miércoles, 24 de febrero de 2010

Internados en el surrealismo.


El internado. Antena 3. Lunes noche.

Las series televisivas poseen sorprendentes  propiedades elásticas, superiores a las del chicle, el caucho y el látex de los preservativos. Y la cosa casi sería lógica en aquellas que constan de capítulos autoconclusivos, al estilo de las comedias de situación y las series policíacas.
Lo malo es que la falta de ideas hace que a  todos los guiones se los estire a lo bestia, como cuando secas un calcetín por las bravas.

Pues allá vamos, quien  siga esta serie que se salte la sinopsis y quien no, que sepa que trata sobre un internado que no es tal.
Primero fue un orfanato, iniciado en los tenebrosos años cuarenta, el cual proporcionaba "material" humano a unos médicos nazis, huidos al perder la guerra Alemania. Los huerfanitos eran clonados como terneros para experimentar con un virus letal, destino reservado a los más desafortunados. Con otros, se buscaba la inteligencia así como la excelencia genética y, ya puestos, unos bonitos ojos que resplandecen en la oscuridad (lo juro)

Después, y al correr las décadas, los nazis se reciclan en una multinacional farmaceutica que fabricará el antídoto contra su propio virus, para así forrarse.
Y se dedicarán a hacer todo eso en los sótanos de un aparentemente requetepijo colegio para nenes con papis lejanos, a los que visten con uniformes, les dan habitaciones para dos y portátiles de marca,  bien provistos de  conexiones a Internet por un conocido operador, que tiene más publicidad en los planos que en su propia web. Bueno, fin del resumen, wapeton@s.

La realización es bastante correcta, incluso atractiva, lo cual viene de perillas para enmascarar lo inverosímil de una historia que se prolonga ad nauseam.

Seguro que concluirá por agotamiento de los intérpretes, porque si no... Hay personajes principales que, con todo lo que llueve, llevan decenas de capítulos creyendo que están en un colegio normal, que tiene narices. Véase si no, el caso paradigmático de Elsa, la directora perceptívamente cretina que, ni con un hermano teratológico escondido, un bebé robado y mil barbaridades más, da muestras de comprender qué demonios pasa a su alrededor.

Porque ya se sabe que todos los días en los coles aparecen cadáveres por los alrededores, por los jardines, desaparecen personas de la noche a la mañana, hay apariciones y suplantaciones de recién nacidos, entran hombres lobo en la cocina, pero nada, pecatta minuta.

Y a todo esto, un grupito de adolescentes molones que están en el ajo, se lo pasan yendo y viniendo de curso en curso como si tal cosa. Acaba la clase de Mates y se meten por los pasadizos a pelearse con los sicarios de la multinacional, contemplan homicidios un día sí y otro también, los infectan con virus, les acosan los fantasmas de los muertos, les matan compañeros, les secuestran a los padres. Y a nadie cuentan nada. Es el summum, la exaltación del Secreto Adolescente, dioss...

Porque eso sí, después de desayunar con zumosol y al empezar la jornada de clase, no pueden hablar porque les riñe el profe y les castiga con trabajos, ay que joderse. No es hasta el capítulo 40, o así, no recuerdo bien, cuando aparece un poquito del mundo real y ves a la policía por allí. Mientras tanto, la salvaguarda del Bien y del Mal ha estado ¡a cargo del cocinero!, un tal Fermín, Fermín Bond para mas señas, que de la nada se vuelve experto en hackeos, intrusiones y material hig-tech.

Pero quien crea que todo esto es un hándicap estaría equivocado. ¿Acaso los personajes no son mínimamente telegénicos ?  ¿Y cada capítulo no nos ofrece un mejunje de misterios, con resonancias paranormales, potterianas, conspiranoicas, etc,? Encima, nos lo ponen en la hora comodona post-cena, que mas queremos. Pues ale, a suspender la incredulidad y relajarse.

Como el misterio se eterniza, cada capítulo nos ofrece el placer de la repetición, el gran secreto de las series pegajosas.  Estímulos parecidos y a un ritmo similar son ofrecidos en cada entrega: romance adolescente, cacharrería digital, lealtad entre compis y triller doméstico. Alguien ha descubierto los patrones de atención del cerebro, como decía un estudio por ahí...

