puede, colmar la necesidad de diálogo reflexivo con los otros y el onanismo seguramente existe en todo texto en el que alguien se explica, para sí y para los otros, su visión del mundo.

A fin de cuentas, un mapa nunca podrá coincidir con el territorio, ostras, Ley número uno del chasco epistémico, je, je

Los "relatos" de este tipo también tendrán, por tanto, un valor añadido de supervivencia, así como de confirmación de una gestalt determinada.

Ultimamente, y a base de leer divulgación, científica, histórica, etc, me queda una sensación, parecida y salvando las distancias, a la deriva geológica continental, toma ya, cosa de la que caí en la cuenta del retraso que llevaba, pero bueno, es la primera vez que piso este mundo...

Es la sensación de una continua transformación del mapa de la realidad que proporcionan las diversas ciencias, que te desplaza los referentes, de modo que cada vez tienes menos seguridades.

Si algo emerge de todo ello, con toda su crudeza y en esto quizá difiero algo de tí, es justamente el Fenómeno, el misterio (ay, ya parezco el Iker). Menos mal, que paracemos estar en un periodo de ciencia"normal", que diría Kuhn, juas, juas, y la cosa va poquito a poquito...

Por ello, lo del acelerador es onanismo de primera, ja,ja, del que se pone a prueba del todo con riesgo de diñarla.
Aunque sobre este tema tenía pensada una entrada, espero que las fuerzas blogeras no me abandonen...

Gracias a los dos por visitarme.