
Las familias aparecen en las televisiones sacando el agua de sus casas, un agua que en verano estaba en el mar y, con tanta evaporación, en Otoño vuelve con una mala leche impresionante. La proximidad a los ríos, torrentes y demás, debió de ser un chollo en tiempos primitivos. Si las avenidas se llevaban una choza de cañas con levantar otra bastaba, pero ahora, los modernas casas hipotecadas duelen cuando se inundan.
La población de Sueca, inundada hace unos días, me recordaba, mira tu que cosas, la novela de Ballard, El Mundo Sumergido, esa del ciclo apocalíptico, con ese nihilismo suyo tan peculiar, tan sugerente, casi romántico y tan diferente en matices del desencanto de Houllebecq, recientemente leido y comentado en la entrada de abajo.
No, no es que pretenda compararlos aunque sí compartan las emociones básicas, pero me da que lo que cuenta H. ya lo habíamos leído, mucho más sabroso, en Ballard.
Ballard es infinitamente más imaginativo, más poético, llega y ambienta más lejos. Su trilogía urbana, con Crash, Rascacielos (creo), y la otra sobre la Isla de Cemento, podrían dar lecciones a cualquier desesperanzado con vocación literaria, sobre todo de como crear un ambiente denso y una acción que inquieta.
Su ciclo apocalíptico, con la furia desatada de los elementos naturales, que le lleva a imaginar ambientaciones geológicamente extremas y hostiles es, por paradójico que pueda parecer, seductor. Nunca harías lo que sus personajes (espero), sucumbir ante la atracción de lo primigenio desatado, pero puedes entender que ellos lo hagan. También uno siente un no se qué ambivalente, en esos escenarios terminales que le hablan directamente al inconsciente. Con H. no, el es buen chico y para decaer y degenerar primero debes elaborar un discurso analítico y justificador con las debidas referencias culturales y todo eso, vive le blablabla..
De la misma manera los protagonistas de B. sucumben, frecuentemente, a sus bajos instintos, pero de verdad, como parte de la textura del relato, y no como en H, después de fatigosos monólogos intelectuales, por cierto de lo más franceses y en medio de una acción aburridita.
Woody Allen ya dijo en una ocasión, en este caso acerca del cine francés: "Vengo de ver una de esas películas francesas donde se ve crecer la hierba.." Y es que han de pasar cositas, caray, sino vaya aburrimiento...
Por el contrario, Ballard ya te proporciona la hierba crecida, te la mete por los ojos. Laśtima que sea tan irregular.
Un abrazo, sin nada de francofobia, ojo.