Para los demás, un atracón de látex (voluntario).

Un saludín y cuidado con la caja idiota. Aunque ya lo sabíais ¿no?

miércoles, 17 de febrero de 2010

El hombre Benicio (del lobo)


El hombre lobo. 

La transformación del hombre lobo en Benicio del Toro (sí, el orden de los transformandos es el correcto) es evidente que tiene sus pros y sus contras, como todo en la viña del señor.
Siendo en cierta manera un remake de la versión clásica o, por lo menos, un intento de volver a cierto clasicismo, no deja de cometer los pecados de las adaptaciones modernas; planos cercanísimos, cámaras zigzagueantes y estallidos acústicos para que alguna grite.
Eso sí, a modo de nota curiosa, en la sesión que estuve no gritaba nadie...

Y la interpretación. Benicio es un actor correcto y contenido, a mi entender, pero no puede competir en carisma contra Hannibal Lecter/ Hopkins, contra la presencia en pantalla de este.

Y eso que aquí, Lecter/Hopkins está limitado por el guión y la dirección pero aún así y a pesar de ello, se acaba zampando cada escena en la que participa. Y todo a pesar de que ya está mayorcito, crepuscular y se le olvida a veces que  no está en El silencio de los corderos, papel que le dejó una  impronta indeleble  cada vez que interpreta dentro del Terror.

Benicio lo tiene tremendamente dificil,  de justicia es reconocerlo. Está obligado a soportar alguna que otra metamorfósis  lobuna traidora, que  le asalta justo en el momento que mejor está empezando a dramatizar lo que sea que tenga que decir.
Son transformaciones aparatosas, casi equiparables a las del Hombre lobo americano ese. Casi. En ellas, de pronto se pone a correr y a saltar desafiando la Física y las leyes de la locomoción cuadrúpeda, con esas dobleces de tobillos imposibles. Y también resulta imposible la velocidad de la acción, pero ya nos estamos acostumbrando a eso ¿no?...

Pero peor lo tiene Del Toro cuando se enfrenta a Papá Lobo. Hopkins, con un simple gesto, provoca miedo real, aún estando en horas bajas. A su lado, el Lobo Benicio semeja un perro acobardado, porque siempre  -lo suyo es escapar del bozal-  le van a la zaga los de la perrer Scotland Yard, así como las fuerzas vivas de la localidad victoriana esa donde pasan las cosas (siempre hay una, con niebla y aceras resbalosas)

También se desgarran las vísceras en London city, claro, pero si ya has visto UHLAenLondres, que te voy a contar de pánicos urbanos inducidos por licántropos; las escenas están sacadas de allí, lo único que las señoras llevan faldas largas para parecer antiguas.

Lo que no han conseguido es transmitir la sensación de malignidad que provoca el llevar dentro de uno esa condición bestial. Aquí, lo maléfico es tratado no como escisión moral interna sino, más bien, como un terror hipocondríaco, muy adecuado para la óptica revisionista imperante en estos tiempos de House y CSI.  Al menos, te consuela que no aparezca el loquero de Cuarto Milenio ilustrando sobre la porfiria, aunque al tiempo...

El pesar de Benicio por dicha circunstancia, por su herencia maldita, es de índole sentimental, por el romance que se pierde con la protagonista, adicta a los amores malditos y que a ratos recuerda a la de Crepúsculo, de infame memoria.

Y destacar, por último, la correcta ambientación decimonónica. Consiguen, con bastante frecuencia, que dentro de las casas se vea tan poquito como en aquella época. Y la ciencia y la psiquiatría se muestran convenientemente cerca de la veterinaria bovina, aquí  no ha faltado rigor.

Un aullido para todos y cuidado con la sal de las palomitas.

viernes, 12 de febrero de 2010

Cuando la sangre brota.

A hierro y fuego. Sean Mcglynn.
Las atrocidades de la guerra en la Edad Media.

