domingo, 12 de octubre de 2008

Houellebecq y la alegria de vivir.

La posibilidad de una isla. Michel Houellebecq

No puedes pasar de los treinta años si te decides a leer una novela de Houellebec y si, además, eres de natural proclive a las visiones del vaso medio vacío y a las síntesis pesimistas. Se te puede hacer duro permanecer en la continuidad narrativa de sus historias, con esa lucidez y ese desencanto ante la vida, vista como un progreso hacia la decadencia inevitable, tapado con multitud de mentiras y en la que todo quisque está solo ante su propia senectud y demás.

En ese sentido es posible que te pueda perder cierta vanidad intelectual, inherente a algunas posturas poco complacientes con la condición humana, la vanidad de El que Señala Lo Que no Queremos Ver y demás hierbas.

Por eso es bueno que no pases de los treinta y que Dios en su misericordia te tenga a salvo de los gatillazos, porque para H (o sus personajes) la vejez ya empieza antes de los cuarenta y lo único que les queda a sus personajes masculinos es una líbido tremenda, cuya satisfacción se torna cada vez más problemática, compulsiva y ridícula.

Lo de arriba todavía no puedo suscribirlo al cien por cien para esta última novela suya, dado que solamente voy por la mitad de este volumen, pero ya parece que si para Sartre el infierno eran los otros, para H tan solo representan el hastío, salvo si llevan minifalda y tienen veintipocos, claro.
Veremos que derroteros toma aquí el asunto, pero es que no podía pasar sin reflexionarlo por aquí, con vosotros, con los millones que me leéis, je, je...

No podemos identificar del todo al narrador con el escritor real, eso por supuesto, quien sabe si no será un tierno optimista de puertas para adentro pero aquí, desde luego, no lo es. Sus personajes femeninos, pej, en algunas novelas que le he leído, como Las partículas elementales, otra que ya no recuerdo y esta última, son como mecanismos que no paran de decaer biológicamente, que destellan como novas en la adolescencia pero que se hunden sin remedio en la temprana madurez.

Sí, si que retrata bien y con penetración a nuestra sociedad de apariencias y todo eso, en esta Ciencia ficción estilo ¿ L? que hace. Aquí, concretamente hay dos hilos narrativos, uno en el presente y otro en un futuro lejano de seres clonados y sin emociones, una línea de los cuales desciende del prota actual.

Claro, retrata bien si defines la condición humana en base a los artículos de divulgación científica, al cientifismo de raíces biologistas, a cierto darwinismo solapado en nuestros valores culturales, a la neurología enamorada de los sesos...

Desde que cierta cultura científica va dejando caer que "...el amor no son más que cascadas de reacciones bioquímicas...", "...la atracción vendría determinada genéticamente...", que si "...no somos más que vehículos para nuestros genes..", etc, no extraña que muchos intelectuales queden deslumbrados por la prolijidad meticulosa con que se explican tales asertos. De ahí al reduccionismo de ...no somos mas que, tan solo hay un pequeño pasito. Si antes era el marxismo, ahora es la ciencia la que se usa como pincel siniestro, básicamente por el método de ignorar los matices que las propias investigaciones introducen.

Y claro que sí, claro que todos estos estudios e investigaciones recientes son instrumentos de conocimiento maravillosos, a mí, pej, me fascinan y leo montonadas todos los años con fruición, pero ¿también deberían ser fuente de valores? Para ciertas visiones desencantadas está claro que sí. No sé, por cierto, si H será cientifista, posíblemente esté demasiado desencantado hasta para eso, je, je...

Y no solo de la biología se nutren estas perspectivas. H también es un sociólogo de escalpelo feroz, brillante, con bastante mundología y no podía dejar de usar esas armas. La Sociología presume de predecir el destino social que alcanzarán mayoría de los individuos a partir de unos parámetros dados, la famosa "tiranía de la estadística" que, según algunos de sus popes, nos determina con un rigor que ríete tu de Físicas y genéticas.

Combinando, o más bien sufriendo, los dos determinismos, los personajes de H las suelen pasar canutas, existencialmente hablando, salvo algunos ratos en los que el autor tiene ganas de reírse y que sueles apreciar como agua de mayo. Por ello, daré mi opinión definitiva si logro terminar la novela, que tiene mucho monólogo sabroso aunque no es que pasen muchas cosas. Lo que tiene su morbo es lo lejos que llegará este forense de vivos en negar el sentido a toda vida que recrea en sus libros.

Un abrazo, pero sin desencantos ni leches.

3 comentarios:

Knut dijo...

Jajaja

Confieso que me gusta H. tanto como me asquea. Sus novelas son eminentemente mecanicistas: pon un cierto número de átomos en movimiento y contempla cómo colisionan. Uno descubre con H. que los labios vaginales tienden, como el escroto, a querer llegar antes a la tierra que finalmente nos acogerá que el resto de nosotros. Tanto más grande es nuestro deseo venéreo de vida, de no enfrentar el hehco de llevar colgando y con mayor peso cada vez una inevitable muerte, final de un proceso de decadencia no únicamente un apagar la luz.

Si encima lo haces sometiendo a casi cualquier cosa sagrada a escarnio, sometiendolo todo a un metódico escalpelo, que no quiere tanto entender como diseccionar en sus partes últimas. No nos interesan más que las piezas, que al puzzle se lo coma la roña.

Joer, yo diría que es una cifi muy C, ya digo mecanicismo literario sin piedad pero también sin florituras: nihilismo venereo o El Colágeno Fugitivo.

Juas juas juas

Unknown dijo...

Un escritor que da mucho que hablar, y que plantea, quizá de modo radical, un problema que acecha a una gran parte de la generación de los 40-50, como bien dices.

Quizá lo retrata de manera exagerada pero sin duda acierta en muchos puntos.

Saludos y te leo.

francissco dijo...

Muchas gracias por pasar por aquí, vanity, será un honor que me leas de vez en cuando.
Y sí, es cierto que muchas cosas que señala H. son ciertas, pero la clave, en mi opinión, estaría en que, tal y como señalaba Knut, ignora y le importa un pimiento el puzzle total, la globalidad de una persona.

Según el , decaerás sin piedad y solo eso importa, aunque entretenga a veces su humor negro e insolente.