viernes, 24 de octubre de 2008

Octubre el Terrible y Ballard.

Aquí, en la Comunidad Valenciana al menos, podemos imaginar que estamos hermanados con Bangladesh, Bengala Nueva Orleans, etc. Cuando llega Oktober, llegan los monzones y la llanura litoral levantina se pone como una bañera. Las poblaciones, tan inteligentemente construidas siguiendo el curso más probable del agua, exhiben toda una flota de zodiacs, así como colchones, cuadros y todo tipo de enseres flotando.

Las familias aparecen en las televisiones sacando el agua de sus casas, un agua que en verano estaba en el mar y, con tanta evaporación, en Otoño vuelve con una mala leche impresionante. La proximidad a los ríos, torrentes y demás, debió de ser un chollo en tiempos primitivos. Si las avenidas se llevaban una choza de cañas con levantar otra bastaba, pero ahora, los modernas casas hipotecadas duelen cuando se inundan.

La población de Sueca, inundada hace unos días, me recordaba, mira tu que cosas, la novela de Ballard, El Mundo Sumergido, esa del ciclo apocalíptico, con ese nihilismo suyo tan peculiar, tan sugerente, casi romántico y tan diferente en matices del desencanto de Houllebecq, recientemente leido y comentado en la entrada de abajo.

No, no es que pretenda compararlos aunque sí compartan las emociones básicas, pero me da que lo que cuenta H. ya lo habíamos leído, mucho más sabroso, en Ballard.

Ballard es infinitamente más imaginativo, más poético, llega y ambienta más lejos. Su trilogía urbana, con Crash, Rascacielos (creo), y la otra sobre la Isla de Cemento, podrían dar lecciones a cualquier desesperanzado con vocación literaria, sobre todo de como crear un ambiente denso y una acción que inquieta.

Su ciclo apocalíptico, con la furia desatada de los elementos naturales, que le lleva a imaginar ambientaciones geológicamente extremas y hostiles es, por paradójico que pueda parecer, seductor. Nunca harías lo que sus personajes (espero), sucumbir ante la atracción de lo primigenio desatado, pero puedes entender que ellos lo hagan. También uno siente un no se qué ambivalente, en esos escenarios terminales que le hablan directamente al inconsciente. Con H. no, el es buen chico y para decaer y degenerar primero debes elaborar un discurso analítico y justificador con las debidas referencias culturales y todo eso, vive le blablabla..

De la misma manera los protagonistas de B. sucumben, frecuentemente, a sus bajos instintos, pero de verdad, como parte de la textura del relato, y no como en H, después de fatigosos monólogos intelectuales, por cierto de lo más franceses y en medio de una acción aburridita.

Woody Allen ya dijo en una ocasión, en este caso acerca del cine francés: "Vengo de ver una de esas películas francesas donde se ve crecer la hierba.." Y es que han de pasar cositas, caray, sino vaya aburrimiento...

Por el contrario, Ballard ya te proporciona la hierba crecida, te la mete por los ojos. Laśtima que sea tan irregular.

Un abrazo, sin nada de francofobia, ojo.

3 comentarios:

Knut dijo...

Bueno, Ballard en ocasiones es muuuy intelectual (recuerdo algunos cuentos la mar de chachis) y en general bastante frío.

Pero claro es que H. es una puta máquina, es el tipo de autor que fascina porque repugna y que a la larga creo que se acabará confirmando como una moda más de tantas intelectualoides. Algo que en Francia saben hacer la mar de bien por cierto.

Ballard es de largo mejor, aún con sus pestiños que los tiene. Pero es que en general es un tipo que sabe escribir, no únicamente montar diálogos.

De todos modos a mi la trilogía de las catástrofes no me entusiasma en exceso, les encuentro algo parecido a eso que dices de crecer la hierba, pero en otro orden de cosas, menos físico. Quizás sea porque Ballard es un tipo que es frío a pesar de intentar hablar de sentimientos, incluso su acudir a las cavernas tiene un algo poco físico, que a mi en concreto hace que no me lleguen del todo sus novelas.

Algo parecido a lo que ocurre, por ejemplo con Auster, sólo que este, por muchas pegas que quiera admitírsele me parece mejor narrador.

Y no digo Priest, que como Ballard me interesa a la vez que me desespera un poco. Por lo general me importan un carajo sus personajes, algo curioso, porque con Dick que más soso no puede ser he llegado a emocionarme en muchas ocasiones justamente con sus personajes. Cosas de la psique!!!

Errantus dijo...

¿No será justamente lo “desajustado” de sus personajes lo que hace a Dick tan apasionante? Vamos, que no sabe uno por donde saltará la liebre.

Respecto al tema del artículo, no puedo opinar al no haber leído a ninguno de los dos autores, ígnara que es una. Aunque creo que algo de Ballard tengo en e librero para solucionar el tema. Ahora bien, la imagen y la temática me hicieron recordar una de las narraciones de Vance, en el Ecumen. Ya sabemos que lo de pintar culturas exóticas e imposibles se le da muy bien.

Por último, no se si sea cuestión de idiosincracias, pero los franceses tienen un algo pesado en su narrativa, y no sólo la literaria. Hace unos días me ha tocado revisar unas pelis francesas de adaptaciones de la literatura en caricaturas. Y debo reconocer que si hubiese tenido como referente a este tipo de películas para interesarme en la literatra, posiblemente sería yo al día de hoy una pasionada seguidora de GH. Es increíble que mi favorito de aventuras de la infancia, Sandokan, lo convirtesen en una pesadez sin escenas de acción, sin transiciones, con diálogos pesados e insulsos y un guión soporífero. No quiero hablar ya de Miguel Strogof, Barba Roja ni otras maravillas. Y que conste que no buscaba yo un refrito de USA, donde todo se reduce golpes y bombazos, pero es que esto es demasiado.

Así que un abrazo desde el otro lado del charco, también sin francofobia, pero con un gran dejo de incmprensión.

francissco dijo...

Knut:

Los personajes de Dick es que, con eso de jugarse la cordura, como señala Errantus, la Realidad y todo eso, además de cierta fe que nunca pierden, te resultan intensos, cada pensamiento suyo es un duelo con Dios, caray.

Dick cree en las personas, se pone el lado de ellas, frecuentemente en contra de la entidad que parece ordenar la realidad.

Ballard, Priest y H. (cada uno muy a su manera, claro) son como retratistas gélidos, no aman a sus personajes precísamente, o bien los hacen degenerar, o bien los vuelven locos con los cambios de realidad, como Priest.

Errantus:

Yo creo que en la cultura francesa les encanta escucharse. Son eficacísimos a la hora de crear modas intelectuales de élite, y el blablabla que tienen, a veces muy brillante es, probablemente, uno de los más resultones de Occidente. Para bien y para mal, je, je