Olvídate a ratos, cada vez que agarres este libro, de que eres urbanita, demócrata y que das bandazos a derecha e izquierda, intentando coger lo mejor de ambas corrientes políticas.

Olvida, igualmente, que eres partidario de delegar la violencia física en el Estado, dado el verdadero estado  de nuestra capacidad física para ejercerla (las  tortas duelen hasta cuando las das) y de que te horrorizas cuando ves violencia física real. Ah, y  no vale con alegar disfrute cuando ves las de Tarantino, eso no es más que un desahogo adolescente y pequeñoburgués, bien lo sabes.

Si encima eres partidari@ de levantar expedientes judiciales a los padres que pegan a sus hijos, tendrás quizá que hacer un esfuerzo suplementario, pero este pequeño juego mental es accesible a todos.
Se trata de imaginarte inmerso en una soldadesca, pletórico de espíritu de cuerpo y camaradería, rabioso perdido contra un enemigo al que has aprendido a odiar más que a las hemorroides y en un estado mental inimaginable, colocado de adrenalina hasta las orejas.

Encima y para colmo, tienes todas las bendiciones para matar y  el rebaño humano entero que te rodea no para de hacerlo. Matan los camaradas que parecían poquita cosa, los jefes, ese que parecía gay, los sacerdotes, tu compañero de catre... Y entonces lo haces, movido por el embrujo colectivo y vas y ensartas al primero y, una vez hecho, los siguientes son más fáciles, claro, siempre es así...

El juego que menciono arriba se practicaba en un inmenso tablero de casquería y vísceras, llamado Occidente medieval, un campo de juegos que se replicó, por cierto, en todas las épocas y continentes, dada la ineludible condición humana.

Y se trataba  -y se trata-   de alegar todo tipo de excusas, tales como defensa de la fe, mantenimiento de los derechos dinásticos, protección de las fronteras, etc, para mantener a ultranza la línea principal, el objetivo de la partida.Porque lo más importante era dejar muy, pero que muy claro, quien mandaba y lo que pasaba por cuestionarlo. Generalmente, lo demostraban los reyes, que eran el primer primate, el babuino jefe, el lobo fuerte de la manada.

Para nada estorbaban las convenciones de la contienda caballeresca. Si acaso, para respetarse entre caballeros de ambos bandos y hacer hamburguesas con la infantería rasa y con el pueblo llano. Pero frecuentemente ni los caballeros se libraban.

El dar ejemplo era toda una ciencia que después han seguido practicando los clanes mafiosos. Y el mejor ejemplo se daba con los cuerpos humanos. A mayores salvajadas  se les hacían, mas impacto y temor provocaban en el paisanaje a someter. Cuando  -gracias a dios-  no sabes de esto mas que lo que lees y oyes, desde luego que eres afortunado. En este libro y en otros como el de Joanna Burke, Sed de sangre, que por si mismo merecería otra entrada, ves a las personas normales de otra manera.

Ves lo que muchos  -quizá y por desgracia-   haríamos bajo grandes presiones. Un piloto británico de la  segunda guerra mundial relató que, cuando después de un combate aereo vió la destrucción que sembraron sus bombas en Dresde "...sentía un orgasmo intenso y una increíble laxitud física, como después de hacer el sexo con una mujer grande y fuerte..."
Ey, no, no intentemos demonizarlo; antes de eso parecía ser un fulano de lo más convencional...

En fin, que si al realizar el experimento mental que proponía eres tan cafre que llegas hasta la frase entrecomillada en rojo, por favor aléjate de la sociedad y únete a una narcobanda, a un accionariado bancario o a un partido político. Que digo, mejor esterilízate, si no es demasiado tarde ya, claro. Tus antecesores violaron y dejaron multitud de descendientes y así nos va, so pendejo.

Un saludo. Tranquilito y sin violencias.

martes, 2 de febrero de 2010

Asalto al tiempo libre.

A jubilarte mas tarde, oyess.

Como las cuentas nacionales no cuadran, a solo dos años de que España fuera oficialmente un paraíso, vamos a tener que trabajar, como mínimo, dos añitos mas que nuestros papaítos y abuelos, no se si lo habréis oído por ahí.

