jueves, 3 de julio de 2008

Irás y no Volverás.



Las reflexiones de algún amiguete blogero me han inspirado un poquito, que ya era hora de que la última entrada dejara de ser la del bichejo ese del video, hostil al palo que lo pincha y lo chincha.

Knut decía que, quizá, no estábamos solos del todo en los mundos imaginarios de las narraciones.

Sí que lo estuvimos. Claro que estábamos solos entonces, cuando las leíamos, sobre todo las primeras historias, las vividas en la era preinternáutica, cuando la resonancia de lo leido no alcanzaba la magnitud de la Web mundial y los foros de los afines. Cuando éramos tan jóvenes y nos impactaba tanto lo leido que lo guardábamos como un tesoro, sabedores de que nuestro entorno inmediato era refractario, cuando no claramente hostil, a esos universos tan peculiares de la literatura de género.

Hostil, a esas propuestas narrativas aptas, aparentemente, para segregar y marginar adolescentes, apartándoles de la competencia por el sexo y las ocupaciones de la supervivencia, ejem.


En aquellos momentos, visitábamos las arenas de Dune entrando a ese planeta, a ese mundo paralelo, por la entrada situada en nuestro cuarto privado, abriendo unas tapas de libro que activaban la telepresencia instantanea al lado de una Bene Gesserit macizona, una hembra alfa dominante que, además, manipulaba a su antojo la mitología de una élite del desierto para que aclamaran a su hijo, el prota.

Aquellos libros, salvo algunas picias editoriales pestíferas, eran unos poderosísimos generadores de imágenes y emociones, que empezaban y terminaban dentro de nosotros, por lo tanto parecía que todo era un asunto
privado. Pero ya no es así, se acabó la soledad. Porque en el mundo de la cultura, de la culturilla y de la cultureta, se da notablemente el fenómeno de la influencia retroactiva.

Esta influencia es parecida a la manera en que nuestra mente, según las investigaciones más recientes, reordena y modifica los recuerdos como si fueran plastilina, haciendo que vivencias recientes, valores adoptados en los últimos tiempos, así como reflexiones de "madurez", coloreen, transformen y a veces hasta borren recuerdos antiguos, de una manera dinámica y continua.

Nuestro yo presente, por tanto, es como uno de esos dictadores cronófagos que ocultan cosas e inventan otras. Eso sí, es como un niño de pecho al lado de nuestro yo del futuro, ese sí que nos va a dar para el pelo, je, je (y no se, ya parezco un candidato a la esquizofrenia por calor, pero en fin...)


Pasa algo parecido con la Historia, que no puede objetivarse al cien por cien (al menos por ahora), que tiene por fortuna o por desgracia que basarse siempre en alguna interpretación, no en vano casi siempre nos encontramos por ahí el último libro "desmitificador" acerca de algo.

Todavía pasa más en el terreno de la cultura, ya no tenemos manera de ver con ojos de principiante, de absolut beginner, ninguna creación pasada, ni siquiera lo que alguna vez leimos nosotros mismos.

Desde que tuvimos aquella última con aquel libro, en nuestro cuarto, cuando salimos del planeta Dune, emprendimos un viaje en el tiempo que se transformó en biografía personal y en reordenamiento continuo del mundo, en una continua recalificación, al estilo del litoral de Levante, je, je...Y como es propio de lo leido y compartido que ello se convierta en algo común, está claro no solo que ya no estamos aislados en aquellos mundos virtuales, sino que nunca lo estuvimos.


Si las concepciones de Platón, o quizá algunas de Popper sobre la autonomía del mundo de las creaciones mentales (su mundo nº 3) fueran acertadas, y si no lo son que mas da, se acabó la soledad, privilegiada pero también autista y circular, caray.

Nada de eso, por todos esos lares de las historias compartidas estaríamos acompañados por la gran masonería lectora, por los visitantes de ese mundo virtual, de esa linea temporal cerrada por un principio y un fin que es la narración que visitas.

El Tiempo podrá avanzar lo que le plazca y transformar el mundo percibido a cada momento, pero la dimensión del imaginario es ortogonal y acumulativa y en este caso acumula presencias. Esas presencias somos nosotros, los que estamos ahora ahora en un universo-libro y que habitamos junto a los que estuvieron antes. Y estamos con nuevas ideas directoras, nuevos conceptos ¿mejores o peores?

No se, propongo un criterio darwiniano (que original soy, jope) ; aquellos yoes nuestros junto a sus respectivos valores que mejor se desenvuelvan, serán positivamente seleccionados en la dimensión esa del NuncaJamás, cosa por cierto muy parecidilla al mundo de todos los días...

Saludines y un abrazo, sobre todo caluroso, ja, ja, ja, ja

3 comentarios:

Anónimo dijo...

He estado hace poco leyendo "Universo de locos" de Brown y no podía evitar pensar en la idea que en un conjunto infinito de universos posibles, compatibles con las leyes de la lógica y la física que conocemos, muchos universos de ficción podrían ser completamente reales, tan reales como el nuestro.

Suma esto a tus reflexiones y surgirán ideas extrañas en la cabeza. Propias de cualquier friki claro, que eso de relacionar combinar ciencia y filosofía para hablar de ciencia ficción no es de interés para las grandes mentes pensantes, que evidentemente, no leen tu interesantísimo blog,je,je.

francissco dijo...

Nada, nada, eso que se pierden las grandes mentes, ja, ja, ja.

Por cierto, el de Universo de Locos es una de las grandes joyas del pulp, yo tengo una edición antiquísima, quizá me compre la de Gigamesh, no sea que aquella se me deshaga. Cada vez que describe alguna escena este hombre, parece que estés contemplando una portada de la Amazing Sories u otra similar, de la época que se escribía CF con muuchas ganas...

Es muy conveniente, por cierto, que estos universos estén convenientemente separados, je, je, menudo lío si dejaran de ser una convención literaria, que San Ontólogo nos asista.

Knut dijo...

Desde luego es algo que se comprueba a posteriori, nos deslizamos en los libros en la soledad más absoluta. Es después cuando reconoces el mismo viaje en otros y empiezas a observar con una atención progresivamente más obsesiva (y por ende paranóica).

Uno al final empieza a oler, a reconocer sombras, ecos de presencias tendentes con el tiempo a lo multitudinario (en algunos casos diría que ordas ingentes) Llega un punto en que lo "colectivo" es casi lo único que ves. Reconoces el orgasmo, que es siempre absolutamente concreto e individual en los otros, en su forma de narrarse sobre los libros.

Lo curioso es que incluso eres capaz de ver las presencias de otros antes incluso de que estos hayan leido los libros.¿No os ocurre algo semejante?

Y sí, el Yo Futuro es el peor cabrón inimaginable, angustia ese eterno proyecto de presencia, siempre efectivo en el peor momento, presto a cometer el atroz suicidio de olvidarte de la peor manera. Quizás ese sea el motivo de tantas presencias en los libros, de su colectividad, o al menos de una parte importante de la misma.

Un abrazo compañero, y a ver si nos aplicamos más en cuestiones de periodicidad. Menudo camello de mierda estás hecho!!!!

;)