sábado, 6 de octubre de 2007

La tecnología cotorra.


La digital, claro, la Internet nuestra, la que salió de Arpanet, el proyecto del pentágono y el sector que, además, se lleva casi toda la inversión y la fanfarria publicitaria. Cambia tanto que te quedas rezagado a las primeras de turno. El ordenata rumboso que te compraste, pronto se queda obsoleto y superado; aún peor, hay aplicaciones que ya no corren bien en el.

La proliferación de cachivaches desborda mi capacidad de adaptación, lo confieso. Gente más joven que yo me supera, pero a ellos les acabará pasando lo mismo, je, je, tiempo al tiempo...

Y hay una razón para ello. Este desarrollo no tenía que llegar ¿Acaso dijeron algo los padres fundadores de la cifi? ¿No hablaban ellos, por contra, de naves y estaciones espaciales, nanotecnología proteica, dominio del espacio y el tiempo, genética correctiva, etc? Pues si no dijeron nada de todo ello es que no procedía , ale...

Ellos proyectaban un desarrollo en vertical, nunca mejor dicho, capacidad de poner toneladas en órbita y proyectarlas lejos, hacia arriba, superar el pozo gravitacional como yo supero las escaleras de mi casa. Y de eso nada.
Los adelantos de los últimos 15 añitos van en una dirección más bien horizontal y para nada tangible: se trata de intercomunicar la superficie terrestre, gestionando y enviando la máxima cantidad de símbolos posible en forma de bites, unos y ceros.


Cuantos más símbolos más información, lo cual no debe confundirse con asimilación. Aprender un idioma extranjero, así de nuevas, no se ve facilitado por todo ese torrente simbólico en mayor medida que antes. Lo mismito se puede decir de cualquier carrera, se necesita el contacto con la habitual jerarquía vertical, la de siempre, textos y sobre todo profesores, la contraparte inevitable sin la cual no hay aprendizaje real.

Lo que sí que hay es una enorme capacidad de cotorreo y cháchara como nunca en la Historia, así con mayúsculas. Se ha generado, merced a la alianza de software y servidores, un gigantesco patio virtual de vecinos, una peluquería desmadrada de 24 h, un mercadillo o bazar, como queramos, donde se exhiben cuerpos desnudos, soledades narcisistas, deseos de compañía, mercadería tocapelotas, timos de la estampita y más, mucho más.

Esto es lo que va a marcar esta época, el acceso de las plebes, de todos, a la plenitud editorial. Ningún fulano sin su hiperdocumento, sin su página o blog. Va ser la exposición de idiosincrasias más grande desde el ágora griega. Sí, si, ya me se todo eso de la administración electrónica, bibliotecas online y blablabla, pero eso es la excusa, el envoltorio. Lo que realmente importa es que la cacatua mayor del barrio va a tener plaza de honor en el ciberespacio, que la Pepi edita un blog y que las tonterías (como esta mía, seguramente) van a saturar las bandas anchas y las estrechas.

A la cosa ingenieril y mecánica, a la proyección de máquinas más allá de nuestros cielos, le ha entrado el temible virus de más pequeño, más sencillo, más barato o algo parecido que dice la NASA, por cierto muy cerquita del bueno, bonito, barato del mercadillo del barrio, que cosas piricosas. Habrá que esperar al próximo cambio histórico.

Saludos cotorras.

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