Desde luego que es de lamentar para quienes ya les faltara poco, uno, dos, tres o cuatro inviernos. Mira que tiene narices, tan cerca de las mieles de la ociosidad bien ganada y retribuida y ale, a quedarte con las ganas...

Pero para los que aún teníamos la cosa lejana supone, no nos equivoquemos, una auténtica carga de profundidad. Primero que nada, obviemos el hecho de las responsabilidades políticas y corporativas en este actual estado de cosas. Las voy a obviar no por que no sean un hecho central, sino porque desde este pequeño rinconcito poco puedo hacer contra esos facinerosos y, encima, ellos tienen las espaldas bien cubiertas. A Emilio Botín, Tamames, Zp y Gallardón, la perspectiva poco les inquieta en lo personal.

Vayamos al grano pues, que el tiempo vuela ¿Terminará la cosa ahí? ¿No será esto el equivalente a la introducción inicial del zapato en la puerta y seguir retrasando ad infinitum? ¿Habrá límite a la capacidad de exprimirnos? ¿Llegarán a abolir la jubilación del todo? ¿Hay alguna pregunta trascendente más que se me olvide?

Los futuros avances que se prevén en investigaciones geriátricas buscarán optimizarnos en el futuro próximo, como a los coches con las ITVs. Para los ricos, capacidad sexual y de seducción; para los bolsillos modestos, desaparición de la excusa de los achaques para así no arrimar el hombro. Los niveles de control e intrusión en la jornada laboral ya alcanzan proporciones escandalosas, con empresas que obligan a aguantar la grabación íntegra en vídeo de la jornada diaria, que quien sabe las pasiones que despertará esa contemplación en algún directivo pervertido...

Todo esto ya es notable en nuestra generación y será mucho más marcado en las que vengan. Ya estaba bien de ver a los abueletes en los parques cuidando de los nietos, dado que su puesto realmente útil está ahí, en el tajo, en la cadena de produción, detrás de un ordenata alimentando al mismo sin parar y visitando a la clientela, que abrirá la puerta (si lo hace) con cara de lástima.
No está descartado que se retrase hasta los 70 la edad del descanso y que nos dejen menos tiempo libre que al semáforo de un cruce. Los futuros centros laborales podrían ofrecer un aumento de cabellos canosos en el paisaje humano; carraspeos y vasos con dentaduras postizas, pastilleros con el logo corporativo...

Y el tiempo, ese es el auténtico robo, el auténtico atraco. Que salvo el pijerío y las clases adineradas, nuestro tiempo pertenece, ahora y siempre, a otros, que son los que lo disponen ¿Acaso lo creíamos nuestro? Porque el trabajo y la actividad solo enriquecen cuando los elijes tu. Sino, te convierten en una mera terminal, en el extremo subordinado de una puta maquinaria.

Resulta muy bonito escuchar a un actor, a un empresario, etc, decir que el no quiere dejar de trabajar nunca. Pues vale, que lo pongan en una zanja picando piedra a ver. O que lo enclaustren en una oficina a dedicarle odas apasionadas al monitor y al teclado. O que pillen a un profe, harto ya de los "tiernos" adolescentes de hoy en día, y que le sometan a una terapia de intercambio de amores mutuos con la muchachada por una temporadita más.

Aclaro, poniendo velas a San Obvio, que un parado forzoso también debe trabajar todos los días buscando las habichuelas, la tarea más ingrata y desagradecida que existe. Y ya se da la paradoja de que los desempleados no encuentran nada nunca jamás y por contra los otros, los contratados, están sobresaturados y encima, les anuncian el alargamiento de su obligatoriedad productiva, quien sabe si para toda la eternidad.

Y además, está muy mal visto está el negarte a las horas y los ratitos extra; el que desconectes el móvil y volverte ilocalizable para tu santo patrono; el que pongas a trabas a la "movilidad", entrecomillada porque se supone que siempre es la tuya, claro.

Un saludo explotado y cabreado (se me pasará)